Informe desde las Bases: Cómo los Sindicatos Perdieron el Poder

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Un Relato de un Becario Sindical

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Lxs anarquistas han considerado el Primero de Mayo como un día festivo que celebra los movimientos obreros revolucionarios desde 1886. El año pasado, anarquistas de todo el mundo honraron el Primero de Mayo a pesar de los desafíos combinados de la pandemia y los confinamientos impuestos por los estados. Antes del Primero de Mayo de mañana, publicamos un análisis de lo que sucedió con los poderosos sindicatos de mediados del siglo XX, escrito desde dentro de uno de ellos. Este texto apareció por primera vez hace quince años en el segundo número de Rolling Thunder, nuestra revista anarquista de vida peligrosa.

Desde esos días, las circunstancias que describe este texto solo han empeorado, ya que una crisis económica ha seguido a otra, mientras los sindicatos han luchado por ofrecer una respuesta. El desempleo combativo, que algunxs jóvenes anarquistas fuera del sistema eligieron a principios de siglo como estrategia, se ha convertido, en algunos momentos, en una condición casi generalizada. Al mismo tiempo, la polarización política de la clase trabajadora blanca ha hecho insostenible parte del optimismo con el que concluye el siguiente texto—mostrando el coste de lo que sucede cuando perdemos la oportunidad de presentar soluciones revolucionarias a los problemas engendrados por el capitalismo. La reducción del espectro político a diferentes versiones de neoliberalismo centrista, allanó el camino para que nacionalistas como Trump presentaran una falsa imagen de si mismxs como “rebeldes” que luchan contra “las élites” en nombre de la gente corriente.

Hoy en día, cuando la clase trabajadora se ha dividido en teletrabajadorxs, precarixs y desempleadxs, en lugar de centrarnos en una lucha de retaguardia para preservar las posiciones e infraestructuras económicas del siglo anterior, que se están erosionando rápidamente, tenemos que encontrar nuevas formas y dinámicas que nos permitan interrumpir y derrocar la economía del capitalismo en su conjunto. El precio de no hacerlo será una reacción incluso peor que la del régimen de Trump.

Para más información sobre este tema, recomendamos Work, nuestro análisis de cómo ha cambiado el capitalismo durante el siglo pasado—y lo que significa combatirlo hoy en día, especialmente en las áreas postindustriales.


RE: Informe desde las bases sobre cómo los sindicatos perdieron el poder
MEMO: Cómo pasé mi verano en el Medio Oeste
PARA: SEDE CRIMETHINC.
DE: AGENTE 356592

El verano de la gran escisión de la AFL, me infiltré en la federación haciendo prácticas como organizador de cierto sindicato disidente de limpiadorxs. Las leyendas de antiguas luchas obreras fueron mi introducción al anarquismo cuando era joven, y quería devolver algunas técnicas de organización obrera a mi pueblo del sureste, que había sido olvidado por prácticamente todos los sindicatos. En la actualidad, los sindicatos empresariales suelen seguir una estrategia de densidad: se centran en la organización de zonas en las que ya hay una presencia sindical considerable, dejando a las comunidades históricamente no sindicadas, como la mía, a su suerte…

Gracias a esta estrategia, mis prácticas me llevaron a una ciudad ferroviaria del Medio Oeste con una vibrante historia de lucha de clases—aunque, cuando llegué, parecía que gran parte de esa energía militante había sido domesticada. La delegación para la que trabajaba se había constituido treinta años antes, cuando algunxs audaces limpiadorxs se dieron cuenta de que no tenían por qué ser tratadxs como basura. Aunque la actividad del sindicato había disminuido, tenía grandes esperanzas depositadas en él, ya que los relatos y fotografías de piquetes, okupaciones de oficinas y sabotajes de lxs limpiadorxs me llegaron al corazón.

Junto con otrxs becarixs, formé parte de uno de los dos “equipos de vigilancia”, responsable de iniciar el contacto con lxs limpiadorxs y crear una base de datos con información sobre posibles objetivos sindicales. El trabajo en sí fue bastante simple, aunque, en el curso de la recopilación de información, acumulé rápidamente suficientes delitos de allanamiento como para poner celosxs incluso a experimentadxs agentes de CrimethInc. Todo esto, y ¡bucear autorizadamente en contenedores! Imagínate mi deleite al estar sumergido hasta las rodillas en listas de empleadxs, facturas e informes en lugar de productos podridos y líquidos de la basura. Un niño podría acostumbrarse a esto.

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Hemos Cambiado la Muerte por Hambre por la Muerte por Aburrimiento

El lado rico de la ciudad había visto la aparición de muchos edificios de oficinas y parques empresariales, la mayoría de los cuales no habían sido identificados por el sindicato. No eran edificios sindicalizados, pero obviamente alguien los estaba limpiando. ¿Quiénes eran? Dependía de nosotrxs resolver este misterio.

No he pasado mucho tiempo en edificios de oficinas, y al verlos desde fuera, solía asumir que eran básicamente catacumbas impenetrables de cubículos dotados de guardas de seguridad y cámaras de video. Resultó que en la mayoría de los que entré no era así, y en los que sí lo era, era mucho más divertido. Un par de nosotrxs nos acercábamos al mostrador de seguridad y comenzábamos a hablar, inventándonos alguna excusa o simplemente charlando mientras tratábamos de obtener información del guarda. Mientras estaba distraído, alguien más se colaba en el edificio e intentaba encontrar las taquillas de lxs limpiadorxs.

Una cosa es distraer a empleadxs de una tienda mientras tu amiga desliza algo dentro de su bolso. Otra es intentar escabullirse de un guarda completamente armado, que no ha tenido un día emocionante en el trabajo desde que esa bolsa de palomitas de maíz se incendió en el microondas y activó todos los aspersores del cuarto piso. Se toman su trabajo muy en serio.

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Sin embargo, resulta que es posible. Me abrocho la camisa, contengo la respiración y avanzo. Miro hacia adelante y subo al ascensor.

Solo tuve un problema una vez, cuando el guarda de seguridad me vio y me dijo que esperara en el vestíbulo. Desaparecí escaleras arriba en cuanto estuvo distraído con el movimiento de la oficina, pero cuando volví a bajar me estaba buscando y tuve que esconderme detrás de una columna. Cuando le escuché hablar con otro guarda, corrí y no miré atrás.

En un edificio parecido a una fortaleza, fingí fumar hasta que una empleada salió por la puerta trasera que hasta ese momento se encontraba cerrada. Cortésmente la abrió para mí y me puse manos a la obra buscando en los armarios del sótano y metiéndome en el bolsillo algunos bolígrafos bonitos.

Salvo por mi falta de corbata, encajo bastante bien en las oficinas. Me metí en el personaje y me convertí en un prometedor becario de alguna compañía de seguros o telecomunicaciones. A nadie realmente le importaba que hiciera preguntas o asomara la cabeza por la puerta equivocada. Al fin y al cabo, nadie podría haber reconocido a nadie fuera de su oficina inmediata—la alienación capitalista estuvo por una vez de mi lado. Para ellxs, yo era solo otro esclavo sin nombre que aspiraba a conseguir el Sueño Americano.

Las taquillas de lxs limpiadorxs tienden a estar al lado de los baños o en otros lugares apartados. En cada edificio, buscaba el nombre de la empresa de limpieza que dominaba allí, por lo general, los encontraba escritos en un cubo de basura o en un envase de productos químicos de limpieza. En la zona operaban unas ocho empresas de limpieza nacionales o internacionales.

Esto funcionó en aproximadamente la mitad de los sitios, pero en los demás tuvimos que esperar hasta el anochecer para tratar de reunirnos con lxs limpiadorxs. Los edificios generalmente se cerraban después de las 6 pm, pero en los parques empresariales se puede encontrar a lxs limpiadorxs caminando entre los edificios o sacando la basura. En nuestras expediciones, descubrimos una tendencia que no debería habernos sorprendido: todxs lxs limpiadorxs no sindicadxs eran latinxs de habla hispana. La delegación sindical no tenía ni un solo hispanohablante—¿puedes creerlo?—así que intenté hablar usando las pocas palabras en español que sabía (trabajo, durruti, sindicato, nada).

Entre lxs becarixs teníamos dos compañerxs con conocimientos de español y organizaron una reunión con lxs limpiadorxs latinxs de la zona. Sólo acudió una docena de personas, aproximadamente, y denunciaron haber sido amenazadas por sxs jefxs si intentaban trabajar con el sindicato. La barrera de comunicación con el sindicato era vergonzosa, ya que varios de los problemas laborales que plantearon podrían haber sido resueltos fácilmente por alguien de habla hispana. La delegación está trabajando en este problema y espero que pronto consigan que las cosas funcionen.

El movimiento en su conjunto ha sido lento en responder a las necesidades de lxs migrantes, especialmente porque se ha enredado con el nacionalismo y el legalismo y la monotonía que conlleva ser parte mediadora del status quo.

Pero no siempre fue así.

Nuestros Sueños Nunca Encajarán en sus Convenios

El movimiento sindical nació y creció con el sabotaje como conspiración clandestina ilegal de trabajadorxs que luchaban, con cualquier medio necesario, por mejorar los salarios y las condiciones laborales. En el siglo XIX, lxs empleadxs descontentxs se reunían de noche y destruían las fábricas de lana y los molinos de algodón que amenazaban su sustento—hasta tal punto que “romper máquinas” se convirtió en un delito capital en Inglaterra. Lxs primerxs agitadorxs obrerxs de Estados Unidos tuvieron que temer por sus vidas, ya que a menudo eran expulsadxs de la ciudad o linchadxs. Las huelgas paralizaron ferrocarriles y fábricas, policías y soldados atacaron a piquetes y familias. Parecía que el mundo entero podía estallar en una guerra de clases global entre lxs que tenían y lxs que no tenían.

Temiendo el caos industrial, los gobiernos obligaron a lxs empresarixs a ceder en algunas de las demandas de lxs trabajadorxs. Los movimientos obreros fueron fundamentales en la implementación de la jornada de ocho horas, el reglamento de seguridad y salud y la Ley Nacional de Relaciones Laborales. Lxs trabajadorxs habían ganado la batalla, y muchxs, en ambos lados de la división de clases, sintieron que los sindicatos iban a poder redistribuir la riqueza y el poder de una vez por todas.

Pero en el transcurso de todo esto sucedió algo gracioso. Los propios sindicatos se convirtieron en actores legítimos en el terreno de juego político—con influencia, poder de negociación y, sobre todo, cuentas bancarias saludables. Las luchas continuaron, pero empezaron a tener menos corazón. Más dinero, pero menos corazón. Lxs agentes comerciales, procedimientos conciliatorios, lobbistas, comercios cerrados, el control de cuotas y lxs políticxs “amigxs de lxs obrerxs” ayudaron a integrar—o enredar—a los sindicatos en el buen funcionamiento de gobiernos y economías y no pasó mucho tiempo antes de que se convirtieran en pálidas sombras de lo que habían sido. ¿Seguían siendo los sindicatos una herramienta para la lucha de clases, o eran simplemente glorificados departamentos de recursos humanos?

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Volviendo a mi verano—las formalidades de la legalidad habían ahogado al movimiento obrero de la ciudad años antes, aunque muchxs en el movimiento todavía mostraban un espíritu radical. El presidente de mi delegación, un líder sindical de larga trayectoria, jovial y de buen corazón, recordaba la okupación de una prominente torre de oficinas en el centro de la ciudad y contaba cómo se podían atascar tuberías tirando tampones atados por el retrete. Esto mostraba no solo la voluntad de ser arrestado, sino también la voluntad de actuar sin ser arrestado—un rasgo aún más deseable—y sus ojos se iluminaban cuando le susurraba algunas de mis propias aventuras.

Sin embargo, cualquier acción directa quedó relegada a simples batallitas o a vídeos de “acción”, gracias a esas cuentas bancarias y a las leyes que responsabilizaban a los sindicatos de las acciones de sus afiliadxs. La patronal puede demandar a los sindicatos por acciones laborales ilegales. Los sindicatos están domesticados; apenas se discute si promover un poco de sabotaje merece la pérdida de la certificación y la quiebra.

Durante un tiempo, el sindicato había cancelado las reuniones porque parecía que no había nada de qué hablar—pero con las negociaciones de los convenios en el horizonte, era hora de ponerse en marcha. En una de las primeras reuniones a las que asistí, una mujer tomó la palabra diciendo que había leído el convenio y que el sindicato no era para lxs trabajadorxs, sino una herramienta de la patronal. Lxs delegadxs rápidamente respondieron que no, el sindicato era para lxs trabajadorxs y necesitaba volver a leerse el convenio. El sindicato son lxs trabajadorxs, dijeron. El sindicato es de lxs trabajadorxs, y lxs delegadxs únicamente empleadxs de lxs trabajadorxs.

Pero en el transcurso del verano hubo un sutil cambio de orientación interna, se pasó de machacarnos con “el sindicato son lxs trabajadorxs”, a la confesión de que el sindicato es un negocio. Los sindicatos necesitan dinero para funcionar y, para conseguirlo, están en el negocio de representar a lxs trabajadorxs, gestionar las reivindicaciones, y ocasionalmente obtener mejores salarios y mejoras en las condiciones laborales. La “planificación estratégica” de los sindicatos también se puede entender como una estrategia empresarial: los sindicatos tienen que encontrar áreas donde ya existe un mercado para su producto (el sindicato); los lugares de trabajo con pocxs empleadxs no podrán reembolsar con sus cuotas el costo de constituir el sindicato, así que esos sitios se ignoran. Por otro lado, organizar una fábrica de más de 200 personas puede conseguir que un/a agitador/a se convierta en una especie de agente comercial—entonces tienes “la vida resuelta”, me dijeron.

“La Fábrica Funciona Porque Yo lo Hago”

La delegación para la que trabajaba estaba bien establecida y tenía convenios “sindicales”, según los cuales lxs trabajadorxs contratadxs por ciertxs empresarixs se veían obligadxs a afiliarse al sindicato tras cierto número de días de empleo. De hecho, el sindicato ni siquiera se reunía con lxs trabajadorxs para que se inscribieran; sus jefxs les daban el carnet sindical y les obligaban a rellenarlo. Esto contribuyó a la desconexión entre el sindicato y sus afiliadxs. A menudo, lxs afiliadxs ni siquiera sabían que estaban en un sindicato, o no sabían lo que hacía; y de hecho, el sindicato no hacía ningún seguimiento de sus afiliadxs. Las listas de afiliadxs, que se suponía que debíamos usar para convocar a la gente a los mítines, eran terriblemente obsoletas. Pero ¿qué importaba? Las cuotas se decidían a nivel internacional, no local. Lxs empresarixs deducían las cuotas de los salarios y hacían un pago único mensual.

Colaborar con la patronal es bueno para los negocios y los sindicatos se han metido en el negocio de la colaboración. Tuve la oportunidad de ver el convenio del que se quejaba la mujer. El aspecto más decepcionante, como siempre, era el párrafo “No huelga/No cierre patronal”, que explicaba que el sindicato no podía hacer huelga mientras se cumplieran los términos del convenio. Aún mejor, si había una huelga legal, el sindicato se comprometía a enviar a las oficinas en huelga un “mínimo de personal” para que estas siguieran funcionando—sí, ¡el sindicato era el propio esquirol!

El sindicato encontró algunas dificultades para controlar a sus afiliadxs de cara a las siguientes negociaciones del convenio. Quería que sus afiliadxs aspiraran a puestos a jornada completa, pero la mayoría de lxs trabajadorxs a tiempo parcial no estaban especialmente interesadxs en cambiar su estatus. Este era un buen ejemplo de la queja que a menudo he escuchado en mi pequeña ciudad del sur: los sindicatos, dice la gente, no tienen en cuenta sus circunstancias personales y les obligan a aceptar lo que el sindicato considera que es “mejor para todxs”.

Aunque esta crítica tiende a provenir de lxs conservadorxs y es ignorada por lxs izquierdistas, que piensan que pueden determinar qué es lo mejor para todxs, tiene un cierto trasfondo radical. La mayoría de los sindicatos se han vuelto grandes y burocráticos, y su legitimidad política y económica se basa en su capacidad para mantener a raya a sus afiliadxs. El sindicato sabe qué es lo mejor; para que las negociaciones vayan bien, tus deseos deben encajar en un determinado patrón para que lxs negociadorxs puedan comprimirlos en un convenio aún más pequeño. El sindicato debe poder ofrecer a la patronal una promesa de estabilidad, una garantía de seguridad del status quo y del buen funcionamiento de la producción. De lo contrario, pierde un cliente.

Dado que estos sindicatos están estrechamente ligados al funcionamiento de la economía, por supuesto que están más interesados en el derecho al empleo que en el derecho al disfrute. Los sindicatos empresariales se aseguran de que todxs quieran lo mismo, en lugar de que lxs trabajadorxs se unan y defiendan sus deseos individuales.

Sindicalismo de Consumo

Había focos de insatisfacción dentro de la delegación y, en algunos momentos, parecía existir una esperanza de cambio entre lxs afiliadxs. Pero lxs propixs afiliadxs habían sido golpeadxs, tanto por la patronal como por el sindicato. Un joven explicó que la patronal había amenazado con tratar con dureza a lxs agitadorxs y que no estaba dispuesto a arriesgarse en el trabajo sin el apoyo de sus compañerxs—que era inexistente. Derrota, una vez más.

Más allá de las limitaciones institucionalizadas, el mayor obstáculo para un sindicato activo era básicamente la falta de una cultura de solidaridad. La gente no se defendía entre sí contra el jefe. El “sindicato” era solo otra deducción en el salario, no algo que existiera en las relaciones laborales entre trabajadorxs. ¿De qué servía un carnet sindical si se quedaba sin hacer nada en su bolsillo trasero? Tarjetas de crédito, tarjetas descuento, carnet de afiliación. El sindicalismo se convirtió en una cosa más a consumir para conseguir un trabajo mejor, la participación era opcional.

Esto no quiere decir que los sindicatos legalizados no aporten beneficios a lxs trabajadorxs. Los sindicatos estadounidenses se enorgullecen de mejorar el nivel de vida y crear una gran clase media. Muchos sindicatos han ayudado a las familias estadounidenses a conseguir al menos una parte del Sueño Americano ™ . Pero esto eliminó por completo la oposición de estxs trabajadorxs al capitalismo y lxs alejó de la participación en la lucha social. Lxs trabajadorxs de clase media, gracias a sus sindicatos y junto con ellos, han sido eficazmente domesticadxs.

¿Por qué luchar contra el capitalismo, puede preguntarse unx, si posees tu propio triturador de basura? Es una cuestión de valores. El movimiento obrero siempre ha luchado por dos cosas:

1) Autonomía, libertad y poder sobre el lugar de trabajo y la vida diaria; y

2) Riqueza.

La patronal y lxs políticxs han cedido una fracción de su riqueza, pero no han cedido ningún poder. Lxs trabajadorxs que quieren luchar por más autonomía o poder son rehenes del estilo de vida de clase media que ya tienen; luchar por la libertad significaría arriesgar su pequeño consuelo, ganado con mucho esfuerzo. La indignidad en el trabajo es el precio que tienes que pagar para vivir el sueño de tener dos coches y un montón de deudas.

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Devolviendo el “Trabajo” al “Ex-Trabajador”

Aquí, en medio de toda esta cooptación y concesión, veo oportunidades para la intervención y participación anarquista en las luchas obreras de hoy en día. Mi ciudad natal, por ejemplo, como lugar que la mayoría de los sindicatos ha ignorado, es un lugar privilegiado para un renacimiento de la organización obrera sin dinero, limitaciones o instituciones.

Y fuera de nuestros guetos punk y activistas, lxs anarquistas que estamos fuera del sistema tenemos mucho que ofrecer. Estamos acostumbradxs a vivir con casi nada, por lo que la patronal no puede amenazarnos; si podemos conectar con otrxs que estén hartxs de su poder, podemos amenazarla. Nuestra ansia de libertad y autonomía, y nuestra disposición a prescindir de la comodidad como premio de consolación, podrían ayudarnos a desarrollar nuevos métodos de cooperación y acción en los lugares de trabajo, que ningún sindicato de hoy en día podría siquiera considerar. Hemos actuado fuera de las estructuras formales durante tantos años que damos por sentado todos los beneficios de poder hacerlo; en alianza con nuestrxs compañerxs que odian el trabajo, podríamos abrir nuevas vías para una auténtica revuelta. Hemos ofrecido comida a cientos de personas en nuestras propias asambleas; asegurémonos de que nunca haya un estómago hambriento en un piquete. Nuestros Infoshops y los grupos Food Not Bombs nos han ofrecido un buen entrenamiento en la construcción de órganos comunitarios; ofrezcamos a los padres y madres trabajadorxs guarderías y desayuno gratis para sus hijxs. Y diversión, la diversión es casi una ideología para la mayoría de nosotrxs; compartamos nuestros juegos, proyectos y optimismo con lxs trabajadorxs y compañerxs de trabajo, para que nadie tenga que volver a casa y consumirse de nuevo frente al televisor. La unión que surge de ellxs es exactamente la base que hace posible la resistencia colectiva.

Lxs que estamos fuera del sistema tenemos muchas cosas a nuestro favor que las organizaciones sindicales de hoy en día no tienen. A diferencia de la mayoría de ellxs, no tenemos gastos generales. Podemos robar o estafar lo que necesitemos para luchar, okupar o sacar de la basura lo que necesitemos para sobrevivir, y viajar en tren o haciendo dedo, tal y como solían hacer lxs fieles del sindicato IWW. El dinero que recaudemos para la organización sindical se puede utilizar mejor que invirtiéndolo en salarios de personal o coches de alquiler. Como becario de un sindicato consolidado, tenía que calcular todo de acuerdo con la lógica de escasez del capitalismo—desde la pizza que comíamos, hasta cuando encendíamos las luces de la oficina, siempre nos recordaban que estábamos gastando o malgastando el dinero que nuestrxs afiliadxs habían ganado con tanto esfuerzo. Por otro lado, las organizaciones que no dependen de las cuotas para su sustento pueden ver a lxs trabajadorxs como personas reales y no solo como potenciales fuentes de ingresos.

Esto no quiere decir que lxs revolucionarixs debamos dedicar todo nuestro tiempo a hacer el trabajo sucio para el movimiento obrero “real”. Si nos tomamos esto en serio, podemos hacer nuestras propias conexiones con militantes sindicales de base y actuar en nuestros propios términos fuera de las instituciones burocráticas que han estado frenando el movimiento. El movimiento sindical formal tiene todavía muchas organizaciones y afiliadxs con visiones radicales y espíritus apasionados, pero tal vez podamos hacer algunas cosas que ellxs quieren, pero no pueden: wheatpasting, visitar casas, destrozar oficinas…

Y esta participación puede darse en ambos sentidos: si nos involucramos en las luchas obreras, será más probable que otrxs activistas obrerxs se unan a la nuestra. A mediados del verano, invité a mis compañerxs de prácticas y al personal de la delegación a unirse a una manifestación solidaria contra el G8 organizada por el grupo regional Acción Anarquista. El personal del sindicato estaba emocionado por conocer a potenciales aliadxs, y el grupo anarquista estaba muy interesado en la participación obrera, aunque no habían trabajado juntos antes. Después del trabajo, vistiendo nuestras brillantes camisetas rojas del sindicato y portando cubos de basura para usarlos como tambores festivos, nos unimos a un desfile que terminó en la Junta de Comercio local. En el transcurso de esta marcha no permitida, nos acorralaron, nos rociaron con gas pimienta y nos golpearon, pero me sorprendió e impresionó la disposición de lxs becarixs de permanecer en la acción y no retroceder.

Epílogo

Irónicamente, mientras termino este informe se ha producido una huelga, precisamente en las afueras de mi ciudad natal. La empresa quiere recortar las pensiones y aumentar los costes de la atención médica. Las plantas de cemento emplean a la mayoría de las personas de la zona y solo una de esas plantas está sindicalizada. Las otras están observando—la patronal nerviosa, lxs trabajadorxs emocionadxs. Si lxs huelguistas consiguen sus reivindicaciones, es muy probable que el sindicato sirva de inspiración para los otros centros. Y así, después de todos mis desplantes contra los sindicatos y sus convenios y compromisos, algunxs de nosotrxs bajamos a pasar el rato con lxs trabajadorxs y a llevarles mucha, mucha comida recogida de los contenedores. El piquete es fuerte—todxs lxs trabajadorxs de esta planta de más de 100 empleadxs, han dejado sus puestos en este estado que defiende el derecho al trabajo1. Lxs esquirolxs tienen problemas para mantener la producción: después de una semana, cuatro clientes ya han dejado de hacer pedidos. Tuve la oportunidad de hablar con la gente de allí, con sus gorras de John Deere, sus camisetas de Harley y, por supuesto, su té dulce. Se mantienen unidxs y todxs apoyan al sindicato. Es inspirador encontrar otro bastión de resistencia en esta húmeda ciudad que una vez perdió la esperanza. Tengo algunos números y nos mantendremos en contacto. Disfrutaron del puré de patatas casero y les prometí llevar más. No hablé de anarquismo en el piquete—no era necesario. Saben lo que pasa. Cualquier sureñx de clase trabajadora sabe que lxs políticxs lxs han abandonado y que sus jefxs no se preocupan por ellxs. La pregunta es qué podemos hacer al respecto, juntxs.

  1. “Derecho al trabajo” es un eufemismo para justificar al esquirol.