La semana pasada se produjeron una serie de manifestaciones en la ciudad de Nueva York después de que la policía atacara a una persona a la que acusaba de evadir el pago del billete en el metro. La policía abrió fuego y disparó a la persona sospechosa, a un agente y a varias personas que se encontraban en la estación. Esto muestra el coste real de que la policía haga cumplir la tarifa del metro. Recibimos el siguiente informe de una acción masiva de evasión de tarifas en Manhattan en la noche del 18 de septiembre.
No tiene sentido que la policía dispare al azar a la gente para hacer cumplir una tarifa de 2,90 dólares. El metro debería ser gratuito, ya que en primer lugar sirve para poner a la clase trabajadora a disposición de los especuladores capitalistas. Los recursos para hacerlo posible existen, simplemente son rehenes de la clase dominante, para la que las vidas de la gente corriente no tienen ningún valor.
Fue una manifestación muy parecida a la que se describe a continuación la que desencadenó el levantamiento chileno de 2019, desencadenando acciones de imitación en Estados Unidos. Las luchas contra el coste del transporte público y la policía asesina que lo impone continúan en todo el mundo.
Fotografías de Abu Zeek.
«Live Free, Ride Free, Fuck NYPD» (Vive libre, viaja libre, que se joda la policía de Nueva York)
El domingo 15 de septiembre, agentes de policía de Nueva York dispararon balas reales al azar contra el tren L en la estación de Sutter Avenue, en la frontera entre Brownsville y East New York, Brooklyn. Perseguían a un hombre negro que supuestamente se había saltado el billete de 2,90 dólares entrando por una puerta de salida. Le dispararon a él y a dos desafortunados transeúntes, uno en el brazo y otro en la cabeza. También dispararon a uno de los suyos, un agente de policía, que sigue siendo el principal foco de preocupación en todas las declaraciones oficiales del gobierno municipal.
El 17 de septiembre empezó a circular un llamamiento autónomo a reunirse en Union Square para una transgresión masiva de billetes a través de una publicación en Internet y un volante impreso con el mantra «Live Free, Ride Free, Fuck the NYPD» (Vive libre, viaja libre, que se joda la policía de Nueva York) y caricaturas que mostraban a personas saltando los tornos. No parecía haber organizaciones implicadas, ni manifiestos, ni roles asignados.
A las 7 de la tarde, 250 o más personas se reunieron en las escaleras de la calle 14, evaluaron la situación y compartieron un plan entre pequeños grupos. Consideraron varias estaciones diferentes como opciones, en vista del gran número de policías apostados en las entradas y de la disposición general de los andenes.
Como informó uno de los participantes
7:30. Estaba enfermo de miedo y de deseo. Había trazado el perímetro de la multitud congregada en Union Square. Había unas doscientas cincuenta personas, la mayoría con máscaras o kaffiyehs. La concurrencia era buena si se tiene en cuenta el poco tiempo que había transcurrido entre el tiroteo y la manifestación; buena si se añade el hecho de que ésta era simplemente una de las muchas marchas convocadas esa semana y, de hecho, ese día. Mientras que muchas de las otras protestas habían sido convocadas por organizaciones establecidas con miles de seguidores en las redes sociales y recursos para compartir con sus participantes, esta humilde marcha no contaba con un organismo organizador central. Había un panfleto, sí, pero el hilo común que unía a esta valiente colectividad era el deseo de actuar, de hacer algo, lo que fuera posible, para contrarrestar la violencia policial en el metro.
Sin líderes claros ni discursos planificados, el grupo se arremolinaba a la espera de que alguien tomara la iniciativa. En la calle 14 había furgones policiales que se extendían por varias manzanas fuera de Union Square. Hablando entre ellos, algunos grupos de afinidad decidieron que una marcha hacia la calle 4 Oeste podría reducir el número de policías, un plan que dependía de la idea de que a la policía le llevaría más tiempo movilizarse que a las ya ansiosas personas asitentes. El plan de la marcha se difundió entre la multitud y, a las 7:45, ya estábamos saliendo de la plaza y en la calle. Estas primeras manzanas resultarían decisivas.
Cuando la multitud salió de Union Square, un oficial de camisa blanca, solo pero envalentonado por la numerosa presencia policial, amenazó con detener a cualquiera que se atreviera a salir a la calle. El desafío fue respondido con intentos inmediatos de la policía de arrebatar y agarrar; esto empujó a la marcha a continuar por la acera.
Cabe señalar que los policías se mostraron más valientes al principio y al final de la noche. Aunque no fue en absoluto catastrófico, los camisas blancas tuvieron un efecto desmesurado en una multitud por lo demás enérgica. Una mayor resistencia física en el frente podría haber hecho frente a la situación, envalentonando a la multitud en lugar de amplificar el miedo.
La multitud marchó rápidamente por Broadway, sin dejar de forcejear con los camisas blancas, aunque estos últimos eran cada vez menos numerosos. Un participante grafiteó el banco Wells Fargo. Resultó que mucha gente había venido preparada para tirarse al suelo, aunque puede que la marcha fuera demasiado apresurada para ello, lo que hizo que se perdieran oportunidades. La agresión mutua entre la mayor fuerza policial metropolitana del mundo y personas que llevaban todo el año en las calles protestando por el genocidio de Gaza aportó una tensión apropiada a la corta noche.
La marcha giró a la derecha en la 8ª, luego a la izquierda en University, continuó por el parque hasta la 4ª y subió por la 6ª hasta la boca de metro de la 8ª y la 6ª Avenida. El frente de la marcha superó a la policía en la entrada poco vigilada, con 100 o más personas saltando los tornos, a pesar de los intentos de la policía de agarrar a gente y esfuerzos para impedir los objetivos. Durante unos instantes, un torbellino atravesó la estación, dejando en el andén mamparas destrozadas, cámaras pintadas y marcas de pintura en aerosol.
Se distribuyeron octavillas entre los viajeros, en las que se explicaban las intenciones del acto y se planteaba la pregunta ¿Qué viene después? Algunas personas habían venido a hacer algo más que esto, otros no tenían ni idea de lo que estaba pasando, y a muchas personas de la segunda mitad de la marcha se les impidió entrar juntas en el metro. Se produjeron varios enfrentamientos, con manifestantes gritando a los policías, pero la mayoría de la gente se había dispersado a pie o en vagones de tren a las 9 de la noche.
La convocatoria autónoma de esta acción cortó la tendencia a esconderse tras la burocracia de la seguridad, la responsabilidad o la gestión. En consecuencia, atrajo a una multitud valiente y dispuesta a tomar la iniciativa para lograr un objetivo sencillo. Esta evasión masiva de tarifas públicas buscó un equilibrio entre confrontación y participación que rara vez se ha visto este año. Las evasiones masivas de billetes son el escenario perfecto para ello, ya que el potencial de conflicto entre la multitud y la policía es elevado. Evadir el pago del billete en este contexto, más que en nuestros desplazamientos diarios o en una formación clandestina, no es un intento de eludir a la policía, sino de prepararse para los enfrentamientos y llevarlos a cabo en un terreno favorable, en el momento adecuado, con la energía y el número adecuados.
Durante las manifestaciones de FTP1 en 2019, las fuerzas del orden utilizaron el largo pasillo de la entrada de la calle 4 para acribillar y detener a los evasores del pago del billete. Algunas personas que participaron en las acciones del miércoles en esas manifestaciones; su experiencia y reflexiones estratégicas seguramente informaron la decisión de tomar la entrada de la Calle 8.
El tiroteo que la policía perpetró el 15 de septiembre es indudablemente inquietante. Tanto el hecho de que pudiera tener lugar como las justificaciones que la policía de Nueva York ha ofrecido para ello implican que el público debe estar sujeto al control policial por medios letales sin importar las circunstancias.
En respuesta a semejante atropello, no podemos limitar nuestros horizontes a los daños monetarios, los disturbios o los casos individuales de acción directa. La policía y la violencia que perpetra constantemente contra las comunidades no son simples cuestiones políticas que puedan reformarse mediante una campaña activista cuidadosamente organizada. Los tiroteos policiales, la liberación palestina, el aumento del coste del transporte público: todos ellos son «asuntos únicos» que, de hecho, sólo podrían abordarse mediante una rebelión masiva. La rebelión masiva podría cambiarlo todo, o sólo podría satisfacer las demandas de un único asunto, pero es el único método que funcionará para provocar el cambio en relación con cualquiera de ellos.
Cientos de personas enfrentándose a la policía, afirmando su propia agencia sobre el cambio histórico: este tipo de autotransformación es una condición previa necesaria para la revolución. Sólo la acción insurreccional de masas puede derrocar al Estado. La acción asimétrica clandestina puede desorganizar al enemigo, puede sobresaltarlo y levantar su moral, puede utilizarse en momentos defensivos, pero esto tiene que culminar en maniobras a gran escala, en enfrentamientos ganables si queremos ver un cambio a largo plazo.
Es difícil saber cuándo y dónde esto será posible, e incluso entonces, puede que no tenga éxito. Pero tenemos que intentarlo. Como trampolín hacia ese horizonte, el sentimiento general debería ser que la evasión de tarifas es la nueva normalidad, que es popular, participativa, incontrolable y que no puede detenerse.
Las experiencias del movimiento para detener Cop City y del movimiento en solidaridad con la resistencia palestina indican que la acción directa clandestina no es suficiente contra la policía o el ejército. Necesitamos miles de personas que creen una situación impredecible e ingobernable. Los pequeños grupos cerrados que emplean una estrategia de secretismo no pueden conseguirlo por sí solos, por muy decididos que estén. Pero estos grupos pueden animar y unirse a multitudes más grandes para ampliar la comprensión popular de lo que es posible. Pueden desarrollar y difundir la capacidad de ganar enfrentamientos con las fuerzas que existen para impedir el cambio revolucionario.
Los grupos organizados que se comunican y actúan en agrupaciones pueden crear un contexto político en el que sea posible una dinámica de masas desenfrenada al asistir a acciones organizadas por otros, pero también pueden tomar medidas por sí mismas para crear oportunidades para que grandes multitudes se reúnan en condiciones que se presten a la iniciativa autónoma y a la actividad participativa. Esa fue la premisa de esta acción, que no es más que una de muchas en un ecosistema de protestas y otros esfuerzos muy diversos.
Esa misma noche se rompieron los lectores de tarjetas OMNY y se marcaron las paredes de la estación Halsey L, lo que dejó libre el paso durante todo el día hasta que la MTA pudo reparar los daños. Esto fue gratificante y significativo, sin duda, pero lo que se puede conseguir en acciones de atropello y fuga a las que sólo se puede invitar no se acumulará cuantitativamente de forma lineal a menos que desafiemos cualitativamente la capacidad de las fuerzas del orden para controlar el espacio público. Para ello se necesitan grandes multitudes. Existe una pequeña tensión entre estos dos enfoques de la acción subversiva; es tarea de los y las aspirantes a revolucionarias conciliar estas tensiones.
Apéndice
Imágenes del movimiento de evasión de tarifas de 2019 en Chile.
-
FTP significa muchas cosas, entre ellas ‘Feed the People’ (Alimentar al pueblo) y ‘For the People’ (Para el pueblo), pero significa ‘Fuck the Police’ (Que se joda la policía) cuando se trata de protestas en el metro. ↩