En abril de 2001, en el punto álgido de la fase denominada “antiglobalización” del movimiento anticapitalista mundial, anarquistas de toda América del Norte se reunieron en la ciudad de Quebec para oponerse a una cumbre transcontinental destinada a establecer el “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA). Podría decirse que los enfrentamientos resultantes representan la culminación de los poderosos movimientos sociales de esa época. En la siguiente narración, un participante en lo acontecido en la ciudad de Quebec ofrece un relato detallado de las épicas batallas que tuvieron lugar en las calles del 20 al 21 de abril, incluyendo fragmentos seleccionados de la cobertura mediática anarquista de esa época. El resultado es, cuando menos, una lectura emocionante, pero también un importante documento educativo que tiene mucho que ofrecer a lxs anarquistas de hoy.
Desde las protestas contra la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Seattle a finales de 1999, en la que el movimiento anticapitalista irrumpió en el escenario mundial, hasta las manifestaciones contra el ALCA en la ciudad de Quebec, la organización y táctica anarquistas experimentaron un renacimiento histórico en Norte América. El Black Bloc de Seattle había estado formado por poco más de un centenar de participantes; si bien sus acciones fueron inspiradoras e influyentes para muchas personas, también fueron extremadamente controvertidas. Sin embargo, para abril de 2001, lxs anarquistas y otrxs antiautoritarixs habían asegurado para las estrategias de confrontación un lugar central en estas acciones.
Las movilizaciones masivas en Londres, Seattle, la ciudad de Quebec y otras partes del mundo no fueron simplemente reactivas. Lxs anticapitalistas pasaron a la ofensiva, consiguiendo amplias coaliciones para llevar la lucha directamente a la puerta de las organizaciones mundiales del comercio, interrumpiendo sus reuniones y socavando sus estructuras de apoyo. Para entender esto en el contexto del movimiento actual contra la violencia policial, imagina si, en lugar de protestar cada vez que la policía asesina a alguien, lxs que se oponen a la brutalidad policial, bloquean repetidamente las conferencias nacionales de organizaciones como la Orden Fraternal de Policía y lxs políticos que las financian, haciéndoles imposible coordinarse a escala nacional y cristalizando una narrativa de oposición pública generalizada.
Como relata David Graeber en The Shock of Victory, este enfoque demostró ser extremadamente efectivo. El acuerdo del Área de Libre Comercio de las Américas fue contundentemente derrotado, a pesar de una movilización policial sin precedentes para defender la Declaración Ministerial de 2003 de Miami. Si bien nacionalistas de extrema derecha como Donald Trump se apropiaron del legado que los elementos reformistas del movimiento antiglobalización dejaron, lxs anarquistas propusieron una solución transformadora a los problemas engendrados por el capitalismo, una solución que sigue siendo prometedora a día de hoy.
El siguiente relato es una adaptación de un libro de memorias de próxima aparición en PM Press, titulado Ready to Riot: A Chronicle of Anarchist Experiments in Militant Organization & Action, 1995-2010. Para más información, puedes seguir a @batallonbakunin en Twitter.
Colección de imágenes de las protestas.
“¡No tenemos nada, destruyamos todo! ¡Adelante, a la ciudad de Quebec!”
El siguiente llamamiento a la acción se publicó originalmente en marzo de 2001, en el número #5 de la publicación anarquista mensual Barricada1,—altavoz del abiertamente conflictivo Barricada Collective de Boston, que también había sido fundamental, unos meses antes, en la organización del Black Bloc contra la toma de posesión de Bush.
“El fin de semana del 20 al 22 de abril, las élites gobernantes de las Américas se reunirán en la ciudad de Quebec para discutir la implementación del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) y, en gran medida, el futuro de todxs nosotrxs. El ALCA representa esencialmente la ampliación del TLCAN para incluir a toda la región de las Américas. ¿El objetivo? Despejar aún más el camino a las leyes que permiten a las multinacionales demandar a los países miembros cuando sienten que una medida del gobierno impide el “libre comercio”, atacar aún más los ya frágiles sistemas de seguridad social que tenemos, allanar el camino para una posible privatización de escuelas, hospitales, y resto de servicios sociales, y consolidar aún más la dictadura del capital en las Américas.
Son las vidas de todxs en las Américas, aquellas con las que jugarán en la cumbre en la ciudad de Quebec, las vidas de todxs lxs Americanxs (del norte, del sur o del centro) trabajadorxs, campesinxs, desempleadxs, jubiladxs o estudiantes. Sin embargo, por alguna razón, lxs líderes “democráticxs” que nos gobiernan se han olvidado de invitarnos a esta cumbre, o incluso mostrarnos los textos que a este respecto se estarán debatiendo. No solo eso, sino que además han llegado a construir una enorme valla alrededor de una gran parte de la ciudad de Quebec para mantenernos fuera. Todo esto ha llevado a muchas organizaciones reformistas a protestar, y estarán en la ciudad de Quebec para exigir un “lugar en la mesa”.
Sin embargo, nosotrxs, antiestatalistas, antiautoritarixs, anticapitalistas y revolucionarixs, convergeremos en la ciudad de Quebec por una razón diferente. No estamos interesadxs en un lugar en la mesa del capitalismo, o en dotar de una cara más humana y amigable a lo que sabemos que es un sistema inherentemente defectuoso. Tenemos una visión diferente, la de una sociedad basada en la ayuda mutua y la solidaridad, donde no se roba a las personas los frutos de su trabajo y donde las decisiones que afectan a todxs las toman todxs, y no unxs pocxs elegidxs. Y, lo que es igualmente importante, una sociedad en la que la gente sepa quiénes son sus enemigxs y esté lista para enfrentarse a ellxs. Nos interesa nada menos que la destrucción de la “mesa del capitalismo”.
La Cumbre de las Américas es un ataque contra todxs y debe ser tratada como tal. Debemos mostrar a las élites gobernantes de las Américas que estamos listxs para resistir sus ataques y contraatacar. Debemos mostrarles que somos ingobernables y que ninguna policía puede mantenerlxs a salvo de la ira de aquellxs a quienes oprimen.
El viernes 20 de abril es el día de acción convocado por la Convergencia Anticapitalista y el Comité de Bienvenida de la Cumbre de las Américas. Las acciones de este día se dividirán en tres “bloques”. Un bloque verde, con riesgo mínimo o nulo de arresto; un bloque amarillo, para las personas que planean hacer desobediencia civil; y un bloque rojo, para la multitud “orientada a los disturbios”.
Por ello, hacemos un llamamiento a todxs lxs revolucionarixs militantes a que converjan en la ciudad de Quebec el 20 de abril en el bloque rojo, para mostrar a las élites gobernantes que ninguna valla es lo suficientemente fuerte como para resistir la fuerza del pueblo cuando estalla la ira de clase. ¡¡Es hora de la Ofensiva Revolucionaria Anticapitalista!!
NO EMPEZÓ EN SEATTLE, NO TERMINARÁ EN QUEBEC
Ofensiva Revolucionaria Anticapitalista Primavera 2001”
En Algún Momento de Abril de 2001: Cruce Fronterizo Remoto, Este de Maine
Meses de intrigas, conspiraciones y planificación—y todo se redujo a este momento tan trascendental. Me recliné en mi asiento, abrí la boca de par en par, dejé mi lengua fuera lo suficiente para ser creíble y, en general hice todo lo posible para parecer patéticamente dormido.
Llegamos. “¿A dónde os dirigís chicxs?” nos preguntó. Abrí un párpado—la curiosidad era demasiado para mí. Parecía mayor, amigable, inocente. Eran las 3 de la mañana y estaba sola. Buena señal. “A Terranova señora, viaje de esquí señora”, respondió nuestro conductor, ataviado, como todxs, con su mejor atuendo yuppie. Yo, personalmente, vestía pantalones caqui, un chaleco Carhartt y gafas de sol alrededor del cuello de la camisa, a pesar de ser noche cerrada—en mitad del invierno—en el gran norte sin sol. Había visto yuppies en la naturaleza antes, ¡y aparentemente hacían estas cosas! Un mapa impreso de la zona de esquí en la que habíamos hecho las reservas, así como dos pares de esquís en el medio del coche, completaban nuestro disfraz.
“¿Todxs ciudadanxs estadounidenses? ¿Algún historial criminal? La tensión era insoportable. Conocíamos esta rutina y estas eran exactamente las preguntas que esperábamos evitar. El motivo de esta, algo compleja, operación para entrar en Canadá, era que nosotrxs éramos el coche sucio. El que estaba lleno de niñxs problemáticxs, viajando en grupo para no comprometer a nadie en el próximo envío de anarquistas, todxs todavía legalmente “limpixs”, al otro lado de la frontera. No todxs éramos ciudadanxs estadounidenses, y sí, en el grupo había algunos antecedentes penales bastante interesantes.
En mi caso personal, fue aún peor. Un par de meses antes, de camino a una reunión de planificación en Montreal, nos habían detenido en la frontera. Al estilo de lxs mejores narcotraficantes internacionales, nuestro automóvil llevaba su contrabando metido dentro del revestimiento de las puertas. Por supuesto, en nuestro caso, en lugar de drogas traficábamos con la edición de marzo de Barricada. Y si bien lxs funcionarixs de aduanas no encontraron los que estaban metidos en las puertas, sí lograron encontrar el pequeño montón que algún absoluto imbécil (posiblemente yo mismo) había dejado debajo del asiento del conductor. Y esto fue lamentable. Porque, aunque Barricada nunca había sido la más sutil de las publicaciones, ese número en particular—el número cinco—era especialmente explícito. La portada era un póster desplegable a todo color de policías en llamas, con el título “¡Fuego y llamas para el capitalismo!”. No es precisamente la tarjeta de visita que se quiere presentar en aduanas e inmigración, ¿verdad? Peor aún, la última página de la revista presentaba una extensa lista de creativas maneras de cruzar la frontera hacia Canadá, que terminaba con un gráfico de una turba de personas armadas, que gritaban: “¡NO TENEMOS NADA—DESTRUYE TODO! ¡TODOS A QUEBEC!”
Todo el mundo a Quebec! Larga vida a la Democracia Directa [sic]. ¡No tenemos nada—destruye todo!
“Sí, no sé cómo llegó esto aquí, agente”, le había respondido. “Honestamente, he estado trabajando como voluntario en una librería y nos pidieron que se las lleváramos. Ni siquiera pensé en mirarlas, no sé nada de política. Esto es una locura. Personalmente estoy ofendido por este contenido y créame, tendré más que palabras con las personas que me las dieron. ¿Qué es lo que pregunta? ¿Si nos dirigimos a la ciudad de Quebec? No, por supuesto que no. Somos solo jóvenes estudiantes universitarixs de camino a Montreal para beber alcohol”. Fue la historia más poco convincente que he tratado de vender, y me sentí casi avergonzado de decirla en voz alta. Por lo que aún hoy en día todavía no puedo creer que, a pesar de estar básicamente anunciando por escrito, que el propósito de nuestra visita era cómo organizarnos mejor para quemar una de sus ciudades, ¡esas personas nos dejaron entrar en su país! Por supuesto, intentaron interrogarnos y nos dieron una charla sobre las virtudes de Canadá como país democrático que solo estaba interesado en mantener alejadxs a lxs alborotadorxs, y nos hicieron firmar un documento que decía que entendíamos que solo se nos permitía entrar en el área de Montreal y, que si nos encontraban en la ciudad de Quebec, estaríamos sujetxs a arresto y deportación—documento que tiré rápidamente en la primera papelera que encontré tan pronto como llegamos sanxs y salvxs a la ciudad de Quebec. Pero lo logramos, ese es el punto.
Volvamos al escenario de mi segundo intento de cruzar la frontera, el viaje de esquí. Después de un breve pero agonizante silencio, el resto del coche se rio y respondió con un “No” bastante seguro. Babeé inteligentemente. Qué concepto más absurdo. ¿Nosotrxs? ¿Estudiantes universitarixs ricxs, blancxs y yuppies, que se dirigen a una estación de esquí en un dorado coche nuevo de alquiler, gracias a la amable contribución financiera de un anciano profesor de la izquierda radical? ¿Podríamos ser criminales o extranjerxs? ¡Por supuesto que no!
“¿Puedo ver sus identificaciones, por favor?” Esto era malo. Comprobaciones de documentación a las que ciertamente no nos podíamos enfrentar. Toda esta farsa era porque no teníamos ninguna duda de que, a pesar de que se nos permitió entrar en Canadá después del incidente con los incendiarios materiales de lectura, habríamos aterrizado, como mínimo, en una lista de no-entrada y se nos negaría cruzar la frontera en el momento de la cumbre. (De hecho, más tarde supimos que muchxs compañerxs habían sido rechazadxs en la frontera por mucho menos). Mis sueños de días y noches de fuego y azufre en las calles de Quebec se escapaban entre mis dedos.
Recogió nuestra documentación, la miró por encima y comenzó a devolvérnosla. Unx de nosotrxs tenía un nombre singular. Ella señaló este hecho. “Sí señora, verá señora, mis padres son de _____ señora, y el nombre es tradicional _____ señora”. Esto fue trágico. Estaba divagando. Me caía bien, pero me vería obligado a matarlo tan pronto como saliéramos de ese lugar, sin importar en qué dirección terminamos yendo. Es una regla de oro: cuando te inventes historias, cuenta lo menos posible mientras aparentas ser una persona perfectamente normal que participa en una conversación. Cuanto más hables, más margen de error. Y, además, ¡abstente absolutamente de decir “señora” cada maldita segunda palabra!
Las cumbres anarquistas son tan canadienses como el jarabe de arce.
Afortunadamente, paró. Ella comenzó a hacernos señas para que pasáramos, luego nos detuvo. “Oh, ¿qué pasa con él? ¿El Americun? ¿Arrestos? Ella se refería a mí. Babeé desafiante. El silencio dominaba el vehículo. ¿Por qué demonios ningunx de lxs idiotas a lxs que llamo mis compañerxs abrió la boca? Finalmente, alguien respondió: “No”.
“¿Deberíamos despertarlo?” Había llegado el momento de la verdad. Si me “despertaban”, tendría que responder. Si me pidiera ver mi documentación, tendría que presentar un pasaporte, y ella tendría que comprobarlo en el ordenador, y eso sería el final de todo. Podríamos ir a casa y verlo todo en televisión. O lo que es peor, tendría la tentación de decir una mentira descarada, y muy posiblemente pasaríamos la cumbre sentadxs en una celda, sin siquiera el privilegio de verlo en televisión.
“No, déjale dormir”. Babeé victoriosamente, una sonrisa malvada se dibujó en mi imaginaria cara oculta. Nos hizo señas para que pasáramos. Fue allí, en esa carretera olvidada de Maine, en el camino directo a Terranova y a varios cientos de millas al este de Quebec, donde obtuvimos la primera de lo que sería una semana de muchas victorias. Estábamos a salvo al otro lado de la frontera.
Solo Porque Eres Paranoico…
Lo siguiente que recuerdo es que estábamos conduciendo hacia la ciudad de Quebec. Incluso hicimos un esfuerzo adicional para conducir alrededor de toda la ciudad para entrar desde el norte, por si acaso la policía controlaba las carreteras de entrada desde los EE. UU y el oeste de Canadá. ¡Realmente no queríamos perdérnoslo!
Pasamos por delante del punto de convergencia en nuestro elegante coche de alquiler, con bastantes pares de ojos fijos en nosotrxs—estaban pensando claramente: “Esxs son indudablemente secretas, trata de recordar sus caras, puede serte útil en los días que están por venir.” (Nota para vosotrxs, jóvenes, nunca, nunca, nunca vayáis al punto de convergencia. Son trampas mortales para inocentes, crédulxs e indefensxs, llenos de vigilancia, policías, locxs y cualquier otro peligro imaginable).
Recuerdo con gratitud a nuestro valiente y hasta el día de hoy muy admirado conductor, a pesar de mis temores en la frontera. No solo le obligamos a tomar la ruta más larga de la historia desde Boston a la ciudad de Quebec, sino que … él inmediatamente emprendió el viaje de regreso a Boston, solo para regresar. unos días después, con otro coche lleno de anarquistas enloquecidxs. ¡Un héroe olvidado si alguna vez hubo uno!
Recuerdo estar sentado en reuniones conspirando con personas que no conocía, usando un pasamontañas todo el tiempo porque nunca se sabe quién puede estar allí y nunca se puede ser demasiado cautelosx. Me negué a asistir a lo que resultó ser una agradable manifestación nocturna de precalentamiento, por temor a que hubiera detenciones preventivas, como había ocurrido en algunas movilizaciones masivas anteriores. Básicamente recuerdo estar encerrado en la “casa segura” y esperar a que llegaran los días de acción, con una creciente sensación de paranoia.
Me sentí como el fugitivo más buscado del mundo, independientemente del hecho de que no era culpable de ningún otro crimen aparte del de fantasear con romper cristales, policías entrando en pánico, vallas derribadas y políticxs humilladxs y avergonzadxs. Bueno, supongo que todxs éramos culpables de algún tipo de conspiración y probablemente era todo menos normal vivir en una casa con los suficientes cascos y palos de hockey como para equipar a varios equipos profesionales de hockey sobre hielo—pero aparte de esos detalles, éramos ciudadanos modelo. Estaba tan paranoico que cada vez que hacía atravesando la calle el intrépido viaje hacia el supermercado, casi esperaba que la cajera me echara un vistazo y ordenara que se cerraran las puertas de la tienda mientras llamaba a la policía, murmurando nerviosamente en francés “uhh, tenemos uno aquí, estoy bastante segura de que está aquí por los disturbios”, con un extraño acento quebequense, por supuesto.
Ahora bien, ojo, esto no era el miedo de lxs inexpertxs, o lo que sea. Era el miedo del alborotador compulsivo, sintiéndose lo suficientemente afortunado de haber llegado a lo que era, hasta ese momento de su vida, el mayor disturbio político programado de antemano en el que iba a tener el placer y el privilegio de participar. Muchos otrxs, al menos tan merecedorxs como yo, habían sido rechazadxs en la frontera, obligadxs a seguir los acontecimientos en televisión como una especie de versión anarquista de la Super Bowl— pero para nosotrxs, todo iba perfectamente. Todo lo que quedaba por hacer era esperar pacientemente … ¡y me estaba matando!
Para ser justxs, nuestra seguridad en la ciudad de Quebec tuvo muy poco que ver con la suerte y mucho con el intenso esfuerzo, la organización y la planificación que habíamos realizado para que esta movilización fuera un éxito. Junto con compañerxs de otras ciudades, habíamos redactado las dos convocatorias de la “Ofensiva Revolucionaria Anticapitalista”, que posteriormente se publicaron en el número #5 de Barricada, firmada por un “Colectivo Organizador Autónomo de Anti-Autoritarixs del Medio Oeste, Noreste, Montreal y Quebec”—con el sospechoso descargo de responsabilidad de que habíamos “recibido estos textos de forma anónima” y simplemente estábamos “imprimiendo esta convocatoria y dándole espacio en nuestra publicación para asegurar el éxito de esta iniciativa ”. Como no somos partidarixs de la improvisación, habíamos estado en la ciudad en varias ocasiones durante los meses anteriores y habíamos tomado parte activa en asegurar que los efectivos adecuados se movilizaban a la ciudad, que dispusieran de la logística necesaria para que su llegada fuera segura, que una vez que hubieran llegado estuvieran bien atendidxs y equipadxs, y—lo que es igual de importante—intentamos proporcionar la coordinación y la cohesión políticas necesarias para garantizar que podíamos disponer de una fuerza de combate eficaz en las calles de Quebec, no sólo desde el punto de vista táctico, sino también político.
… No Significa Que No Van a por Ti: El Asunto Germinal
El 17 de abril, apenas tres días antes del inicio de la cumbre, Francois, uno de lxs compañerxs quebequenses, entró sin aliento en la casa y nos informó de que seis individuos de Montreal habían sido arrestadxs mientras se dirigían a la ciudad de Quebec, “con un arsenal de granadas de humo, escudos y bates de béisbol que la policía aseguraba que se iban a utilizar en la cumbre”. A pesar de la desafortunada detención de algunxs compañerxs, un arresto preventivo de camino a una cumbre no parecía, en principio, especialmente fuera de lo normal, aunque la pérdida de un pequeño arsenal de escudos, bates y bombas de humo fuera un inoportuno contratiempo.
Sin embargo, Francois parecía extraordinariamente preocupado. Nuestro amigo quebequense, que perdió temporalmente el control del idioma inglés debido a su agitación, luchó por encontrar las palabras. “No. No estáis comprendiendo. ¡Germinal! Es la gente de Germinal. ¡Uno de ellxs era policía!”
Nuestras espaldas se arquearon, nuestros pensamientos se dispararon e intercambiamos miradas urgentes mientras comenzábamos a entender lo que estaba diciendo y las implicaciones que tenía para nosotros. La parte “Montreal” del “Colectivo Organizador Autónomo de Antiautoritarixs del Medio Oeste, Noreste, Montreal y Quebec” eran, de hecho, entre otrxs, compañerxs de Germinal con lxs que nos habíamos reunido en más de una ocasión. Germinal era un grupo pequeño, pero políticamente heterogéneo2. Como se describieron a si mismxs en un comunicado de prensa pocos días después de las detenciones, se definían como un “movimiento de autodefensa política basado en el principio de enfrentar la fuerza policial en igualdad de condiciones”. En sus palabras, “nuestra lucha nos ha enfrentado a lxs matonxs del estado” y “para resistir eficazmente … a la fuerza organizada, es necesario organizar también la autodefensa civil”. Este era un sentimiento y un espíritu con el que nos identificábamos, enfocadxs como estábamos en asegurar que nuestro lado llegaba al inminente enfrentamiento con el mejor material y preparación política posibles, para no ser meros sacos de boxeo para lxs matonxs del Estado. No era de extrañar que nos hubiésemos acercado lxs unxs a lxs otrxs mientras nos preparábamos para la cumbre.
Alguien dijo lo que todxs estábamos pensando. “¡Tenemos que largarnos de aquí, ahora mismo!”
Jorge guardó silencio, evaluando la situación. “¿A quién dijiste que pertenece este lugar? Dijiste que no eran políticxs, ¿verdad? preguntó a Francois.
“Bien, pertenece a un amigo no político de una amiga no política”.
“Está bien, entonces por ese lado estamos a salvo. Entramos en Canadá sin nuestros pasaportes o DNI, con un coche cuyas placas no se relacionan con ninguno de nosotros, y que de todos modos ya está en los EE. UU. Así que tampoco hay nombres que buscar ni un coche que pueda traerlxs hasta aquí”. Miró a Francois, luego a Cadger, luego a mí. “Nuestra seguridad aquí depende de que todos seamos honestos y admitamos errores si los cometimos. Sea cual sea la vergüenza que se pueda sentir—creedme, sería mejor que todos nosotros detenidos porque alguien estuviera demasiado avergonzado para ser honesto”.
Continuó su interrogatorio, lleno de camaradería, pero decidido. “¿Alguno de vosotros usó su nombre real durante alguna de estas reuniones o en las consultas?” Nos miraba a Cadger y a mí, ya que éramos los únicos dos miembros de Barricada que habíamos asistido a las consultas. Las consultas fueron asambleas generales abiertas a las que asistieron cientos de activistas de todo tipo; las habíamos aprovechado para mantener encuentros privados con otros grupos militantes. Habíamos convertido en un arte el hecho de utilizar cada uno un nombre nuevo y totalmente corriente en cada reunión, movilización o ciudad que visitábamos; el único inconveniente eran los numerosos momentos incómodos en los que, en el transcurso de una reunión o evento, alguien se dirigía a uno de nosotros por su supuesto nombre, y esa persona no reaccionaba hasta que la situación se hacía ineludiblemente evidente. “¡Ah—sí, claro—Joe! Sí, es a mí a quien te diriges, porque Joe es de hecho mi nombre y lo ha sido desde que nací”.
Volvemos a la sala de estar en la ciudad de Quebec. “Francois, además de tu grupo de afinidad y nosotros, ¿alguien más sabe que estamos aquí? Porque ese es realmente el único eslabón débil que se me ocurre”. Francois negó con la cabeza con convicción. Jorge presentó su conclusión: “Creo que aquí estamos más seguros. La casa de cualquier compañerx será peor, definitivamente no podemos registrarnos en un hotel, e incluso caminar por la calle nos expone a que nos detengan. Finalmente, si tuvieran intención de hacer una ola de detenciones, las habrían llevado a cabo simultáneamente para que no pudiéramos dispersarnos y desaparecer. Sé que parece contradictorio, pero no creo que nos persigan. Creo que estamos más seguros aquí “.
Mientras Cadger y yo ya estábamos básicamente a medio camino de la ventana, Jorge hizo algunas observaciones acertadas. Miré con amor nuestra montaña de cascos, palos y discos de hockey y reflexioné sobre el triste hecho de que, si nos íbamos, nos veríamos obligados a abandonar nuestro arsenal. Dejando de lado el folklore del combate y el romanticismo fuera de lugar, abandonar nuestros materiales sería un serio revés para el bloque más grande, ya que habíamos almacenado materiales para unas cuarenta o cincuenta personas. Tomamos las precauciones necesarias, como establecer una guardia de veinticuatro horas, y la decisión política de que, si venían, resistiríamos con la esperanza de crear un enfrentamiento que pudiera durar el tiempo suficiente como para que más activistas se reunieran y crearan un conflicto visible. Pero decidimos quedarnos.
Si hubiéramos sabido entonces lo que aprendimos poco después, no solo nos hubiéramos dispersado a los cuatro vientos inmediatamente, probablemente hubiéramos procedido también a salir de Canadá lo más rápida y discretamente posible. Nuestra suposición en ese momento, que parecía razonable, era que probablemente había existido un informante en el entorno social de Germinal—un simpatizante de confianza a quien alguien le habría contado demasiado, lo que habría llevado a la policía a un dar golpe relativamente afortunado.
En verdad, la realidad era digna de una novela de espías. Si bien a veces nos subestimamos a nosotrxs mismxs y al peligro que representamos para el estado, ellxs nos tomaron muy en serio y estaban dispuestxs a invertir una gran cantidad de fondos, tiempo y energía para tratar de neutralizarnos.
Como Mario Bertoncini, unx de lxs miembros de Germinal arrestadxs, explicó en una entrevista unos meses después,3 “La policía descubrió nuestro movimiento siguiendo una pista en noviembre” (del año 2000). A principios de diciembre se elaboró un informe de 34 páginas a partir de información entregada por un confidente de la policía, en el que se decía que “un grupo de militantes de izquierda y anarquistas se organizaba para manifestaciones en torno a la cumbre (…) con el objetivo de desestabilizarla”, lo que marcó el comienzo de una operación de meses.4
Tras varios meses de vigilancia las 24 horas y el monitoreo de todas las llamadas telefónicas entrantes y salientes de lxs miembros de Germinal que conocían, las autoridades idearon un plan para infiltrarse en el grupo. La Real Policía Montada de Canadá (GRC en francés) montó una operación conjunta con la Sûreté Quebec, el servicio de policía provincial de Quebec, en la que “crearon una empresa de transporte falsa que operaba entre Montreal y Quebec, buscando contratar a unx de nuestrxs miembros”.5 Sabiendo que Jean-François Dufresne, uno de lxs miembros de Germinal, estaba buscando trabajo, procedieron a colocar anuncios (en el área) alrededor de su apartamento. De hecho, Jean-Francois resultó ser la primera persona en postularse para el trabajo”, que ofrecía lo que en ese momento era un atractivo salario de 75 dólares canadienses por viaje. Jean-Francois fue contratado inmediatamente por Andre Viel, oficial de policía del GRC desde 1991. Finalmente, Alex Boissonneault, otro miembro de Germinal también fue contratado. Algún tiempo después, el oficial de policía Viel les presentó un nuevo ‘empleado’: Nicolas Tremblay, oficial de policía de GRC desde 1997”.6
Lxs agentes de policía utilizaron los repetidos y largos viajes entre Montreal y Quebec, quince de ellos en total, para ganarse la confianza de sus objetivos. La estrategia policial fue tan eficaz como clásica en la infiltración en movimientos radicales. “Primero, comienza a la ligera con una relación empleador/a-empleadx; procede a crear una falsa relación de amistad basada en supuestos intereses u opiniones comunes; finalmente, desarrolla el vínculo de camaradería que une a lxs militantes en la lucha contra un adversario común ”.7 De la forma clásica en la que actúan lxs infiltradxs, lxs dos policías que con el tiempo se convertirían en nuevxs miembros del grupo eran extremadamente ricxs en recursos materiales, que estaban ansiosxs por compartir, eran inusualmente entusiastas y, a menudo, intentaron empujar a otrxs miembros del grupo a acometer planes más radicales y violentos.8
Temiendo la infiltración y en ocasiones sospechando de sus nuevxs “compañerxs”, Mario explica que llegaron a la conclusión de que “no parecía haber ningún riesgo, ya que era inconcebible que hubieran creado un negocio, movilizado numerosos vehículos, nos hubieran contratado y hubieran invertido toda esta energía solo para nuestro pequeño grupo”. No solo resultó no ser inconcebible, sino que, según una fuente policial, toda la operación terminó costando cerca de un millón de dólares canadienses.
¿El resultado final? Siete arrestos y cargos de “conspiración para cometer actos que podrían representar un peligro real para la vida de las personas”, “posesión de explosivos con intenciones peligrosas”, “robo y ocultación de equipo militar por un valor inferior a $ 5000” y la teatral puesta en escena de una rueda de prensa el 18 de abril, en la que la policía presentó el formidable arsenal del llamado “Comando Germinal” a la prensa y al público en general. Los medios de comunicación estaban ansiosos por presentar la historia de lxs armadxs y peligrosxs extremistas anarquistas que conspiraban para sitiar la ciudad de Quebec, haciéndose eco de la información sobre los arrestos y publicando las imágenes de la conferencia de prensa policial en las portadas de los principales periódicos.
Según Le Soleil, lxs detenidxs “tenían a su disposición un formidable arsenal militar” y se preparaban para “causar graves daños con material militar robado (…). Lxs activistas también tenían máscaras de gas, tirachinas, dos bolsas de rodamientos de acero, escudos caseros, bates de béisbol, cascos de motocicleta, cadenas, un martillo, tenazas y varios miles de pasquines antiglobalización”.9 La teatralidad de la represión estatal se completó con la exhibición, junto con las armas en su mayoría defensivas, de una selección de literatura disidente, “incluidas copias del periódico anarquista Le Trouble”.10 Mientras que el Journal de Montréal se hacía eco del “equipo perfecto para lxs alborotadorxs”, Le Devoir llevaba el discurso policial un paso más allá y escribía que se habían encontrado “bombas” entre el material del grupo Germinal.11
Vimos la cobertura televisiva de la conferencia de prensa policial en medio de un preocupado silencio y observamos la sensacionalista cobertura periodística de la mañana del 19 de abril. Si el plan era disuadirnos, fracasó. Ya estábamos en este baile, y en este punto, no teníamos intención de abandonarlo. En todo caso, estos acontecimientos fortalecieron nuestra convicción y destacaron aún más la importancia de la batalla que teníamos por delante.
Por otro lado, si el objetivo era volver a la opinión pública contra lxs anarquistas y la resistencia militante contra la odiada valla y la cumbre del ALCA, entonces… los acontecimientos de los siguientes días probarían que fracasaron, una vez más.
Mientras que dos de lxs miembros detenidos de Germinal fueron puestxs en libertad tras unos días de detención, el resto permaneció en prisión durante más de cuarenta días. En mayo de 2002, fueron declaradxs culpables, pero en un rechazo de facto a los intentos del estado de pintarlxs como peligrosxs terroristas, todxs fueron condenadxs a varias condenas condicionales y horas de servicio comunitario.
cdn.crimethinc.com/assets/articles/2021/04/19/19.jpg
Viernes 20 de Abril, Mediodía: Universidad Laval
Por fin, afortunadamente, llegó el glorioso día. Después de una larga noche mirando con preocupación por las ventanas, tramando, llevando, sin sentido, un casco en casa y … finalmente pintando la pancarta alrededor de la que habíamos dicho a todxs lxs anarquistas en América del Norte que convergería el bloque, llegó el momento de moverse.
Jorge estaba allí, ansioso por probar la acción por primera vez, ya que no pudo participar en nuestras aventuras en la toma de posesión presidencial en Washington DC en enero. También había tenido la desgracia de estar fuera de la ciudad cuando tuvimos nuestra “discusión” con lxs nazis en Wallingford, Connecticut, los meses anteriores. Spatz, nuestra personal anarco-celebridad, más conocido como el Anarquista Volador gracias a sus hazañas en la inauguración del monumento a la Marina, también se había perdido los acontecimientos en Wallingford y estaba ansioso por volver a la refriega. Nuestro canoso veterano de las protestas en la Cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Seattle, Steve, estaba preparado para revivir esos días, y Moose, que también se había divertido en DC, estaba listo para comenzar.
Por último, pero ciertamente no menos importante, estaba Cadger. Cadger había invertido tanto tiempo y energía como yo para asegurarse de que la cumbre del ALCA no se desarrollaba sin problemas. Siempre había sido un socio de confianza en todo lo relacionado con el peligro y la criminalidad (y el aburrido trabajo de mierda también), e iba a ser mi compañero durante el día. A veces soy reacio a asociarme con otras personas durante las acciones—lo que sé que no es un rasgo positivo de mi carácter—pero si hay una persona con la que puedo trabajar, es definitivamente él. Todo el grupo de confianza se había reunido, lxs miembros restantes habían llegado a última hora de esa noche. Estábamos listxs para la batalla que se avecinaba.
La caminata desde nuestra casa hasta el punto de partida de la manifestación fue una de esas experiencias que uno seguramente nunca olvida. Tenía todas las características de un sueño surrealista. Allí estábamos, un grupo de alrededor de una docena (nosotros, más nuestra conexión local), caminando por la calle en una mañana perfectamente soleada y sorprendentemente cálida en Quebec, vestidos de negro de la cabeza a los pies. Llevábamos una pancarta cuidadosamente doblada que era extremadamente pesada. Envueltos en su interior, había fácilmente unos 40 o 50 palos de hockey con las hojas cortadas. Otrxs dxs compañerxs hicieron todo lo posible por parecer ciudadanxs normales mientras cargaban una bolsa llena de discos de hockey. Había palancas, postes, cascos, martillos. Lo que se te ocurra, lo teníamos.
Mientras lxs civiles pasaban junto a nosotros, me propuse sonreír y asentir cortésmente con la cabeza como si fuéramos simplemente un grupo de jóvenes autóctonos que salían a dar un paseo matutino. Este es un truco psicológico habitual, que a veces uso mientras participo descaradamente en actividades sospechosas. Si actúas como si fuera lo más normal del mundo mientras lo haces, la mayoría de la gente reaccionará como si fuera lo más normal del mundo mientras lo ve. Por supuesto, esta táctica solo funciona dentro de los límites de la razón y el sentido común, y los estábamos llevando al límite. Y justo cuando parecía que esta caminata no terminaría nunca—ridículamente, nos perdimos en el camino — el campus universitario apareció en el horizonte.
Nos quedamos en la relativa seguridad del campus universitario, perdidos entre la multitud vestida de negro que se estaba reuniendo. En “Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism”, el Northeastern Anarchist describió esto como “una de las movilizaciones del Black Bloc mejor equipadas y con mayor apoyo (sin mencionar la más diversa en cuanto a género) en la historia reciente de lxs activistas”. Me asaltó el temor irracional de que los disturbios previstos no se produjeran. Este temor era especialmente ridículo si se tiene en cuenta que nos encontrábamos en un grupo de al menos varios centenares en el que, por citar el artículo antes mencionado,
“Mucha gente vino preparada con chalecos antibalas, cascos, porras y escudos (para contrarrestar los ataques policiales); máscaras de gas, máscaras empapadas en vinagre y guantes gruesos (para defenderse de los gases lacrimógenos); cuerdas, ganchos de agarre y cizallas (para derribar secciones de la valla de seguridad); y tirachinas, discos de hockey, rocas, bombas de pintura y cócteles Molotov (para realizar acciones ofensivas cuando fuera necesario)”.
Cuando comenzamos a movernos, caminando por una avenida vacía de tiendas o agentes de la ley, este miedo terrible de que no pasara nada se negó a desaparecer. Aquí estaba yo, entre miles y miles de manifestantes, de lxs que unos mil o más iban vestidxs de negro y armadxs de una forma u otra, pero no podía dejar de preocuparme porque no pasara nada. “¿Y si no pasa nada?” Le pregunté a Cadger. “¿Y si simplemente no empieza? ¿Y si nadie tira la primera piedra?
Sabiamente, sintiendo mi miedo y desesperación, respondió: “Por supuesto que sí, por supuesto que alguien arrojará la primera piedra.”
“Pero ¿cómo puedes estar tan seguro?” Imploré.
“Porque, si nadie más lo hace, uno de nosotros lo hará. Y si lo hacemos, el resto de nuestro grupo también lo hará. Y luego el resto de la multitud lo seguirá.”
La caminata hacia la ciudad me recordó la larga marcha del presidente Mao. En otras palabras … ¡una marcha de la muerte! Caminamos penosamente durante dos horas, usando cascos y chaquetas bajo un calor insoportable. El camino estaba bordeado por árboles, pequeñas casas y apartamentos residenciales. No se veía ni un policía por ningún lado,12 ni nada que realmente mereciera la pena atacar. Este escenario no ayudó a disipar mis temores. Pero finalmente, justo cuando esperaba que víctimas del agotamiento por el calor algunxs comenzaran a abandonar la marcha, llegamos al primer símbolo del capitalismo internacional en nuestra ruta: una gasolinera Shell.
Inmediatamente, diferentes personas surgieron de entre la multitud y discos de hockey planearon con elegancia por el aire, rompiendo las ventanas e iniciando la hermosa música que marca la entrada a la “otra realidad” de los disturbios y las revueltas. El relajante sonido disolvió la ansiedad, y el poder de los grupos y la determinación rugieron a través del bloque. No muy lejos se erguía la valla de la vergüenza, detrás del que se acobardaban lxs ricxs y poderosxs de nuestro continente, decidiendo nuestro destino, comerciando con nuestros recursos y, curiosamente… ¡habiendo olvidado invitarnos a la fiesta!
cdn.crimethinc.com/assets/articles/2021/04/19/23.jpg
cdn.crimethinc.com/assets/articles/2021/04/19/22.jpg
Rojo, Amarillo, Verde: ¿Los Colores de la Resistencia?
“A pocas manzanas del perímetro de seguridad, un anuncio rugió en el sistema de sonido: “Gira a la izquierda para ir a la zona verde si deseas participar en un carnaval seguro y sin confrontación contra el capitalismo.”
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist # 2
Nuestra marcha se situó cómodamente en los cinco dígitos. Por supuesto, lxs anarquistas—ya sea en bloque o no—no representaban la mayoría de lxs manifestantes. El más amplio espectro del movimiento antiglobalización estaba allí representado. Estaba la tradicional izquierda radical, representada por toda la sopa de letras de las organizaciones marxistas autoritarias, incluido un contingente sorprendentemente grande y bien equipado de maoístas quebequenses. Había una buena cantidad de antiguxs anti-guerras y pacifistas, cuyo activismo parecía haber encontrado una segunda oportunidad dentro del espectro del movimiento antiglobalización. Entre ellxs se encontraban algunxs de lxs tipxs más dogmáticxs, tradicionalmente de la variedad de “policía de paz” y “marshal de desfile”. Su compromiso con el pacifismo era tan autoritario que algunxs recurrían inmediatamente a la violencia y a las teorías de la conspiración para justificar el ataque y la entrega a la policía de cualquier persona implicada en la destrucción de la propiedad. Por último, había habitantes de la zona, algunxs políticamente activxs, otrxs no tanto, pero que habían sido atraídxs por una combinación del trabajo de divulgación anarquista y anticapitalista antes de la cumbre y varios errores involuntarios de la policía y las autoridades.
Las autoridades habían erigido un “perímetro de seguridad” de millas de largo alrededor del centro de convenciones. Esta valla perimetral había llegado a ser conocida como la “Valla de la Vergüenza”, despreciada tanto por lxs activistas como por lxs lugareñxs. Al construirla casi un mes antes del inicio real de la cumbre, la valla tuvo un impacto significativo en la vida diaria de lxs residentes del área que había sido cerrada. También ofreció a lxs activistas antiglobalización una oportunidad simple y eficaz de enviar mensajes: “¿De qué lado estás?”
Graffiti en la “Valla de la Vergüenza” que rodea la cumbre del ALCA.
“Los contrastes no podrían haber sido más nítidos. Reuniones a puerta cerrada y documentos secretos en el interior; enseñanzas abiertas y literatura distribuida públicamente en el exterior. La cínica apropiación de la ‘democracia’ a través de una ‘cláusula’ gratuita como tapadera de la explotación económica, frente a las reivindicaciones de control popular y ayuda mutua en materias como economía, ecología, política y cultura. Levantar copas para brindar con champán versus enjuagarse los ojos por quemaduras químicas.”13
Nuestro mensaje fue claro y resonó en muchas comunidades locales: ellxs no están aquí para ti, y nosotrxs no somos lxs invasores “hooligans anarquistas” a lxs que debes temer. Lxs verdaderxs invasores de tu ciudad, tus vidas y tu bienestar son lxs que construyen vallas para esconderse detrás de un ejército de quince mil policías mientras deciden nuestro futuro.
Si bien la composición política de la multitud fue tremendamente diversa, hubo casi un consenso total sobre dos aspectos cruciales de la movilización: el anticapitalismo y el respeto por la diversidad de tácticas. Casi todo el mundo estuvo de acuerdo en que el problema no era solo la última versión de los acuerdos de libre comercio, sino el capitalismo mismo—y que todas las formas de lucha eran válidas contra ese objetivo. Hoy, esas posiciones pueden parecer evidentes por sí mismas, pero en ese momento, el respaldo de posiciones explícitamente anticapitalistas y basadas en la acción directa por parte de lo que era esencialmente un movimiento de masas, atestiguaba el efecto galvanizador que tuvo el Black Bloc de Seattle al influir en el Movimiento “anti-globalización” en su conjunto. Gran parte del mérito del éxito de la movilización contra la cumbre del ALCA se debió a dos grandes coaliciones anticapitalistas, la Convergence des Luttes Anti-Capitalistes (Convergencia de luchas anticapitalistas) en Montreal y el Comite d’Accueil du Sommet des Ameriques (Comité de bienvenida de la Cumbre de las Américas) en la ciudad de Quebec.
Como dijo Cindy Milstein,
“Apostar por una postura no reformista fue un golpe brillante, no solo en nombre de CLAC, sino también en el tema del fin de semana de la cumbre: el Carnaval contra el Capitalismo. La oposición al capitalismo fue abiertamente frente y centro, tanto durante los muchos meses de organización previos a abril como en la propia convergencia.”
Lo más importante, desde nuestra perspectiva como anarquistas, es que ambas organizaciones defendieron una visión anarquista de las luchas anticapitalistas y de cómo debería ser el mundo que reemplazara al capitalismo:
“La selección de principios organizacionales de CLAC / CASA (…) incluían el rechazo a la jerarquía, el autoritarismo y el patriarcado, junto con la afirmación proactiva de valores como la descentralización y la democracia directa”.
Junto con un elocuente y vibrante rechazo del capitalismo, impregnado de antiautoritarismo, tanto CLAC como CASA abrazaron audaz e inequívocamente el concepto de diversidad de tácticas. Esto fue particularmente eficaz en la preparación de la cumbre para desactivar los eternos debates del movimiento acerca la “violencia”, y los asfixiantes discursos de los medios que dividen a lxs manifestantes en “buenxs manifestantes” y “malxs manifestantes”. Algo igualmente importante, fue que CLAC y CASA adoptaron el “modelo de Praga”, que había sido utilizado con gran éxito unos meses antes por lxs manifestantes que se oponían a la cumbre del Fondo Monetario Internacional en la República Checa. Al implementar un concepto de acción codificado por colores y geográficamente separado (rojo para acciones de alto riesgo, amarillo para acciones directas no violentas que implican riesgo de arresto y verde para acciones con poco riesgo de arresto), lxs organizadorxs pudieron designar claramente espacios definidos para personas con preferencias de tácticas y grados de tolerancia al riesgo muy variados. Esto maximizó la movilización al “hacer que todxs se sintieran cómodxs estableciendo su propio nivel de participación y riesgo”.14
La postura de diversidad de tácticas logró crear lo que Cindy Milstein llamó15 un “espacio de acogida para aquellxs antiautoritarios que se perciben a si mismxs como menos militantes. En otras palabras, amplió los límites no de la militancia, sino de lo que significa como antiautoritario el rechazo al capitalismo”. En la práctica, “en lo que se tradujo el principio de diversidad de tácticas fue en la diversidad de personas”.
Unas manzanas antes de llegar a la odiada valla, el sistema de sonido anunció: “Gire a la izquierda para ir a la zona verde si desea participar en un carnaval seguro y sin confrontación contra el capitalismo”. Cientos, tal vez miles, interrumpieron la marcha para dirigirse al barrio de St. Jean-Baptiste, un barrio de clase trabajadora ubicado en el núcleo urbano de la ciudad de Quebec, cuyxs residentes habían sido afectadxs por el perímetro de seguridad, que atravesaba el corazón de su comunidad. Según Nicolas Phebus, miembro local de la Federación Noreste de Anarcocomunistas [NEFAC] y miembro del Comité Populaire del barrio, “la ‘zona verde’ en Saint-Jean fue un éxito rotundo”.16 Esto fue posible gracias a los profundos vínculos entre lxs anarquistas locales y la comunidad.
“Años de participación en el vecindario, trabajando en torno a varios temas con todo tipo de personas—madres solteras, trabajadorxs pobres, artistas, jóvenes, comerciantes, etc.—demostraron ser esenciales. En menos de dos semanas, movilizamos un nuevo grupo para organizar nuestras actividades de ‘zona verde’. La respuesta fue inspiradora: decenas de personas se encargaron de organizar y dotar de personal a una mesa de comida gratuita, una tienda de información, un lugar para niñxs, diferentes eventos musicales, etc. Por otro lado, pudimos producir un número especial de 16 páginas del periódico del Comité Populaire y distribuir 9000 ejemplares de puerta en puerta el fin de semana antes de la Cumbre. En este diario tratamos de explicar todo lo que pensábamos que era importante para entender la oposición a la Cumbre. Teníamos artículos que explicaban la “diversidad de tácticas” y el sistema de tres zonas de color, el enfoque no reformista, los vínculos entre la globalización y la reforma del sistema de bienestar, el Black Bloc, etc. Y, por supuesto, un artículo en primera plana instando a la gente a tomar las calles y “okupar el barrio”.
“Miles de vecinxs se presentaron, muchxs sintiéndose tan seguros que incluso vinieron con sus hijxs. También fue utilizado por al menos tres grupos de afinidad diferentes para llevar a cabo acciones simbólicas no violentas (que, de otra manera, probablemente no hubieran tenido lugar). (…) Dicho esto, nos comprometimos a algunas cosas al organizarlo. Lo más importante es que sentimos que, como organizadorxs, teníamos la responsabilidad de hacer todo lo posible para garantizar que fuera un lugar seguro para todxs. Aunque sabíamos que, en realidad, esto no necesariamente haría que el lugar fuera más seguro, comunicamos a la policía que se trataba de una ‘zona verde’ donde no se esperaban problemas. No pedimos un permiso, pero nos dieron uno de todos modos. También organizamos un ‘equipo de seguridad’, que exploró toda la ciudad para saber dónde estaban los escuadrones antidisturbios durante todo el día. Un compromiso fue que, aunque fuera un día de acciones anticapitalistas, colaboraríamos con lxs comerciantes de la calle e intentaríamos asegurar su colaboración. De esta manera, muchos escaparates tapiados se convirtieron en vallas publicitarias de libre expresión. La acción no fue ‘pura’, pero creemos que el precio valió la pena.”
-“¿Hemos ‘radicalizado’ esto? Una mirada privilegiada a las protestas de Quebec”, The Northeastern Anarchist # 2
De vuelta en el Boulevard René-Lévesque, la voz en el sistema de sonido continuó: “Para aquellxs de vosotrxs que deseéis continuar la lucha, ¡La valla está enfrente!17
Esa fue nuestra señal.
Viernes 20 de Abril de 2001, Aproximadamente a las 3 pm. Boulevard René-Lévesque
“Miles continuaron hacia la valla, iniciando la primera de las prolongadas batallas callejeras del fin de semana”.
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism”, The Northeastern Anarchist # 2.
La ciudad de Quebec está dividida en una parte alta y una baja, separadas por escarpados acantilados conectados en algunos lugares por carreteras sinuosas y en otros por empinadas escaleras a las que lxs lugareñxs llaman literalmente “rompecuellos”. La parte baja de la ciudad, uno de los asentamientos europeos más antiguos del continente, todavía cuenta con una atmósfera claramente europea: un casco antiguo fortificado y edificios de piedra en calles sinuosas bordeadas de tiendas y restaurantes.
Pero habíamos llegado a la parte alta de la ciudad. Para ser precisxs, estábamos en el Boulevard René-Lévesque, una de las principales arterias de la ciudad de Quebec, con tres o cuatro cómodos carriles de ancho en ambas direcciones. Mientras avanzábamos por el bulevar hacia la ciudad, estábamos rodeadxs de rascacielos de hormigón y del monótono paisaje típico del centro de América del Norte.
Frente a nosotrxs, a menos de 100 pies de distancia, había una imagen que algunxs de lxs menos optimistas de nosotrxs pensamos que nunca podríamos ver. Doce pies de barras de refuerzo cimentadas en hormigón, brillando al sol, cortando todo el bulevar a lo largo: la “Valla de la Vergüenza”. Detrás se encontraba el centro de congresos donde se estaba llevando a cabo la Cumbre de las Américas. Muchxs participantes en la movilización habían temido que nos atacarían y dispersarían antes de acercarnos a la valla. Pero por alguna razón —el miedo a nuestro movimiento, el error táctico, o el exceso de confianza en la efectividad de su barrera— lxs guardianes del estado y el capital estaban todxs concentradxs en el lado opuesto de la valla. Las cámaras de los medios corporativos estaban alineadas en el escenario a la derecha de nuestro lado de la valla; a medida que nos acercábamos, algunxs compañerxs comenzaron rápidamente a destruir las cámaras y los vehículos, citando tranquilamente casos de cobertura sesgada para explicar sus acciones mientras pintaban con spray los cristales y pisoteaban los parabrisas.
El Black Bloc saltó al frente; lxs compañerxs ataron cuerdas y ganchos a la valla. El trabajo en equipo y la coordinación fue algo natural cuando cientos de personas tiraron de las cuerdas atadas a la valla mientras otrxs la balanceaban estratégicamente de un lado a otro. La valla que dijeron que podía detener un vehículo viajando a 90 millas por hora, no pudo resistir la fuerza de nuestro movimiento durante cinco minutos.
Puedo afirmar con toda la convicción de mi corazón, que las escenas que siguieron fueron algunos de los momentos más hermosos que he tenido la suerte de vivir, momentos bendecidos con un sentimiento singular de poder y liberación. El instante sublime en el que la lógica que nos ha sido inculcada a la fuerza desde nuestro nacimiento —por ejemplo, la idea de que las calles son para los coches o que hay que obedecer a la policía— deja de aplicarse. En esos momentos, las demás preocupaciones se evaporan, el cuerpo se vuelve aparentemente invencible, el dolor físico no es más que una pequeña molestia, y el deseo y la convicción moldean las realidades. Es el momento en que lxs rebeldes, llenos de rabia y esperanza, pueden actuar de acuerdo con la urgencia de su anhelo, cuando la adrenalina corre por las venas y nada importa más allá de esa experiencia.
Lo sentí en ese momento y no puedo negarlo ahora. La batalla me hace feliz. Me hace sentir vivo. El olor acre del gas lacrimógeno me hace sentir nostálgico. No puedo poner vinagre en mi ensalada sin pensar en el alivio que a menudo me brinda de los efectos cegadores de la guerra química.
Sin embargo, discutiré hasta cansarme con cualquiera que diga que esto se debe a que disfruto de la violencia.
“Lxs verdaderamente violentxs son lxs que se preparan para la cumbre acumulando gases lacrimógenos, balas de plástico y gas pimienta. Aquellxs que promulgan leyes y medidas que pondrán a cientos de miles de pobres en la calle, aquellxs que permiten que las multinacionales farmacéuticas ganen miles de millones gracias a las enfermedades, causando la muerte de millones de personas, aquellxs que se están apropiando de la vida y creando dependencia y hambre. En una palabra, aquellxs que anteponen sus beneficios a nuestras vidas.”
“Anarquistas: solo lxs ves cuando les temes”, un artículo en un periódico de NEFAC distribuido durante la Cumbre del ALCA de 2001
La lucha contra el estado es el cumplimiento de mis convicciones. Es la materialización, aunque fugaz, de mis ideas. Es completamente natural enorgullecerse y disfrutar de esos momentos y esos actos. Entro en la batalla por mis creencias con regocijo y alegría. Ese momento representa, como mínimo, una oportunidad para hacer avanzar mis ideas y combatir las fuerzas diametralmente opuestas a ellas. En los espacios que creamos, ya sean estructuras permanentes de poder dual o zonas liberadas temporales en las que derrotamos a las fuerzas del estado, vislumbramos el mundo que aspiro ayudar a construir y en el que algún día espero vivir. Este es un trabajo alegre. ¿Qué podríamos hacer sino sonreír ampliamente bajo nuestras máscaras?
Se olvidaron los riesgos, las consecuencias se consideraron irrelevantes. Esto fue lo que nos permitió crear las bellas e inolvidables escenas de personas corrientes convertidas en superhéroes que lanzan fuego, personas bastante pequeñas capaces de lanzar enormes trozos de pavimento con sorprendente facilidad, banderas rojas y negras que ondean en medio de nubes de gas lacrimógeno. Esto fue lo que nos permitió derribar la valla que, según las autoridades, podía “detener un automóvil que viaja a 90 millas por hora”. Esto fue lo que nos puso cara a cara con la policía antidisturbios.
A continuación, lxs que estaban al frente irrumpieron en la “zona roja”, lanzándonos directamente a las líneas de la policía antidisturbios, que retrocedió lentamente, sorprendidxs por nuestra convicción y determinación. Pequeños grupos cargaron contra ellxs con barricadas de metal mientras otros continuaban bombardeándolxs con trozos de cemento, pelotas de golf y discos de hockey. ¡El bombardeo incluyó incluso algunxs ositos de peluche, lanzadxs con una catapulta rodante!18 Me invadió la “visión de túnel de los disturbios”, en la que la única dirección a la que mirar es hacia adelante, y me lancé contra la policía. Las barricadas volaron, los brazos y las piernas se balancearon, y elegí un tirador de gas lacrimógeno en el que concentrarme. Desafortunadamente para mí, en el mismo instante en que mi palo de hockey se balanceó por el aire hacia su cuerpo, la línea de policías se separó directamente a su izquierda y otro agente armado con una pistola de gases lacrimógenos apareció detrás de ellxs. El segundo agente apuntó directamente a mi pecho y disparó. Apenas tuve tiempo de hacer una mueca.
Catapulta dispara osos de peluche contra la línea policial.
Primero, el aire abandonó mi cuerpo. Inmediatamente después, una nube de polvo blanco explotó en mi chaqueta, volando directamente hacia mi cara. Las gafas de $ 2 que llevaba y mi pasamontañas empapado en vinagre me permitieron tomar nota de la situación a mi alrededor justo un instante antes de quedar completamente ciego.
En mi mente, el derribo de la valla debía ir seguido de una invasión masiva de la “zona roja”. Esta era la misión a la que me había comprometido. Había dado por sentado que lxs demás estaban en la misma línea. Lamentablemente, la realidad era muy distinta.
Miré hacia atrás y contemplé una escena que recordaba a una batalla de gladiadores romanos. El rugido ensordecedor de la multitud que animaba procedía de una masa de gente alineada a una distancia segura detrás de la sección delantera de la valla que había caído, o bien—lo que es peor— alineada como espectadorxs de un maratón detrás de las secciones de la valla que seguían en pie y a los lados de la calle. El número de personas que había cruzado realmente la línea (ahora imaginaria) entre “nuestra” zona y “su” zona parecía ser de unas pocas docenas, quizás cincuenta como máximo.
¿Por qué no cruzaron la valla hacia la “zona de seguridad” más personas, después de que el Black Bloc la derribara en la tarde del 20 de abril de 2001?
En las reuniones previas al 20 de abril, hubo intensos debates sobre si marchar sobre la valla o ir a otra parte de la ciudad. Algunxs organizadorxs, incluidxs lxs habitantes de la ciudad de Quebec, creían que la policía haría imposible llegar a la valla. De hecho, la marcha logró llegar y derribarla casi sin incidentes, y la policía tardó varios minutos en movilizarse después de que cayera. Sin embargo, una vez que se derribó, la mayoría de la gente se detuvo ahí, como si estuviera paralizada, lo que dio a la policía suficiente tiempo para recuperar la iniciativa. Al no ser capaces de imaginar que podrían tener éxito en alcanzar y derribar la valla, la mayoría de lxs participantes simplemente no se habían preguntado qué harían si llegaran tan lejos, por lo que no aprovecharon su ventaja.
Nunca sabremos qué habría pasado si todxs hubieran cruzado la valla derribada hacia la zona de seguridad, juntxs y con confianza. Pero esto subraya la importancia de visualizar con anticipación la posibilidad de tener éxito, para estar preparadxs para aprovecharla. La primera vez que se emplea una táctica, si falla, a menudo se debe a que quienes la emplean no la llevan lo suficientemente lejos; después de eso, cuando una táctica falla, generalmente es porque quienes la emplean han perdido el elemento sorpresa. Siempre debemos prepararnos tanto para el mejor de los casos como para el peor. A veces solo tenemos una oportunidad.
-Entrevista con un CrimethInc. presente en las manifestaciones, abril de 2021
Estar solxs en el frente no fue nuestro único problema. Más o menos en ese momento, un desacertado genio lanzó un cóctel molotov desde la multitud, casi golpeando a unx de lxs nuestrxs. Otra persona hizo más o menos lo mismo, casi rozando mi cabeza enfundada en un casco, enviando un desagradable zumbido de calor a través de un lado de este. Al mismo tiempo, otras personas se habían sentado justo en medio de la zona de conflicto en una protesta no violenta, creando un riesgo significativo para ellxs mismxs.
Este texto es claramente un relato de una gran cantidad de disturbios y cosas por el estilo. Pero quiero que quede claro que no tengo nada en contra de lxs pacifistas, y de ninguna manera veo la acción de confrontación como la única forma de lograr un cambio social revolucionario. Lejos de eso, es solo una herramienta en lo que debe ser una amplia gama de estrategias y tácticas. Además, las acciones de confrontación pueden incluso ser contraproducentes si no se implementan en conjunto con el trabajo diario de construir estructuras de poder y resistencia populares. Hay un momento y un lugar para todo, y por hipócrita que parezca en este contexto, es importante no priorizar los aspectos más glamurosos de nuestro trabajo sobre el de lxs demás. Un movimiento amplio y diverso, con espacio para que todxs participen en él de la manera que consideren conveniente, es el único tipo de movimiento que puede tener éxito.
Dejando este descargo de responsabilidad a un lado, lxs pacifistas autoritarixs y ultraideológicxs tampoco son de mi agrado. Lxs dogmáticxs que creen que tienen derecho a imponer sus conceptos tácticos y filosóficos a lxs demás no tienen cabida en un movimiento antiautoritario saludable. Particularmente viles son aquellxs que creen que el fragor de la batalla es un buen momento para exponer su punto de vista. Aquellxs que interfieren durante las acciones, que intentan agarrar a lxs militantes durante las peleas, que apagan incendios en los bancos (¡incendios iniciados con mucho amor y cuidado!) Hacen que las tareas, que de por si implican riesgos, sean mucho más peligrosas, exponiendo a otrxs, así como a ellxs mismxs, a un riesgo adicional. Entre nosotrxs, adoptamos la firme decisión de que quienes interfirieran intencionadamente durante las acciones, exponiéndonos al riesgo de arresto y lesiones, estaban esencialmente haciendo el trabajo de la policía. Por esta razón, estábamos dispuestxs a darles el mismo trato que normalmente reservamos sólo para lxs agentes represivxs del Estado.
Desafortunadamente, tuve mayores problemas que lxs pacifistas sentadxs en medio de la zona de batalla. En ese momento estaba casi ciego por el gas lacrimógeno que salía de mi chaqueta. Me tambaleé fuera de la jaula de gladiadores y me metí entre la multitud. En el momento justo, además, porque poco después ya no podía abrir los ojos ni por asomo. Ciego como un murciélago en medio de una batalla. ¡No lo recomiendo!
Lxs manifestantes cegadxs por los gases lacrimógenos se retiran del frente.
Afortunadamente, una de lxs muchxs médicxs activistas de gran corazón vino en mi ayuda. “Está bien, sólo abre los ojos”, dijo, como si me estuviera pidiendo que hiciera la tarea más simple imaginable.
Le supliqué: “No puedo, no puedo, no hay manera”.
A través de mi ceguera, sentí que ella me miraba con lástima. Lo pude ver en su voz. Mi mente no dudaba de que no me gustaría lo que diría a continuación. “No tengas miedo, está bien, solo abre los ojos”, me animó gentilmente.
Agradecido como estaba, creo que mis pensamientos tenían el efecto de ¿Qué diablos te pasa? Estoy aquí ciego, en una revuelta y quieres hablarme de conceptos filosóficos abstractos como el miedo. ¿No lo entiendes? Simplemente soy físicamente incapaz de abrirlos.
Pensando que era imprudente decirle eso en voz alta, pero sin saber cómo expresar el problema de manera más diplomática, tartamudeé, lloriqueando algo incomprensible parecido a los sonidos de un cachorro asustado. Suspiré internamente y me preparé para la siguiente ronda de condolencias y lástima. Finalmente, recuperando la compostura, solté: “No, no lo entiendes. No soy capaz de abrir los ojos, debes agarrarlos con los dedos, abrirlos y rociar cualquier poción mágica que quieras rociar en ellos.”
Algunas de los miles de municiones que la policía utilizó durante la cumbre del ALCA de 2001.
Aparte de los sonidos de objetos chocando, diversos gritos y chillidos, y botes de gas lacrimógeno volando por encima, no pasó mucho. Finalmente, volvió a decir algo. No era bueno. “Sí, el polvo de tu chaqueta está empezando a afectarme también. Yo tampoco veo muy bien, necesitamos que alguien más te cuide”. Ella me empujó en alguna dirección—yo todavía estaba ciego—y finalmente en las manos de otra persona. Afortunadamente, la siguiente persona no perdió el tiempo: me abrió los ojos, me roció con algo, me sacó de la acción y me instó severamente a que me quedara unos minutos. Me sentía como un niño pequeño en el recreo, pero en esa situación era claramente la voz de la razón.
Sentado allí, en una colina cubierta de hierba relativamente cómoda, disfrutando de una vista panorámica de la acción, del olor amargo y la sensación del aire empapado de gas lacrimógeno, mi vista volvió lentamente a la normalidad, lo que me ofreció una buena oportunidad para evaluar la situación general y planificar mis próximos pasos. Cuando lxs policías antidisturbios notaron que la multitud no se adelantaría y se lxs comería vivxs, se reorganizaron y comenzaron a avanzar lentamente.
A continuación, la policía envió su nuevo y ultra caro juguete, un camión de cañones de agua, que cargó desde detrás de la multitud contra una masa de anarquistas del Black Bloc. Aparentemente, el manual de usuario no explica que los cañones de agua se usan mejor tras la seguridad de las líneas policiales, para mantener a la gente a distancia. ¡Sin inmutarnos, de inmediato nos giramos y cargamos contra el cañón de agua! Nuestra sorpresa fue enorme cuando, en una de las escenas más emblemáticas de la cumbre, de David contra Goliat, un anarquista solitario se acercó a la ventana del conductor y la rompió con éxito con nada más que un palo de hockey de madera. El cañón de agua partió y no volvió a verse durante ese día.
El 20 de abril, lxs manifestantes desactivaron inmediatamente el cañón de agua cuando apareció.
Mientras tanto, la policía había descubierto que sus botes de gas lacrimógeno eran más efectivos cuando los lanzaban al medio y detrás de la gente en lugar de apuntar al pecho de lxs que estaban al frente. Usando esta estrategia, habían logrado dividir a la multitud en grupos cada vez más pequeños, creando un poco de pánico a medida que la gente se retiraba de las nubes de gas, solo para encontrar más nubes de gas detrás. Estaba claro que habíamos perdido el primer compromiso. Habíamos empezado con el elemento sorpresa, pero una vez perdido, era imposible reorganizar nuestras fuerzas en ese ambiente. Poco a poco, la lucha se fue apagando, mientras la gente era empujada hacia las calles que se cruzaban en dirección a los acantilados.
Pronto me desvié en esa misma dirección con lxs demás, y no pasó mucho tiempo antes de que estuviera descansando cómodamente en los escalones de un edificio, con el casco y el palo de hockey a mi lado, disfrutando de una sopa caliente proporcionada de forma gratuita por unx de lxs muchxs activistas de los grupos de apoyo y reflexionando sobre el día perfectamente soleado, sin ninguna nube en el cielo. Fue un agradable interludio de calma, charlando con amigxs y compañerxs de ciudades lejanas y preguntándome qué depararía el resto del día.
Manifestantes impidiendo el avance de la línea policial.
Juega Juegos Estúpidos, Gana Premios Estúpidos
Así que ahí estaba yo. Hacía mucho tiempo que había perdido tanto a mi grupo de afinidad como a Cadger, la “visión de túnel de los disturbios” me proporcionaba un fuerte sentido de la dirección y me hacía muy consciente de lo que me rodeaba, a la vez que me hacía olvidar a cualquiera que no representara una amenaza inmediata para mí. Como dije, podía ser un poco reacio a comprometerme a correr con un equipo durante las acciones. Confío en mi propio juicio y temo ser retenido por la mentalidad oveja de lxs espectadorxs militantes, un fenómeno particularmente norteamericano, al menos en ese momento. Además, muchxs de nosotrxs, lxs chicxs de Barricada, estábamos bastante bien conectadxs, gracias a nuestros roles en la revista, la federación, las movilizaciones y dentro de los círculos antifascistas, y esto nos permitió “hacer un salto grupal de afinidad” con bastante seguridad, incluso en medio de acciones, ya que a menudo podíamos encontrar al menos a una persona que podíamos identificar y que podía responder por nosotrxs.
Así, unas cuatro horas después de los hechos descritos anteriormente, me encontré parado, solo, en la misma avenida donde había estado la valla. Nuestro lado había perdido unos cien metros por la línea policial que avanzaba. La situación me recordó a los típicos disturbios de universitarixs borrachxs o caóticos disturbios punk. Lxs policías se quedaron allí, sin hacer mucho más que disparar ocasionalmente botes de gas lacrimógeno, y la gente de nuestro lado también desempeñó su papel en el espectáculo, arrojando piedras o botellas de cerveza de vez en cuando.
Yo también tiré una piedra. Fue un acto estúpido e inútil. Ni siquiera había ningún tipo de cobertura significativa de personas desde las que hacerlo o entre las que pudiera retirarme. Realmente estaba actuando como “el punk borracho que lanza piedras sin rumbo fijo”, aunque ni estaba ni borracho, ni era un punk, y definitivamente debería habérmelo pensado mejor. Esto no quiere decir que siempre tenga que haber un final estratégico para una acción—puede bastar con que sea una expresión de rabia personal o una forma de desarrollar la confianza en las propias capacidades. Pero en este caso, lo que hice fue simplemente estúpido, y puedo imaginarme al policía del otro lado concluyendo: “Sí, creo que le dispararé al idiota del casco que está parado allí, solo, después de lanzarnos una piedra”. Como dice el viejo adagio: juega juegos estúpidos, gana premios estúpidos.
De repente, sentí un impacto contundente e increíblemente doloroso en la parte superior del muslo. Al principio asumí que un bate de béisbol me había golpeado de la nada. Mi pierna cedió y caí al suelo. Mientras lxs médicxs pululaban a mi alrededor y un grupo de afinidad con escudos y cascos se apresuraba a cubrirlxs, me di cuenta de que lo que me había derribado no era un bate sino una bala de plástico. No era una bala de goma, claro está—una bala de plástico. Estas son mucho más anchas, por lo que no asocié el dolor del impacto con lo que uno podría esperar de una bala de goma.
Afortunadamente para mí, una vez más me las arreglé para cruzar la delgada línea entre aprender una lección dolorosa y sufrir consecuencias de por vida. Me habían disparado en el muslo. La parte superior del muslo. La parte superior interna del muslo. ¿Ves a dónde quiero llegar? Quizás a siete o diez centímetros de mi ingle. A juzgar por la explosión de moretones negros, rojos y azules que lucí en toda la circunferencia de mi muslo durante más de un mes, estoy seguro de que, si el proyectil hubiera golpeado mi ingle, habría significado, al menos, tener que ser hospitalizado.
La línea policial donde habían derribado la valla la tarde del 20 de abril.
Resultó que el tratamiento médico que recibí fue algo diferente. “Abre la boca, abre la boca”, ordenó unx de lxs médicxs. Mientras me levantaba la máscara y obedecía, unx de ellxs metió algo bajo mi lengua. Supuse que sería algún medicamento, algún tipo de analgésico—pero como soy del tipo curioso, pregunté qué era. “Chocolate vegano—para ayudarte a mantener la calma”. Puede que este no haya sido el efecto medicinal pretendido, pero me hizo reír, lo que me distrajo temporalmente del cegador dolor.
Una de las criaturas sin forma, con bolsas de basura, casco, gafas deportivas y escudos que nos protegían, se dio la vuelta y me preguntó si podía caminar. Fue una excelente y bastante aterradora pregunta. Honestamente, no estaba particularmente ansioso por averiguarlo. En las caricaturas no comienzas a caer hasta que notas que no hay suelo debajo de ti; según la misma lógica impecable, no estás realmente lesionado hasta que intentas usar la parte afectada de tu cuerpo y no reacciona. Habiendo sido gravemente herido una, dos o quizás una docena de veces, sé que esto es innegablemente cierto. Mientras pudiera quedarme allí tumbado tranquilamente disfrutando de mi chocolate vegano, aparte del dolor, estaría perfectamente bien y no tendría que enfrentarme a la posibilidad de que mi pierna estuviera rota.
Sin embargo, a regañadientes, comencé a levantarme, ya que—no siendo en realidad un punk borracho o un estudiante universitario—¿cuánto tiempo podría estar en el suelo en medio de la calle antes de que se volviera vergonzoso?
Quince minutos después, estaba fuera de las calles y en el apartamento de alguien. Dos de las enmascaradas y protegidas criaturas, previamente sin forma, me estaban cuidando; sin su equipo, se reveló que eran jóvenes de apariencia amigable. Fueron lxs mismxs que me habían sacado de la calle con éxito; a pesar de mi insistencia en que estaba bien, se mantuvieron firmes en llevarme de regreso a su casa para un breve descanso, y para asegurarse de que no estuviera gravemente herido. ¿Volver a casa con extrañxs que acabo de conocer y cuyos nombres ni siquiera conozco? Cuestionable incluso en circunstancias normales. Definitivamente no es la mejor práctica cuando se juega a “alborotador herido solitario en un país extranjero”. Pero la alternativa de andar cojeando solo, posiblemente gravemente herido y pronto incapaz de caminar, no parecía mucho mejor. Si fueran polis, eran lxs secretas mejor disfrazadxs que habría podido imaginar—y se habían ganado el derecho a arrestarme.
Manifestantes bloqueando a la policía en una calle estrecha durante las protestas.
Así que ahí estábamos. John, como lo llamaremos, aunque nunca supe ninguno de sus nombres, estaba congelando la parte interna del muslo en lo que solo puedo describir como un momento íntimo inesperado e incómodo. La otra, digamos Megan, me estaba proporcionando analgésicos en forma de drogas, aparentemente incluso más poderosas que el chocolate vegano. Parecía tener algún tipo de formación médica. Estaba recibiendo atención médica personalizada, gratuita y de primer nivel, cortesía de una de las mejores pólizas de seguro del mundo: la solidaridad anarquista y la ayuda mutua.
Megan me dio su pronóstico: “Tuviste mucha, mucha suerte. Un poco más hacia el medio y ahora mismo estarías en una ambulancia o en una sala de emergencias. Pero tal como está, es simplemente una contusión realmente mala.”
“¿Puedo continuar …?”
“Probablemente te dolerá como el infierno, pero estás bien para seguir adelante. O puedes quedarte aquí si quieres, también está bien, pero volveremos en unos minutos. ¿De dónde eres?” me preguntó ella.
Por lo general, dudaría o respondería con la mentira “Springfield”. Pero me sentía cómodo en manos de esxs extrañxs. Estaba acostado en un sofá, siendo cuidado y alimentado por luchadorxs callejerxs que se habían quitado sus armaduras y armas —una pequeña pila de escudos, cascos y tirachinas junto a la entrada— para revelar las personalidades amistosas y cariñosas de compañerxs desconocidxs. En un momento de rara sinceridad, respondí honestamente. “Boston.”
Línea policial durante la Cumbre de las Américas.
Megan arqueó las cejas. “¿Conoces a lxs chicxs de Barricada?” No debería haberlo hecho, pero respondí honestamente de nuevo. “Ummm, algo así. Estoy en el colectivo “. Resultó que estaban familiarizadxs con nuestra excelente publicación.
Por unos minutos, olvidamos que fuera se estaba librando una batalla. Me dijeron que eran de la Isla del Príncipe Eduardo, un lugar que debo decir que no sabía que existía y que, sinceramente, sonaba inventado. Mientras hablábamos, me asombró la medida en que, aunque veníamos de lugares geográfica y culturalmente distantes, la idea anarquista —la creencia en los principios de solidaridad y ayuda mutua, en la clase sobre el país— podía convertirnos en compañerxs en cuestión de minutos, incluso en las condiciones más adversas.
En ese apartamento, gracias a un colectivo aleatorio de niñxs de algún lugar lejano del que ni siquiera había oído hablar, recibí una lección práctica sobre un concepto importante que no había podido comprender durante gran parte de mi juventud. Cada luchador y luchadora depende de una red de apoyo y solidaridad, al igual que cualquier red sana de apoyo y solidaridad necesita de sus luchadorxs. Pero no es suficiente decir que debe haber una red de apoyo y solidaridad detrás de cada luchador y luchadora: no hay “detrás” ni “frente”. Más bien, ambas son posiciones igualmente cruciales en diferentes frentes de la lucha, y en todas partes hay una línea del frente. Durante el fin de semana, supe que lxs niñxs de la Isla del Príncipe Eduardo estaban bien equipadxs, eran valientes y militantes. Sin embargo, lo más importante es que me mostraron que, idealmente, todxs lxs luchadorxs deberían ser mucho más que luchadorxs, y nunca deberíamos dejar que el papel de combatiente se apodere de la totalidad de lo que somos.
Varias horas de cobertura de noticias en vivo de la Cumbre de las Américas el 20 de abril de 2001.
Primer Interludio: Viernes 20 de abril de 2001, Ultima Hora de la Tarde: Seattle, Washington. EE.UU
Esa noche, agentes del FBI “allanaron las oficinas del Independent Media Center en el centro de Seattle, confiscando registros de ordenadores, según fuentes federales”.19
Unas horas antes, en la ciudad de Quebec, un grupo de intrépidxs anarquistas había irrumpido en un vehículo policial que estaba imprudentemente estacionado o abandonado por agentes que habían huido. Rescataron escudos, cascos, equipos de comunicaciones y—lo más importante—una carpeta llena de documentos. Pensando y leyendo rápidamente, determinaron con rapidez que esos documentos en particular merecían ser compartidos. Se dirigieron a lo que solo podemos asumir que era un lugar seguro con acceso anónimo a Internet y se conectaron a Indymedia—el Twitter activista de la era antiglobalización.
Como informó más tarde el Seattle Post-Intelligencer, “los planes de seguridad, destinados a proteger a lxs líderes occidentales que asistían a una cumbre comercial en la ciudad de Quebec, fueron robados allí de un automóvil durante el fin de semana y publicados, horas después, en un sitio web con sede en Seattle”.20 La redacción es engañosa, dando la impresión de que los documentos que se habían subido, publicados en Seattle Indymedia, tenían que ver con proteger a lxs “líderes occidentales” de intentos de asesinato o similares. De hecho, los documentos se centraban principalmente en las estrategias de control de multitudes y las contingencias que se utilizarían contra lxs manifestantes antiglobalización, por ejemplo—en qué dirección empujar a las masas rebeldes, dónde solicitar refuerzos de la policía según la ubicación de los disturbios, etc…
Lo más importante para nosotrxs es que los documentos incluían una lista de personas y grupos de “alto riesgo” que debían ser monitoreadxs y seleccionadxs y—es seguro asumir— arrestadxs si se identificaban. No es necesariamente la lista más larga del mundo. Si lo hubiéramos visto antes de salir de casa el sábado por la mañana, una línea en particular nos habría llamado la atención: “Individuos sin nombre del Barricada Collective”.21
Pero no lo vimos, al igual que en ese momento no nos dimos cuenta de que un policía también se había infiltrado en NEFAC. Como más tarde sabríamos gracias al informe de la Coalición contra la represión y el abuso policial: “El asunto germinal: el arte de infiltrarse y manipular un grupo militante”,
“El 18 de abril, el sargento detective Robert Lessard instruyó a su agente encubierto para que asistiera a una asamblea general conjunta de CASA (Comité de Bienvenida de la Cumbre de las Américas) y CLAC (Convergencia de Luchas Anticapitalistas). (…) La lista de sujetos objetivo de esta operación de vigilancia estaba compuesta por tres militantes del grupo quebequense Emile-Henry, tres militantes del CLAC Montréal, un individuo del grupo anarquista de Boston Barricada y un individuo del grupo anarquista estadounidense Sabate (también de Boston).”
Siendo todavía felizmente inconscientes de lo mucho que estábamos en el punto de mira de la vigilancia y la represión estatales, partimos a la mañana siguiente con alegre determinación para participar en un segundo día de enfrentamientos en las calles de la ciudad de Quebec.
Sábado 21 de Abril, Aproximadamente a las 4 pm: en St. Jean Baptiste
El día comenzó con una marcha permitida compuesta principalmente por “sindicatos canadienses, organizaciones progresistas y activistas variadxs” que atrajo a cerca de 40.000 personas, que “abriéndose paso por la parte baja de la ciudad, lejos de las reuniones del ALCA y del perímetro de seguridad” acabó “en un terreno baldío”. Un miembro del Canadian Auto Workers (CAW) estaba claramente molesto y se le podía escuchar preguntar “¿Por qué la ‘protesta legal’ se ha llevado a cabo a millas de distancia del perímetro de seguridad? Si hubiera sabido que estaba marchando hacia un aparcamiento, me habría quedado en casa y lo habría hecho en el maldito centro comercial”.22
“Por supuesto, no todxs siguieron la marcha hasta su (no) destino final. Aproximadamente a la mitad de la marcha, una coalición de facto de Wobblies, Canadian Union of Public Employees (CUPE), Canadian Auto Workers (CAW), anarquistas del Black Bloc y animadorxs radicales” nos separamos de la marcha de protesta oficial de las organizaciones mayoritarias y nos dirigimos hacia la valla del Boulevard René-Lévesque. “En el camino, se rompieron un par de ventanas de un banco y, en un momento, varixs anarquistas corrieron por una calle lateral y regresaron haciendo rodar un contenedor de basura lleno de largos palos de madera y proyectiles”.23
De camino hacia la valla, el bloque entró en el barrio de St. Jean-Baptiste por primera vez ese fin de semana (al menos de forma organizada y colectiva). La recepción que recibimos fue increíblemente conmovedora. “En una escena que recuerda a las tropas que se van a librar una guerra popular, militantes listxs para la batalla marcharon colina arriba y atravesaron el vecindario de St-Jean Baptiste mientras cientos de personas se alineaban en las calles y se asomaban a las ventanas para saludarlxs con fuertes vítores de apoyo.”24
“Como observó una madre de mediana edad mientras lxs miembros del Black Bloc de Quebec se abrazaban antes de ir a luchar contra la policía, ‘Siempre pensé que esto iba a ser siniestro, pero estxs son solo niñxs valientes’”.
“Blocs, Black and Otherwise”, CrimethInc., 2003
La historia estuvo de nuestro lado en St. Jean Baptiste, en un sentido más inmediato que de costumbre. El vecindario al que estábamos entrando era una de las pocas áreas de clase trabajadora que quedaban en América del Norte en lo que de otra manera serían núcleos urbanos gentrificados y corporativos. Estaba al lado de donde se encontraba el centro de congresos de la cumbre, y una parte significativa de la despreciada “valla de la vergüenza” del perímetro de seguridad lo atravesaba. St. Jean Baptiste también resultó ser “un foco de activismo radical”, en palabras de Nicolas Phebus.25
Anarquistas en el Black Bloc el sábado 21 de abril.
Pero si bien la historia inmediata del vecindario hizo que el terreno fuera mucho más fértil, y las acciones y estrategias de seguridad de las autoridades habían permitido a lxs anarquistas presentar una alternativa clara y simple a lxs lugareñxs, nada de eso hubiera sido suficiente si no fuera por los principios y los esfuerzos comprometidos de lxs anarquistas locales en el día a día.
“Algunxs anarquistas y radicales locales han estado activxs durante algunos años en la organización responsable de la mayor parte de este activismo local: el Comité Populaire Saint-Jean-Baptiste. El Comité Populaire es un grupo comunitario de 25 años de antigüedad que forma parte de un grupo de lucha contra la pobreza, de un comité de ciudadanxs y de un grupo de educación popular. Aunque de ninguna manera está ‘bien financiada’, la organización todavía tiene algunos recursos valiosos, incluido un periódico trimestral gratuito ampliamente leído, l’Infobourg, un programa de conferencias semanal, l’Université Populaire, una oficina en el medio del vecindario con ordenadores, fax y teléfono, y un poco de dinero.”
-“¿Hemos ‘radicalizado’ esto? Una mirada privilegiada a las protestas de Quebec”, The Northeastern Anarchist # 2
Hoy, Phebus sigue siendo inequívoco sobre su opinión, compartida por muchxs anarquistas locales involucradxs en la lucha de clases y miembros del Comité Populaire, de que “la mayoría de lxs activistas antiglobalización, y la mayoría de lxs anarquistas, eran de clase media y burguesa y no les importaba un carajo la gente de clase trabajadora y la gente lumpen”, mientras que el Comité Populaire era precisamente una organización comunitaria de gente pobre y de clase trabajadora, cuya tarea era defender sus intereses materiales y de clase.26 “Estábamos interesadxs en combatir los efectos locales del neoliberalismo. Estábamos luchando por el congelamiento de las matrículas en la universidad, por la vivienda social, contra la reforma de la asistencia social, contra la reforma del seguro de desempleo, etc. Básicamente luchábamos contra la aplicación concreta de políticas neoliberales en el sistema social nacional. Por supuesto, sabemos que existe un vínculo entre los tratados de globalización y esas políticas. Pero sentimos que el problema real eran las condiciones de la gente pobre, no cómo funciona el mercado. En nuestra opinión, lxs activistas estaban más interesadxs en las condiciones de lxs indígenas en Chiapas que en sus vecinxs del centro de la ciudad.”
Un agente de policía durante los enfrentamientos en la ciudad de Quebec.
Phebus relata que, a pesar de esto, el Comité Populaire dejó de ver la inminente cumbre como una distracción cuando “comenzó a chocar con la vida cotidiana de la gente de la ciudad de Quebec. Cuando se hizo obvio que afectaría a todxs en la ciudad durante meses. Que haría la vida miserable para todxs en el centro”. Esto quedó muy claro cuando la policía anunció sus planes de erigir el perímetro de seguridad un mes antes del comienzo de la cumbre, y permitir que solo aquellxs con “tarjetas de residente” entraran en la zona de seguridad. A partir de ese momento, el Comité Populaire tomó la iniciativa en una impresionante campaña de divulgación comunitaria. Organizándose de manera autónoma fuera de cualquier coalición más amplia, el Comité Populaire se negó a participar en debates sobre “violencia” versus “no violencia”. Y mientras “todo el mundo hablaba del ALCA”, el Comité Populaire “decidió hablar de la cumbre, la policía y la valla.”
“Sentimos que la globalización estaba más allá de los intereses de cualquiera. Que la forma de llegar a la gente era discutir las medidas de seguridad y organizarnos contra la valla. Entonces, además de la agitación general contra el ALCA y el anticapitalismo, desarrollamos una campaña en torno a las medidas de seguridad. Formamos un grupo en el vecindario con el Comité Populaire, un sindicato de trabajadorxs desempleadxs, CASA y otro grupo comunitario. Celebramos una asamblea general abierta a todo el mundo, redactamos un panfleto y decidimos un plan de acción. En lugar de acometer una serie de pequeñas acciones, decidimos concentrarnos en dos cosas principales: una manifestación y una asamblea pública sobre la valla en el vecindario. (…) Redactamos un panfleto e imprimimos unos 4500 ejemplares, que es un poco más que el número de puertas del barrio. Los distribuimos a todxs, y la policía cometió un terrible error. Arrestaron a unx de nuestro equipo que estaba distribuyendo panfletos, simplemente por negarse a identificarse, lo que fue noticia nacional y portada de los diarios locales.”
“Abordamos el tema desde una perspectiva de derechos civiles y la policía nos sirvió el argumento en bandeja. Después, todxs sabían que estábamos distribuyendo folletos y se convirtió en una especie de moda tenerlo. El folleto prohibido, que la policía no quería que la gente viera. Así que ayudó mucho y cuando celebramos la asamblea pública había como 150 personas allí. Habíamos invitado a la policía, a lxs políticxs, al alcalde, al sindicato de derechos civiles, y ninguno vino. Así que al final, lo que tenías era básicamente un panel de cinco anarquistas hablando con lxs lugareñxs. Y la gente, en lugar de tener la impresión de estar siendo engañada para escuchar propaganda anarquista, tuvo la impresión de que las autoridades se estaban riendo de ellxs. La policía no quería hablar con la gente ni hablar de la valla. Simplemente no querían discutir las medidas de seguridad con lxs lugareñxs. Cuando no aparecieron fue un gran truco publicitario para nosotrxs, porque demostró que tenían algo que ocultar y que no respetaban a la gente. La policía básicamente decía que la valla estaba allí para proteger a la gente de lxs anarquistas, pero al final, las tiendas estaban fuera del perímetro de seguridad, así que eso era mentira.”
-Entrevista a Nicolas Phebus, marzo de 2021
La policía estaba tratando de jugar con el temor de la comunidad local a que se repitieran en la zona los enfrentamientos de 1996, cuando Phebus recuerda que “todo en el vecindario fue destrozado” durante una gran revuelta. Durante meses, la policía y los medios de comunicación llevaron a cabo una campaña de terror, que mostraba imágenes cada vez que se rompía una ventana en cualquier parte del mundo. “La gente esperaba Praga o Seattle. Esperaban que se rompieran todos los escaparates de las tiendas, que se quemaran todos los contenedores de basura, que se volcara cada automóvil. Esa era la expectativa y la gente estaba asustada, especialmente porque todavía había vívidos recuerdos de los disturbios que asustaban a la gente.”
Avance rápido hasta la tarde del sábado 21 de abril, cuando lxs tan esperadxs anarquistas llegaron a St. Jean-Baptiste. El Comité Populaire había distribuido otros 9000 ejemplares de su periódico el fin de semana anterior a la cumbre, con “artículos que explicaban la ‘diversidad de tácticas’ y el sistema de tres zonas de color, el enfoque no reformista, los vínculos entre la globalización y la reforma del bienestar, el Bloc, etc. “27 Gracias a su trabajo fuimos recibidxs con los brazos abiertos. En un panorama especialmente inusual para una movilización antiglobalización, los escaparates de las tiendas locales ni siquiera estaban tapiados. La gente del vecindario sabía que no estábamos allí para destruir su comunidad, sin importar lo que pudiéramos pensar de los negocios y dueñxs de negocios, grandes o pequeños, sino para luchar, por ellxs y con ellxs, contra quienes habían estado invadiendo su comunidad y afectando su día a día: la policía y su valla.
La edición más reciente del periódico del Comité Populaire finalizó con una exhortación a que “la gente salga a la calle y okupe el barrio”.28 El vecindario respondió, saliendo a las calles en masa para animar a lxs “niñxs valientes”, ofreciendo comida y agua. A medida que avanzaba la tarde, más y más gente se unía a nosotrxs en las calles. Su presencia hizo que el terreno fuera aún más fértil y, a medida que se corrió la voz sobre la intensidad y la naturaleza de los enfrentamientos, más y más lugareñxs pasaron de la curiosidad a la participación activa. Cuando todo estaba dicho y hecho en St. Jean Baptiste, a los ojos del vecindario, “fueron lxs anarquistas quienes salvaron el día”.29
Segundo Interludio: Sábado 21 de Abril de 2001, En Algún Momento a Primera Hora de la Tarde
El Escenario:
“Finalmente, el Black Bloc llegó a la Rue St. Jean en el barrio de St. Jean Baptiste. Como fue la norma durante todo el fin de semana, los vítores y los ánimos de casi todxs lxs habitantes de la zona recibieron al bloque. En este punto, el bloque entró en un callejón bastante estrecho que conducía a una sección de la valla perimetral, que estaba en gran parte sin vigilancia. Inmediatamente, la gente se puso a trabajar en él con cizallas, garfios y cuerdas. En ese momento, se condujo un buldozer hasta la valla, presumiblemente para evitar que el Black Bloc la balanceara de un lado a otro hasta derribarla como se había visto el viernes. El conductor situó rápidamente el buldozer contra la valla y saltó fuera de ella.
Sin embargo, la excavadora no sirvió de mucho, ya que la gente hizo rápidamente un gran agujero a través de la valla (y también rompió las ventanas del buldozer). Una vez más, no hubo la avalancha masiva hacia el perímetro que se habría deseado, pero al menos 30 personas entraron para enfrentarse a lo que definitivamente no eran más de unxs 15 policías. Al ver a lxs intrusxs enmascaradxs, muchxs de lxs policías decidieron dar media vuelta y correr. Sin saberlo en ese momento, el siguiente edificio en la calle donde se había llevado a cabo la invasión, era el centro de congresos donde se encontraban lxs delegadxs.”
-“El Black Bloc visita Quebec: Relato cronológico de un participante”, Barricada # 7, Mayo de 2001.
cdn.crimethinc.com/assets/articles/2021/04/19/24.jpg
Fue un enfrentamiento al modo del Salvaje Oeste en el Gran Norte Blanco. En mi cabeza, podía escuchar música de spaghetti western, como si una maleza rodara dramáticamente por la escena. No me emocionó encontrarme interpretando este papel en particular, ya que desapruebo la postura de macho mano a mano, hombre a hombre. Si hubiera tenido diez compañerxs a mi lado, habría aceptado con gusto su ayuda, sin ningún reparo en la injusticia de la superioridad numérica. Pero en ese momento, cuando eché un vistazo rápido detrás de mí, descubrí que mientras seguía adentrándome más en la zona de seguridad, mis compañerxs se habían retirado, dejándome muy solo con mi oponente.
Así que, por desgracia, ese era el papel que me habían asignado y no tenía la intención de decepcionar a lxs espectadores. (Voz del narrador: De hecho, no había espectadorxs) . Nos enfrentamos a 10 o 15 metros de distancia. Mi oponente, el sheriff moderno de esta ciudad, había cambiado la insignia tradicional, el sombrero de vaquero y las botas, por el aspecto del guardián moderno del status quo: traje y corbata y una insignia sujeta al cinturón. Como corresponde a una escena de esta película, su atuendo se completó con una máscara de gas.
Némesis del sheriff, fui elegido para el papel de anarquista desesperado. Un reacio antihéroe solitario, lanzado a la lucha contra un aislado representante de la opresión estatal. Mi atuendo era igualmente un clásico en el género del forajido anarquista proscrito—tan eficaz para proteger el anonimato como para resistir descripciones floridas. Zapatillas negras, pantalón negro, chaqueta negra, pasamontañas negro, casco de moto negro. Vintage, por así decirlo.
Hicimos una pausa para lograr un efecto dramático, cada uno especulando sobre quién se estremecería primero. Ambos nos mantuvimos firmes. La tensión aumentó.
Empate.
Mi oponente metió la mano en la parte baja de la espalda. Para mi sorpresa, no sacó un arma. Como me habían disparado el día anterior (aunque “sólo” con una bala de goma), fue una inesperada y grata sorpresa descubrir que no me iban a disparar de nuevo. En cambio, sacó un bastón extensible, el arma elegida por muchxs anarquistas parisinxs. Me dolió verlo blandido por mi enemigo. Un movimiento astuto.
Poco sabía él que yo tenía un as en la manga. O, más precisamente, dentro de mi chaqueta. Abrí la cremallera y metí la mano dentro, sin darme cuenta de que esta acción podría haberlo inducido a sacar su arma y dispararme. Saqué un objeto aún más reverenciado que el bastón extensible. Esta joya de la caja de herramientas anarquista es más difícil de manejar y de ocultar, por lo que está reservada para ocasiones especiales.
La palanca.
Qué herramienta tan querida y versátil. La representamos con amor en fotografías e imágenes en nuestras publicaciones, pero ¿alguien alguna vez ha escrito prosa en honor a su gloria? Quizás no—y honestamente, espero que no. Eso realmente podría ser ir demasiado lejos— fetichismo militante y demás. Pero de hecho es una de las mejores opciones de lxs militantes. Es todo en todo momento: una herramienta para abrir puertas, un martillo para deconstruir paisajes capitalistas y, como en este momento, un medio de autodefensa en caso de encontrarse solo y en peligro.
Palanca en mano, tras otra obligada y breve pausa, para lograr un efecto dramático, corrí hacia mi trajeado oponente. Este giro de los acontecimientos claramente no había estado en el guion que le entregaron al inscribirse para este trabajo. Se volvió y huyó. Mientras lo perseguía a la vuelta de la esquina, un enorme edificio apareció ante mí: el centro de convenciones, a solo cincuenta metros de distancia. No solo habíamos traspasado el perímetro, sino que habíamos llegado al centro de convenciones.
Excepto que—no había un nosotrxs. Estaba solo. Solo, es decir, si no contara con todo un pelotón de hombres y mujeres con trajes y máscaras de gas que se interponían entre el edificio y yo. Esta vez, unx de ellxs sacó un arma de fuego y—sin querer que recibir un disparo fuera algo cotidiano—corrí de regreso hacia la seguridad de mis compañerxs.
Escena Final.
Sábado 21 de Abril, Ultima hora de la Tarde: Oficinas del Banco de Comercio Imperial Canadiense
“En un esfuerzo por alejar el fuego de los frentes en René-Lévesque, el Black Bloc intentó abrir un nuevo frente de batalla contra el perímetro de seguridad a unas pocas manzanas al este del bulevar. A lo largo de una pequeña calle lateral de René-Lévesque, unos 50-60 militantes bien equipadxs se sorprendieron al encontrar sin vigilancia la sede del Canadian Imperial Bank of Commerce (CIBC) directamente en su camino.”
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist # 2
No se dijo una palabra ni se desperdició un momento cuando encontramos ese edificio en nuestro camino. Era gris y negro, casi perfectamente cuadrado, todo de vidrio—absolutamente representativo de la arquitectura desalmada del capitalismo corporativo. Inmediatamente, “todas las ventanas a nivel del suelo fueron destrozadas por un frenesí de proyectiles, y un cóctel Molotov fue lanzado a través del dañado exterior”.30 Como describe Barricada, “se utilizaron palancas, barricadas de madera, piedras, porras y cualquier otra cosa para enviar un mensaje a lxs capitalistas”.31 Aparte de una oportunidad para adherirse a los principios de “destruir siempre los bancos a la vista”, este objetivo no vigilado también ofreció un bienvenido descanso de lo que, en ese momento, eran treinta y seis horas de casi constantes batallas campales con la policía. En contraste con el resto del fin de semana, fue una actividad casi tranquila y relajante.
Desafortunadamente, nos sorprendió ser nuevamente atacadxs. No por la policía, esta vez, sino por lxs “pacifistas ultra-dogmáticxs afiliadxs a la Operación SalAMI”, una coalición reformista que no solo se había “negado a trabajar con CLAC / CASA debido a la diversidad de tácticas”, sino que incluso había llegado tan lejos como para organizar “talleres sobre cómo interferir con la destrucción de la propiedad y realizar arrestos” en el interés de “desescalar” y “neutralizar posibles vándalxs”.32
Lo que comenzó con fuertes abucheos provenientes de la multitud de SalAMI, se intensificó rápidamente cuando “un cóctel Molotov fue lanzado a través del dañado exterior” y un grupo de pacifistas extinguió las llamas. Esto no nos sentó bien, y “la situación degeneró rápidamente en una serie de altercados menores. Activistas supuestamente “no violentxs” intentaron atacar físicamente al Black Bloc. La gente fue empujada, se lanzaron puñetazos y, en un caso, un individuo fue golpeado después de intentar defenderse.”33
Mientras estábamos enfocadxs en lxs pacifistas, no nos dimos cuenta de que no eran lxs únicxs que miraban con desaprobación. También estábamos siendo observadxs por “un gran número de niñxs de la calle locales” que se habían “congregado, no como manifestantes, sino simplemente para observar el desarrollo de los acontecimientos”, como el relato de un testigo ocular de CrimethInc. lo expresó.34 Este era un grupo demográfico cuya opinión nos importaba mucho más, ya que simpatizaban con “lxs extranjerxs que luchaban contra la policía, simplemente porque luchaban contra el enemigo natural de lxs niñxs de la calle de cualquier lugar”. Al mismo tiempo, estxs lugareñxs todavía sospechaban de lxs anarquistas de fuera de la ciudad, “basándose en que, como lxs delegadxs y lxs cerdxs, eran invasorxs extranjerxs. Nada de lo que habían hecho lxs manifestantes hasta este momento había despertado su ira, pero—al no tener experiencia previa con la lógica de la destrucción de la propiedad, la visión de un grupo de extranjerxs rompiendo ventanas en su ciudad lxs enfureció.”
Los gritos y chillidos se hicieron más intensos, y el grupo frente a nosotrxs se volvió cada vez más agresivo—siguiéndonos, recogiendo armas y amenazándonos con ellas mientras nos gritaban por “destruir su ciudad”. No pude evitar burlarme bajo mi máscara. “Hermano, es un edificio que alberga un banco, no es exactamente la tienda de comestibles en la esquina de tu manzana”. Pero además del riesgo de seguridad inmediato que estaba creando la situación, éramos muy conscientes de que estábamos en una delicada situación política, por lo que me guardé mis constructivos comentarios.
Hasta ese momento, nuestra relación con lxs lugareñxs había sido excelente. Nuestros ataques contra la valla y la policía habían atraído vítores de apoyo, apoyo material de lxs lugareñxs y, a medida que los enfrentamientos persistían y se extendían, más y más participantes locales.
Estaba garantizado que la noticia de una batalla campal entre anarquistas del Black Bloc y jóvenes locales se propagaría como la pólvora, lo que provocaría más conflictos entre militantes y lugareñxs. No solo destruiría la dinámica de resistencia conjunta que habíamos vivido hasta ahora, sino que permitiría a la prensa y a la policía presentar los enfrentamientos con la policía como acciones de radicales aisladxs, validando una narrativa en la que lxs hooligans anarquistas invasorxs atacaban a la población obrera, con la que afirmaban solidarizarse.
Lo que sucedió a continuación ilustra la madurez política, la flexibilidad táctica y la disciplina colectiva con que se manejó el bloque quebequense, especialmente el sábado.
“Un par de miembros del Bloque intentaron razonar con ellxs—la barrera del idioma resultó insuperable, al igual que la barrera del machismo, y ambos recibieron un puñetazo en la cara.
“Estos dos niños son los principales responsables del éxito de la manifestación, aunque nadie lo sabe. Tuvieron la humildad y el enfoque de simplemente darse la vuelta y alejarse cuando esto sucedió, lo cual es jodidamente asombroso, especialmente considerando la reputación de machista que tiene el Black Bloc. Si no hubieran hecho esto, todo el fin de semana se habría arruinado y el activismo de acción directa se habría retrasado una década, porque lxs activistas visitantes habrían terminado en una revuelta contra lxs lugareñxs, y toda posibilidad de que sucediera algo positivo se habría perdido.
“Tras tener algo de tiempo para calmarse, lxs lugareñxs enviaron un par de ellxs para hablar con lxs niñxs del ‘Bloc. Resultó que realmente querían pelear contra lxs cerdxs junto con esxs extranjerxs, y respetaban lo que ellxs [nosotrxs] estaban haciendo, pero necesitaban una garantía de que esxs niñxs no estaban aquí solo para destrozar su ciudad. Tras esto, en los términos condicionales en los que cualquier anarquista tiene que hablar cuando ‘representa’ a un grupo más grande, el episodio terminó y todxs pudieron enfocarse nuevamente en el enemigo real.
No me opongo a la destrucción de la propiedad, por supuesto—si fuera por mí, todas las tiendas, oficinas y fábricas corporativas estarían quemadas hasta sus cimientos mañana por la mañana—pero era fundamental que lxs chicxs del ‘Bloc reconocieran que, en estas circunstancias, fue una táctica ineficaz, porque lxs lugareñxs no entendieron lo que se pretendía hacer. Si hubieran insistido en ceñirse al dogma del bloque, se habría producido una catástrofe. En cambio, todxs regresaron al frente y la acción alcanzó un clímax de infarto.”
-“Twilight for Western Civilization: Sunset over Quebec City, April 21, 2001”, Inside Front #13
Optamos por alejarnos estratégicamente de la zona —prefiero no llamarlo retirada—y nos dirigimos de regreso a St. Jean-Baptiste.
Enfrentamientos el 20 de abril en el lugar donde lxs manifestantes derribaron la valla.
Sábado 21 de Abril, Aproximadamente a las 6 pm: En Algún lugar de St. Jean-Baptiste
“La ofensiva final del pequeño, pero decidido, Black Bloc en el barrio de St. Jean se llevó a cabo en conjunto con otro grupo de afinidad, que llevaba al menos una docena de cócteles Molotov. El consenso general parecía ser que, aunque el perímetro estaba demasiado vigilado como para irrumpir en las inmediaciones, esta acción concreta consistía en ofrecer a lxs traidores de clase vestidxs de azul un “cálido” saludo.”
-“El Black Bloc visita Quebec: el relato cronológico de un participante”, Barricada # 7, mayo de 2001.
Nos acurrucamos y alguien habló. “Están segurxs de que están a salvo detrás de la valla. No se moverán y no retrocederán. Todo el fin de semana hemos estado tratando de romperla, no esperarán esto”. No hubo debate ni vacilación, solo determinación silenciosa y logística. “Escudos al frente, tirachinas justo detrás de ellxs, Molotov tercerxs. Aseguraos de repartir los Molotovs a ambos lados.”
Éramos unxs cincuenta, pero era el núcleo del bloque de ese día. Una agrupación de grupos de afinidad compuesto por personas bien preparadas “tanto mental como materialmente para los riesgos asociados con estar en un Black Bloc”.35 La idea era que esta sería la última celebración del pequeño y disciplinado bloque del día: una especie de expedición punitiva con la intención de mostrar tanto a la policía como a nosotrxs mismxs que el miedo puede cambiar de bando.
Uno de los grupos de afinidad había cogido los cócteles Molotov restantes de sus reservas. Nos trasladamos a una pequeña calle lateral, protegidxs de las miradas indiscretas de las cámaras y lxs espectadorxs. Fue un asunto casi privado. Cincuenta de nosotrxs y veinte o treinta policías unas dos manzanas más abajo, custodiando la valla en una pequeña y por lo demás desierta calle lateral.
“El bloque se formó en filas con los escudos al frente y avanzó las dos manzanas por una calle estrecha. A medida que se acercaba a las líneas policiales, empezaron a volar botes de gas lacrimógeno y balas de goma.”
-“El Black Bloc visita Quebec: Relato cronológico de un participante”, Barricada # 7, Mayo de 2001.
En este punto, ya me habían disparado varias veces. (Está bien, me habían disparado dos veces, pero las cifras son relativas—dos caramelos para el almuerzo no es mucho, pero recibir dos disparos con diferentes municiones “menos letales” en treinta y seis horas sí es mucho). Pero me sentía seguro entre mis compañerxs. Nos nutríamos lxs unxs de la confianza de lxs otrxs. Compañerxs que con anterioridad habían compartido su afinidad por determinadas ideas, reforzaban sus vínculos de una manera que ninguna reunión o discusión por sí sola puede lograr. Continuamos avanzando, agachándonos detrás de escudos y barricadas improvisadas. Nos enfrentamos a balas con tirachinas y a gases lacrimógenos con adoquines. Ni una sola persona rompió la línea.
Nos acercamos cada vez más. Si no hubiera estado tan concentrado en la tarea que tenía entre manos, estoy seguro de que habría podido identificar las miradas de confusión en los rostros de lxs agentes. Nos habían arrojado una verdadera tormenta de municiones y, sin embargo, seguimos avanzando. Una voz sonó desde el corazón del bloque: “¡Ahora!”
“Una lluvia de cócteles Molotov se lanzó contra las líneas policiales, lo que provocó que más de unx se retirara y surgiera una gran ovación de la multitud.”
-“El Black Bloc visita Quebec: Relato cronológico de un participante”, Barricada # 7, Mayo de 2001.
Satisfechxs con la actividad del fin de semana y preocupadxs por quedar aisladxs y ser vulnerables a las detenciones selectivas al salir de las calles, comenzamos a retirarnos del vecindario, dirigiéndonos hacia el paso elevado de la autopista en la Cote d’Abraham. Allí, podíamos comer algo—cosa que algunxs de nosotrxs no habíamos hecho en más de veinticuatro horas—y usar la cobertura de la multitud de la zona verde para dispersarnos de manera segura.
Mientras caminábamos por la principal calle comercial del vecindario, no pude evitar notar que, a pesar de dos días de enfrentamientos casi constantes, muchos de los cuales tuvieron lugar en el corazón de St. Jean-Baptiste, no se había tocado una ventana. Si bien hubo algunos daños a la propiedad durante el fin de semana, incluidos “varios bancos, una gasolinera Shell, un restaurante Subway, bastantes vehículos de los medios de comunicación y al menos un vehículo de la policía”, ni una sola tienda fue atacada ni se rompió ventana alguna en el barrio de St. Jean-Baptiste—y eso fue algo bueno.36
Soy consciente de que esta afirmación no deja de ser controvertida. Está relacionada con cuestiones de respetabilidad política: ¿hasta qué punto es apropiado o incluso útil moderar nuestra política o nuestras tácticas para complacer a lxs demás o presentarnos como más atractivxs para sectores más amplios de la sociedad? En mi opinión, lo que digo roza el anarcopopulismo. Plantea una de las cosas entre las que a menudo me debato como anarquista: la tensión entre vivir nuestros deseos y hacer la guerra a nuestrxs enemigxs, por un lado—y, por otro, actuar estratégicamente para ampliar la posibilidad de derrotar realmente a esxs enemigxs y lograr a largo plazo nuestros objetivos, en lugar de enfocarnos sólo en los más inmediatos y destructivos.
Por supuesto, como afirmaba la declaración de CrimethInc. citada anteriormente en relación con la situación del banco CIBC, si fuera por nosotrxs, “todas las tiendas, oficinas y fábricas corporativas estarían quemadas hasta los cimientos mañana por la mañana”. El hecho de que no lo hiciéramos, aunque ciertamente nos hubiera encantado y podríamos haberlo hecho, indica el proceso que tuvo lugar tanto en el período previo a la cumbre del ALCA como, lo que es más increíble, en las calles esos dos días.
Lxs anarquistas, en términos generales, se habían constituido con éxito en una fuerza de lucha cohesiva y coherente—tanto política como en acción. En los meses anteriores a la cumbre—a través de los intensos esfuerzos de lxs anarquistas dentro de la CLAC y CASA, de la influencia anarquista y la participación en organizaciones comunitarias como el Comité Populaire, de los inmensos esfuerzos de divulgación y propaganda de NEFAC tanto a nivel local como regional, y de los esfuerzos de docenas de otros grupos y colectivos anarquistas en todo el continente—logramos articular nuestras posiciones políticas con la suficiente coherencia y llegar a un público lo suficientemente amplio, como para poder echar abajo los discursos del Estado y de la policía. No solo eso, sino que lxs anarquistas fueron capaces de enmarcar las cuestiones políticas sobre la cumbre de manera que estas favorecieran el avance de las luchas anticapitalistas y antiestatales. El discurso público se centró más en torno a la valla perimetral como metáfora de la naturaleza antidemocrática del capitalismo, mientras que la movilización policial sin precedentes fue vista como el estado actuando en defensa de los intereses de lxs poderosxs, socavando la propaganda estatal que afirmaba que la valla y la policía eran necesarias como protección contra lxs “hooligans anarquistas” invasorxs. Lxs anarquistas demostraron con éxito que el estado era el invasor, convirtiéndose en aliadxs bienvenidxs por la comunidad local.
Como miembros y plataformistas de la NEFAC, nuestras perspectivas y objetivos con respecto a estas movilizaciones se orientaron hacia, como dijo Nicolas Phebus, “la participación en la lucha de clases, impulsar la autonomía de clase y radicalizar—en el sentido de ir a la raíz de los problemas—los movimientos sociales”.37 Pero esta perspectiva no es muy controvertida entre lxs anarquistas en general. La “participación de lxs anarquistas en CASA y el Comité Populaire ayudó a popularizar los principios y métodos anarquistas”.38 También crearon con éxito una relación positiva entre lxs anarquistas y la comunidad local, cuyos resultados fueron palpables durante nuestra estancia en la ciudad, y benefició a lxs radicales locales durante años.
Si hubiéramos elegido actuar simplemente según nuestros impulsos y “adherirnos al dogma del bloque, habría resultado una catástrofe”.39 En cambio, lxs anarquistas de la ciudad de Quebec mostraron una disciplina impactante. Digo “impactante” con tristeza, porque en los años siguientes en numerosas ocasiones este no fue el caso. Por supuesto, en este caso, la vigilancia estatal y la represión pueden haber contribuido a esto, ya que el obstáculo de la frontera canadiense mantuvo fuera a muchxs de lxs compañerxs que estaban menos organizadxs, menos conectadxs o que tenían menos acceso a recursos materiales. Esto dio lugar a un bloque numéricamente más pequeño que en muchas de las movilizaciones masivas de 2001, pero también a un bloque políticamente cohesionado, particularmente después de que los primeros enfrentamientos lo redujeran a su núcleo más organizado y preparado.
Manifestantes en la autopista de la ciudad de Quebec.
Fuera cual fuera la causa—ya fuera el destino, la suerte, la coherencia política, la disciplina colectiva o una combinación de todas ellas—el hecho es que, a pesar de la desafortunada (y en su momento muy criticada) decisión editorial de la publicación de Barricada utilizando un gráfico que gritaba “¡No tenemos nada, destruyamos todo! ¡Adelante, a la ciudad de Quebec!”, no nos lanzamos a la aventura anarquista. No porque haya algo intrínsecamente malo en los disturbios anarquistas. Yo anhelo ver todos los bancos, oficinas y tiendas—todas las manifestaciones físicas del capitalismo y su control sobre nuestras vidas—arrasadxs hasta sus cimientos. Phebus también lo tiene claro:
“Hubo un tiempo en el que también hubiera dicho que les den y hubiera roto las ventanas. Porque era joven, pobre, marginado y no sentía ninguna conexión con la comunidad. Pero ahora me doy cuenta de que también es una cuestión más estratégica. Hablamos de un objetivo más grande y de lo que se quiere lograr. (…) Para que gane el argumento en favor de la diversidad de tácticas, para poder organizar nuestras propias cosas, para poder ser parte de un movimiento más grande y no ser totalmente marginadxs—y poder ser protegido por ese movimiento y lxs lugareñxs, teníamos que poder demostrar cierta madurez política y pensamiento estratégico.”
-Entrevista a Nicolas Phebus, marzo de 2021
En otras palabras… Algunos momentos son para vivir nuestros deseos, ya sea en pequeños grupos por la noche o como quinientos individuos de ideas afines en una manifestación militante, solxs contra el mundo, limitadxs solo por nuestro coraje y capacidades. Pero en otras situaciones, tenemos que saber pensar estratégicamente, operar políticamente, ganar corazones y mentes, ganar aliadxs y, de este modo, derrotar a nuestrxs oponentes. Porque si bien podemos desear ver mañana como arde este mundo de opresión, el capitalismo y el estado, es poco probable que logremos ese objetivo como una horda invasora aislada, y si intentamos quemar este mundo por nuestra cuenta, es incluso menos probable que lo que lo sustituya sea mejor.
Poster elaborado por Just Seeds en homenaje a las manifestaciones de abril de 2001.
Sábado 21 de Abril, Tarde-Noche: Paso Elevado Cote d’Abraham
Muy raras veces en la vida de un/a anarquista la cosecha llega tan inmediatamente después de la siembra, si es que llega alguna vez. (Y cuando no viene inmediatamente después, normalmente no es una buena noticia.)
Pero cuando salimos de St. Jean-Baptiste, fuimos tratados como héroes y heroínas, “recibiendo vítores, agua y vinagre de lxs residentes locales”.40 Antes de que nos diéramos cuenta, empezamos a recoger a miembros del Black Bloc y jóvenes entusiastas de la zona, y nuestro número aumentó hasta llegar a las ciento cincuenta personas.
Noche del 21 de abril en la ciudad de Quebec.
Mientras nos dirigíamos en dirección al paso elevado de la autopista en la Cote d’Abraham, podíamos ver claramente nubes de gas lacrimógeno elevándose en el aire. Supusimos que, en el mejor de los casos, otros grupos tan pequeños como el nuestro podrían estar involucrados en enfrentamientos con la policía. En el peor de los casos, temíamos que fueran pacifistas lxs que estaban siendo gaseadxs por sentarse en la calle en un paso elevado de la autopista que ya estaba cerrado. A medida que nos acercábamos, comenzamos a distinguir sonidos rítmicos de tambores.
Finalmente, doblamos la esquina y el paso elevado Cote d’Abraham quedó a la vista. Mientras contemplaba la increíble vista que teníamos ante nosotrxs, no pude evitar sentirme reivindicado. Habíamos sido diligentes en nuestra organización y preparación. Fuimos disciplinadxs en nuestro trabajo y en los mensajes previos. Mostramos moderación en el banco CIBC y autodisciplina colectiva en St. Jean-Baptiste. Y ahora estábamos viendo los resultados. La escena fue impresionante, imponente y, en general, necesitada de un lenguaje florido y una prosa más allá de mi nivel de habilidad. Afortunadamente, las cuentas de Barricada y CrimethInc. capturaron bien el momento:
“La valla perimetral está a nuestra derecha con el cañón de agua disparando desde atrás, varixs tiradorxs de balas de goma apostadxs detrás y a su izquierda una línea de policías antidisturbios blindadxs que bloquean una calle lateral. Frente a ellxs, y a lo largo de la carretera, están congregadas miles de personas.”
-“El Black Bloc visita Quebec: el relato cronológico de un participante”, Barricada # 7, mayo de 2001.
“Lxs jóvenes quebequenses y lxs niñxs de la calle ocupan las primeras líneas, arrojando botes de gas lacrimógeno y piedras como habían visto hacer a lxs activistas, emocionadxs por la sensación de recuperar su ciudad de los poderes de la policía y el capital. Se esconden detrás de barricadas improvisadas, corriendo cerca de la línea de la policía para lanzar cócteles Molotov contra ella, mostrando un coraje sobrehumano frente a las antaño intimidantes tropas antidisturbios. Detrás de ellxs, más de tres mil personas, de todas las edades y clases sociales, están en la autopista, golpeando con un ritmo ensordecedor cualquier superficie disponible, en apoyo de lxs guerrerxs de la calle.”
-“Twilight for Western Civilization: Sunset over Quebec City, April 21, 2001”, Inside Front #13
Imágenes de la noche del 21 de abril de 2001.
Si nuestros objetivos eran crear las condiciones para la revuelta, generalizar la resistencia a la policía, el estado y la cumbre, y normalizar la militancia y la confrontación de masas, la escena que teníamos ante nosotrxs confirmó el éxito de todos nuestros esfuerzos. La resistencia militante era ahora la práctica colectiva de miles de personas. El valor se había vuelto contagioso.
“20 integrantes del Black Bloc (…) tomaron posiciones detrás de una pequeña escalera que se encontraba situada contra un edificio cerca de la línea de la policía antidisturbios. Disparaban constantemente sus tirachinas contra la policía y avanzaron, a pesar de que la policía antidisturbios disparaba balas de goma que de vez en cuando lxs alcanzaba. (…) Cuando el policía que portaba la pistola de balas de goma corría a disparar contra alguien, en lugar de retirarse, decenas de personas corrían hacia él, lo que le obligaba a emprender una rápida retirada. (…) De vez en cuando, la policía realizaba ataques coordinados de gases lacrimógenos, lanzando unos 10 simultáneamente. Sin embargo, en lugar de retirarse, la gente se abalanzaba hacia adelante, casi compitiendo por llegar primero a los botes de gas lacrimógeno y lanzarlos de vuelta contra las líneas policiales. Como resultado, la policía quedaba completamente cegada. Decenas de combatientes aprovechaban ese momento para adelantarse, tomar posiciones, lanzar cócteles molotov y, en general, asediar la línea policial.”
-“El Black Bloc visita Quebec: el relato cronológico de un participante”, Barricada # 7, mayo de 2001.
“Debajo de la autopista, en el campamento de activistas que alguna vez fue parte de la zona verde, se compartió comida gratis, cientos bailaron alegremente en círculos, los ánimos estaban más altos que en cualquier desfile o día festivo. Las personas que no habían estado expuestas a los valores anarquistas del compartir y la autodeterminación comprendieron de inmediato lo que estaba sucediendo.”
-“Twilight for Western Civilization: Sunset over Quebec City, April 21, 2001”, Inside Front #13
En ese momento, en ese lugar de la historia, podríamos ser perdonados si en nuestro entusiasmo y exuberancia juvenil realmente nos pareció que tal vez, como dice el artículo en Inside Front # 13, “la totalidad del viejo mundo estaba a punto de reventar y colapsar.”
Músicxs en la autopista de la ciudad de Quebec la noche del 21 de abril.
Epílogo: “La Revuelta es Nuestra Única Música”.
Hay mucho que decir sobre los acontecimientos de la ciudad de Quebec a modo de conclusión. Citando de “L’affaire Germinal: L’Art d’infiltrer un groupe militant”, podemos comenzar con los números. Hubo “463 arrestos, 181 heridxs, de lxs que 162 fueron manifestantes y 19 policías, y los daños se estiman en $ 50,000”. Las medidas de seguridad en sí mismas tenían el astronómico coste de 156 millones de dólares. El uso masivo de gases lacrimógenos contra lxs manifestantes costó por sí solo al estado canadiense “casi un cuarto de millón de dólares”. Fue algo tan inédito en la historia de Canadá, ya que “lxs agentes de policía lanzaron más de 5.000 cartuchos de gas lacrimógeno en cuarenta y ocho horas”, que el sábado, durante los sucesos, las autoridades canadienses se vieron obligadas a pedir más existencias a su proveedor estadounidense, Armor Holdings de Wyoming. Además, la policía disparó 900 balas de goma.
Si bien los números nos dan una idea de la intensidad de los enfrentamientos, para un análisis político podemos recurrir al párrafo inicial de un artículo publicado inmediatamente después de la cumbre en The Northeastern Anarchist, la publicación de la North Eastern Federation of Anarcho-Communists. El artículo captura el espíritu de optimismo del anarquismo militante de la época, al tiempo que describe sucintamente la importancia de tales movilizaciones para el movimiento anarquista en general:
“A pesar de la operación de seguridad más grande en la historia de Canadá, los mejores esfuerzos de las autoridades canadienses demostraron ser un completo fracaso en la prevención de manifestaciones de proporciones “similares a las de Seattle ”. Durante tres días, desafiantes manifestantes destruyeron grandes secciones del perímetro de la valla de seguridad, se enfrentaron a la policía antidisturbios y fueron responsables de la demora y cancelación de varias reuniones comerciales de alto nivel. (…)
“Más allá de las dramáticas imágenes de los gases lacrimógenos y las batallas callejeras, las protestas quebequenses marcan una importante evolución en el movimiento antiglobalización en términos de táctica, militancia y organización, y un alejamiento radical de la política liberal-reformista. A pesar de la creciente popularidad de la acción directa, la descentralización y la toma de decisiones en forma de democracia directa dentro del movimiento antiglobalización, la movilización en torno a la Cumbre de las Américas es la primera vez en la que estos métodos de organización se utilizaron para reforzar una política anticapitalista explícitamente revolucionaria a escala masiva. Además, el amplio apoyo a una “diversidad de tácticas” consiguió elevar el nivel de confrontación y militancia durante estas protestas, forzando los términos de la lucha más allá de los estrechos límites de la acción simbólica pasiva y en dirección a la resistencia revolucionaria.
“De hecho, para lxs anarquistas, esta evolución apunta hacia posibilidades emocionantes para el movimiento e infunden una gran esperanza para el futuro de la lucha revolucionaria aquí en América del Norte”.
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist # 2.
El Beehive Collective produjo una composición impresionante para promover la movilización de seguimiento contra el ministerial para discutir el ALCA en Miami en noviembre de 2003.
Si The Northeastern Anarchist nos ofrece una ventana al valor de estas movilizaciones para el movimiento anarquista norteamericano e internacional en general, las palabras de Nicolas Phebus son particularmente valiosas para comprender el duradero impacto positivo que las acciones contra la cumbre de las Américas tuvieron en el país en el movimiento anarquista a nivel local. Phebus, entonces miembro de NEFAC con sede en la ciudad de Quebec y del Comité Populaire de St. Jean-Baptiste , era, en general, de la opinión de que el llamado “asalto a la cumbre” era “una distracción” que agotaba los limitados recursos y energía de lxs radicales locales para acometer formas más sustantivas y cotidianas de organización y lucha, orientadas a la lucha de clases. Como dijo Phebus sin rodeos en una entrevista en marzo de 2021,
“No tenía ningún interés en el movimiento antiglobalización antes de saber que la cumbre iba a ser en la ciudad de Quebec. Yo era escéptico de que la gente comenzara a organizarse con dos años de anticipación y probablemente lxs despreciaba. También esperaba que fueran principalmente Trots y tipxs no violentxs “.
Si bien reconoce que definitivamente le llamaron la atención las movilizaciones contra la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Seattle y luego la reunión del Fondo Monetario Internacional en Praga, sostiene que “no queríamos la cumbre y no elegimos la cumbre. Y nunca he estado en ninguna otra movilización antiglobalización, ni antes ni después del ALCA. Para mí fue una distracción “.
Menciono su postura inicial para contextualizar sus comentarios sobre el efecto de la cumbre sobre lxs radicales locales. Claramente, Phebus no era un animador de las movilizaciones en las cumbres, ni estaba particularmente interesado en el movimiento antiglobalización, ni era un animador descerebrado de la ortodoxia anarquista militante del Black Bloc. Lejos de eso, sin embargo, veinte años después, cuando se le preguntó si valía la pena el tiempo, la energía y el esfuerzo dedicadxs a organizarse para oponerse a la cumbre, su respuesta fue categórica.
“¡Si, absolutamente! La respuesta simple es que la cumbre aumentó el repertorio de acciones. Aumentó el alcance de lo que es posible. Los años previos a la cumbre, a finales de la década de 1990, había un núcleo de unxs treinta jóvenes de izquierdas en la ciudad de Quebec. Esxs jóvenes podrían movilizar tal vez a cien o ciento cincuenta personas, y para hacerlo había que formar locas coaliciones con trotskistas, comunistas, anarquistas y todo tipo de gente extraña. Tenías que transigir en todo, solo para que tal vez cien personas salieran a las calles.
“Después de la cumbre, no éramos más. Teníamos un nuevo “savoir faire” y audacia en términos de acción directa, no solo en el movimiento anarquista, sino en los grupos comunitarios y movimientos sociales en los que participaban lxs anarquistas. Esto duró una década, tal vez incluso 15 años, después de la cumbre.
“Aprendimos mucho durante la cumbre sobre la organización de las cosas y sobre cómo partir de donde estamos y pensar sobre los pasos necesarios para llegar a donde tenemos que llegar. Desarrollamos una comprensión más práctica y concreta de cómo se hacen las cosas. En lugar de sueños imposibles, tuvimos sueños y descubrimos los pasos necesarios para hacerlos realidad. Por supuesto, la cumbre, aunque no mucho, hizo crecer a la NEFAC, que llegó a tener una quincena de activistas en la ciudad de Quebec tras la cumbre. Sin embargo, el movimiento anarquista, el número de anarquistas de todas las tendencias activxs, creció exponencialmente. Y pudimos trabajar principalmente con ellxs, lo que significó que los compromisos necesarios para poder llevar a cabo acciones, campañas o proyectos de mayor envergadura fueron mucho más fáciles de acometer que los compromisos necesarios para trabajar con lxs reformistas. Después de la cumbre, durante un par de años, tuvimos quizás cincuenta activistas anarquistas, con la capacidad de movilizar a doscientas o trescientas personas.
“Este efecto no se debió tanto a los disturbios. Lo que impulsó a la izquierda anarquista en Quebec no fueron los tres días de la cumbre. Por supuesto que ayudaron. Movilizaron a la gente. Pero realmente fue el año anterior. La mayoría de lxs anarquistas de América del Norte, incluido Quebec, no tenemos ningún movimiento en el que basarnos. No hay nadie mayor que nosotrxs. Cada generación se enfrenta a una situación en la que no hay nadie antes que ellxs y necesitan reinventar todo desde cero. No es como en Francia o Alemania. Para nosotrxs, un Black Bloc era un sueño. Era algo que veías en las noticias. Los Squats eran un sueño. ¿Cómo diablos haces eso? ¿Cómo gestionas tal cosa? Teníamos un poco de experiencia con el movimiento estudiantil y algunas pequeñas acciones directas relacionadas con él, que fueron geniales. Pero la cumbre nos ayudó a ver cómo hacer estas cosas con nuestro tamaño. Un año después pudimos engañar a la policía con una manifestación de cuatrocientas personas y abrir una okupa, que duró cuatro meses. Nunca tuvimos que defenderla, porque éramos lo suficientemente fuertes políticamente y lo suficientemente organizadxs como para poder abrir una okupa y poner la ciudad en una posición en la que no podían venir y cerrarla. Y eso fue una quimera para mí en 1996. Era imposible, tenías que estar en París para hacer cosas así. Era impensable en la ciudad de Quebec. La cumbre nos enseñó que podíamos hacer eso. Que podíamos abrir una tienda de información y mantenerla abierta durante 15 años. Podíamos abrir un bar si quisiéramos. Podíamos organizar un Reclaim the Streets. Aprendimos que cuando soñábamos más de lo que pensábamos que podíamos, a menudo funcionaba”.
Manifestantes celebrando el 20 aniversario de la movilización contra el ALCA en el barrio de Saint-Jean-Baptiste.
El entusiasmo de NEFAC ilustra el optimismo y la audacia del movimiento anarquista en ese momento, mientras que el testimonio de Phebus habla del potencial de las movilizaciones masivas para lograr efectos positivos duraderos en los movimientos anarquistas locales. Pero esto está lejos de ser un hecho, como pronto descubriríamos en Gothenburg después de la cumbre de la Unión Europea.
Concluiremos con una interpretación poética del espíritu de la época, una pieza apropiadamente titulada “La Revuelta es Nuestra Única Música”. Esto expresa algo que esperamos que aquellxs que lean esto veinte años después trabajen para experimentar en sus propias aventuras en la rebelión: la experiencia de la fuerza colectiva en la batalla, de la rebelión incluso en el punto de mira de la represión y, sobre todo, de la esperanza desenfrenada. Se necesita optimismo para creer que la desaparición del capitalismo es inminente, junto con el nacimiento del mundo de nuestros sueños y deseos, un mundo libre de opresión, estados y clases económicas, lleno de solidaridad y ayuda mutua. El mundo de la anarquía y el comunismo.
“Mientras el sol se ponía sobre la ciudad de Quebec en el segundo día de acción contra las conversaciones del Área de Libre Comercio de las Américas en abril de 2001, la policía avanzó lentamente hacia el norte, hasta que se detuvieron en un punto muerto al pie de un paso elevado de la autopista. En este punto, todxs lxs demás, alborotadorxs y reporterxs por igual, tenían el rostro cubierto para protegerse del gas lacrimógeno que llenaba el aire; al mismo tiempo, aquellxs que antes habían sido tímidxs habían perdido el miedo—tras dos días de ver a intimidantes policías siendo golpeadxs en la cabeza con botellas, de ver vallas supuestamente inexpugnables derribadas con cuerdas, de respirar gases lacrimógenos hasta que perdían todo su poder para impresionar. Era imposible saber ahora quién era del Black Bloc y quién acababa de unirse a la lucha: lxs jóvenes de la calle quebequenses, antes apolíticxs, ocupaban las líneas del frente, arrojando bidones de gas y piedras como habían visto hacer a lxs activistas, emocionadxs por la sensación de recuperar su ciudad de los poderes de la policía y el capital. Se escondieron detrás de barricadas improvisadas, corriendo cerca de la línea policial para lanzar cócteles Molotov, mostrando un coraje sobrehumano frente a las tropas antidisturbios que lxs habían aterrorizado veinticuatro horas antes.
“Detrás de ellxs, más de tres mil personas de todas las edades y procedencias se encontraban en la autopista, golpeando con un ritmo ensordecedor cualquier superficie disponible. Los letreros de las calles, que sólo dos días antes les habían dicho adónde ir y cómo de rápido, se convirtieron en cajas de resonancia para su frustración y su convicción de que valía la pena luchar en este conflicto; el hormigón, que lxs había separado del suelo bajo sus pies y reforzado la propaganda en cada rincón, proclamando que la única condición posible era el capitalismo, la competencia y la estandarización cultural y el trabajo paralizante—ese mismo hormigón, fue desgarrado para ser convertido en martillos con los que tocar esa música de revuelta, o ser arrojado, llevado por los ecos de esa percusión, a los rostros de las fuerzas represivas.
“Debajo de la autopista, en el campamento de activistas que alguna vez fuera parte de la zona segura, se compartió comida gratis, cientos bailaron alegremente alrededor de las fogatas; los ánimos estaban más altos de lo que habían estado en desfiles o vacaciones. Las personas que nunca habían estado expuestas a los valores anarquistas del compartir y la autodeterminación los comprendieron y aceptaron de inmediato. Parecía que la totalidad del viejo mundo estaba a punto de reventar y colapsar.
“¿Quién de nosotrxs no ha pasado horas, semanas, años enteros de vida que, al final, no han dejado más legado que el hecho físico de haber sobrevivido, de haberlos vivido? Este momento justificó incluso esos años tristes y desperdiciados. Incluso lxs hastiadxs que habían atravesado décadas de tedio y absurdo fueron reivindicadxs: finalmente habíamos llegado a este, el primer umbral de la infancia. El pasado detrás de nosotrxs, que nos había parecido tan sin sentido, el futuro por delante incognoscible y a cada minuto más amenazador, todo esto valió la pena, justificado en la eternidad, para que pudiéramos vivir este peligro, esta libertad, este sentimiento de abrirnos camino a través de la piel del mundo.
“Hay otro mundo, uno secreto, compuesto por todos nuestros sueños no vividos y nuestros impulsos no realizados, todas esas partes de nosotrxs mismxs que no encuentran un punto de entrada en el que sí lo es—espera, bullendo a fuego lento, listas para hervir en seis mil millones de puntos de presión diferentes. Cuando lo hizo aquella tarde, bebimos gas lacrimógeno con gratitud y abandono, nos llenamos de energía, como sólo ocurre con las personas durante las grandes catástrofes o los triunfos; ni las balas de plástico ni los cañones de agua pudieron amedrentarnos, porque estábamos viviendo como siempre habíamos sabido que debíamos hacerlo. La música que hacíamos juntxs, batiendo nuestras propias cadencias en la chapa de la ciudad, era la erupción de nuestros anhelos individuales en el mundo material; unidos en sus singularidades, formaban una sinfonía de la que ningún compositor podría ser autor. Nos rodeaba, ensordecedor, más grande que nosotrxs mismxs; cuando cerrábamos los ojos, sonaba como un canto, como un vasto coro sobrenatural sobre nosotrxs.
Me hubiera gustado que esa canción hubiera durado para siempre, que hubiera sido nuestras vidas.
-“Twilight for Western Civilization: Sunset over Quebec City, April 21, 2001”, Inside Front #13
-
Esta convocatoria se reeditó posteriormente en The Black Bloc Papers, una colección de comunicados y análisis de las acciones del Black Bloc en esa época. ↩
-
Según “Quebec: Free the Germinal 5!” en A-Infos, 5 de mayo de 2001, Germinal no “pretende tener una ideología concreta: en su seno conviven diferentes tendencias políticas, desde el comunismo al independentismo quebequense pasando por el antiautoritarismo y el feminismo”. ↩
-
“Chronique d’une infiltration policière” L’Aut’Journal, número 201, julio de 2001 ↩
-
“L’affaire Germinal: L’Art d’infiltrer un groupe militant”. En realidad, este es un excelente e informativo documento de 41 páginas preparado por la “CRAP”, que significa “Coalición contra la represión y el abuso policial” en francés. Lectura muy recomendable si hablas francés. ↩
-
“Chronique d’une infiltration policière”. L’Aut’Journal, número 201, julio de 2001 ↩
-
“L’affaire Germinal”. ↩
-
“L’affaire Germinal”. ↩
-
En una ocasión, como pretexto para conocer a otrxs integrantes de Germinal, llegaron a inventarse un bono regalo falso para un partido de paintball, bono que supuestamente había sido un regalo para la hermana de unx de lxs agentes encubiertxs, que no había podido utilizarlo. ↩
-
Le Soleil, “Sommet des Amériques - Arrestation de six activistes”, Isabelle Mathieu, 19 de abril de 2001, p. A1. ↩
-
“Quebec: Free the Germinal 5!” A-Infos, 5 de mayo de 2001. ↩
-
Le Journal de Montréal, “6 activistes de Montréal arrêtés avec du “matériel émeutier”, Patrick Lagacé, 19 de abril de 2001, p. 9. ↩
-
En realidad, la marcha se encontró con un policía de tráfico. En el número #7 de Barricada, de mayo de 2001, un artículo titulado “El Black Bloc visita Quebec: Relato cronológico de un participante” describe así el encuentro: “Alguien decidió que, como el policía estaba solo, no sería mucho problema pinchar las ruedas del coche patrulla. Al parecer, el policía enfurecido decidió saltar del coche y arrestar al acuchillador de neumáticos. En ese momento, varias personas reaccionaron para evitar la detención. Según la versión de los hechos del policía, una persona le empujó hacia atrás con una porra y otra le golpeó en la cara con una barra metálica, lo que hizo que el agente sangrara abundantemente. En ese momento, el agente consiguió sacar su arma, y nadie sabe cómo se evitó una mayor escalada del conflicto. Este incidente cobraría mucha importancia, ya que a lo largo del fin de semana la policía intentó detener a personas y acusarlas de “intento de asesinato” como resultado de estos hechos.” ↩
-
“Something Did Start in Quebec City: North America’s Revolutionary Anti-Capitalist Movement”, Cindy Milstein ↩
-
“Twilight for Western Civilization: Sunset over Quebec City, April 21, 2001”, Inside Front #13 ↩
-
“Something Did Start in Quebec City: North America’s Revolutionary Anti-Capitalist Movement”, Cindy Milstein ↩
-
En “¿Hemos ‘radicalizado’ esto? Una mirada privilegiada a las protestas de Quebec”, The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism”, The Northeastern Anarchist # 2. ↩
-
Más tarde, ese mismo día, esta catapulta sirvió de pretexto para que una brigada policial arrestara a Jaggi Singh y lo acusara de dos cargos de “posesión de arma con fines peligrosos”. Permaneció en prisión durante 17 días. ↩
-
“El FBI allana el centro de prensa: el plan de seguridad robado para la reunión de Quebec se subió a Internet desde aquí”. Seattle Post-Intelligencer, 23 de abril de 2001. ↩
-
“El FBI allana un centro de prensa: el plan de seguridad robado para la reunión de Quebec se subió a Internet desde aquí”. Seattle Post-Intelligencer, 23 de abril de 2001. El mismo artículo continúa citando a una fuente anónima de la justicia penal federal, quien afirmó que “la velocidad con la que el delicado documento robado apareció en Internet muestra la sofisticación del movimiento que se opone al comercio mundial sin restricciones. El hecho de que haya algo de esta magnitud en la Web, demuestra realmente que estos grupos son fuertes, con recursos y resistentes.” ↩
-
Los documentos en cuestión ya no se encuentran en ningún lugar de Internet. He reconstruido lo que decían lo mejor que he podido. ↩
-
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist #2. ↩
-
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist #2 ↩
-
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist #2 ↩
-
“¿Hemos ‘radicalizado’ esto? Una mirada privilegiada a las protestas de Quebec”, The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
Las citas de estos dos párrafos proceden de una entrevista con Nicolas Phebus realizada en marzo de 2021 para este texto. ↩
-
“¿Hemos ‘radicalizado’ esto? Una mirada privilegiada a las protestas de Quebec”, The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
“¿Hemos ‘radicalizado’ esto? Una mirada privilegiada a las protestas de Quebec”, The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
Entrevista con Nicolas Phebus, Marzo de 2021 ↩
-
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
“El Black Bloc visita Quebec: Relato cronológico de un participante”, Barricada # 7, Mayo de 2001. ↩
-
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
“Breaking The Barricades: Quebec’s Carnival Of Resistance Against Capitalism” The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
“Twilight for Western Civilization: Sunset over Quebec City, April 21, 2001,” Inside Front #13 ↩
-
“El Black Bloc en Quebec: Un Análisis,” Barricada #7, Mayo 2001. ↩
-
“El Black Bloc en Quebec: Un Análisis”, Barricada #7, Mayo de 2001. ↩
-
“¿Hemos ‘radicalizado’ esto? Una mirada privilegiada a las protestas de Quebec”, The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
“¿Hemos ‘radicalizado’ esto? Una mirada privilegiada a las protestas de Quebec”, The Northeastern Anarchist # 2 ↩
-
“Twilight for Western Civilization: Sunset over Quebec City, April 21, 2001”, Inside Front #13 ↩
-
“El Black Bloc visita Quebec: Relato cronológico de un participante”, Barricada # 7, Mayo de 2001. ↩