Elon Musk ha tomado posesión de Twitter, afirmando que lo convertirá en «una plaza del pueblo digital común». ¿Qué tipo de plaza es propiedad de un solo plutócrata? La plaza de una ciudad empresarial, o de una monarquía. ¿Qué significará esto para la gente corriente que depende de plataformas como Twitter para comunicarse y organizarse en la era digital?
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Resolver las tensiones en el seno de la clase dirigente
Los conflictos que se desarrollaron dentro de la clase capitalista durante la presidencia de Trump enfrentaron efectivamente a una coalición advenediza de nacionalistas y capitalistas de viejo cuño (como el lobby del petróleo) contra los partidarios de los negocios neoliberales de siempre, ejemplificados por la gran mayoría de Silicon Valley. Si no fuera por estos conflictos inter-clase, el esfuerzo de Trump por consolidar el control del gobierno estadounidense para su particular marca de autoritarismo nacionalista podría haber triunfado ya. Los movimientos de base encabezaron la resistencia a las políticas de Trump y el apoyo a nivel de calle, pero Silicon Valley también tomó partido, culminando con la expulsión de Trump de su plataforma por parte de Twitter tras el intento fallido de golpe de Estado del 6 de enero. Esto subrayó lo que ya estaba claro desde el verano de 2020: Trump no había acumulado suficiente apoyo entre la clase capitalista para mantener su control del poder.
¿Y si Trump hubiera sido capaz de hacer causa común con una masa crítica de multimillonarios de Silicon Valley? ¿Habrían salido las cosas de otro modo? Ésta es una pregunta importante, porque el conflicto tripartito entre nacionalistas, neoliberales y movimientos sociales participativos no ha terminado.
Para decirlo en términos dialécticos vulgares:
Tesis: El esfuerzo de Trump por consolidar un nacionalismo autoritario
Antítesis: La oposición de los magnates neoliberales en Silicon Valley
Síntesis: Elon Musk compra Twitter
Así entendida, la adquisición de Twitter por parte de Musk no es sólo el capricho de un plutócrata individual: también es un paso hacia la resolución de algunas de las contradicciones dentro de la clase capitalista, para establecer mejor un frente unificado contra los trabajadores y todos los demás receptores de Twitter. La violencia del sistema capitalista. Cualesquiera que sean los cambios que introduzca Musk, seguramente reflejarán sus intereses de clase como el hombre más rico del mundo.
De todos los gigantes de las redes sociales (y a pesar de la notoria presencia de Trump en la plataforma), se podría decir que los administradores de Twitter fueron menos complacientes con la agenda de Trump que los de Facebook o Youtube. Mientras que Mark Zuckerberg se reunió en repetidas ocasiones con Trump y sus partidarios de extrema derecha como Tucker Carlson, y Facebook e Instagram accedieron a las demandas de extrema derecha de prohibir a los anarquistas y antifascistas en sus plataformas, Twitter prohibió a los fascistas al menos tan fácilmente como prohibió a los anarquistas y otros activistas. En su momento, especulamos que esto podría deberse a que Twitter todavía estaba bajo la dirección de algunos de los fundadores originales.
Aquí, vamos a seguir Twitter desde sus orígenes como herramienta de protesta para los activistas hasta la adquisición de Musk, esbozando una historia de la toma de control capitalista de Internet en microcosmos.
twitter.com/crimethinc/status/1591091630425182208
Innovación y cooptación
Con la compra de Twitter por Musk, asistimos a la conclusión de un ciclo de innovación y cooptación en el campo de las comunicaciones. A finales del siglo XX, los modelos políticos y tecnológicos dominantes eran monolíticos y unidireccionales: televisión en red, partidos políticos de masas. En respuesta, los y las anarquistas y otras personas rebeldes experimentaron con medios independientes y redes clandestinas, produciendo innovadores modelos horizontales y descentralizados como indymedia.org. Las empresas tecnológicas acabaron monetizando estos modelos como los medios participativos de la Web 2.0, como Facebook. Sin embargo, desde el cambio de siglo hasta el levantamiento de 2020, los persistentes aspectos horizontales y participativos de Internet en general y de las redes sociales en particular siguieron empoderando a quienes buscaban alcanzar una mayor autodeterminación, como demuestra el graffiti «Gracias Facebook» en Túnez tras los levantamientos de la llamada «Primavera Árabe» de 2010-2011.
En la última década, sin embargo, las empresas y los gobiernos han introducido cada vez más vigilancia y control on-line. La adquisición de Twitter por parte de Musk es la última etapa de una represión reaccionaria con sombrías implicaciones.
Febrero de 2011: pintadas en Túnez tras la caída del Presidente Ben Ali. Fotografía de Habib Nassar.
Musk y sus colegas ven el capitalismo como una meritocracia en la que los competidores más astutos y trabajadores llegan inexorablemente a la cima. De ahí, presumiblemente, su propio éxito.
Por supuesto, si Musk desea demostrar que su éxito no es sólo consecuencia del privilegio y la suerte, de la desgracia y la buena fortuna, podría demostrarlo fácilmente regalando su riqueza, cortando sus lazos sociales, cambiando su nombre y repitiendo sus supuestas hazañas de pobre a rico por segunda vez. Si fuera capaz de escalar la pirámide por segunda vez sin la ventaja de haber crecido siendo blanco en la Sudáfrica del apartheid (dejando de lado por ahora la cuestión de las inversiones en esmeraldas de su padre), quizá tendríamos que escuchar sus afirmaciones de que el mercado le ha encumbrado gracias a sus cualidades personales, aunque eso seguiría sin demostrar que el capitalismo recompensa los esfuerzos más beneficiosos para la humanidad.
Según la narrativa de Silicon Valley, plataformas como Twitter son inventos de emprendedores individuales, impulsados por el capital financiero de inversores astutos.
Pero Twitter no surgió, como Atenea, de la cabeza del cofundador de la empresa, Jack Dorsey. De hecho, fue un modesto perfeccionamiento de un modelo ya demostrado por TXTmob, el programa de mensajería de texto SMS desarrollado por el Instituto de Autonomía Aplicada para las protestas en las convenciones nacionales demócrata y republicana de 20041. Blaine Cook y Evan Henshaw-Plath, desarrolladores anarquistas que trabajaron junto a Dorsey en su anterior empresa, Odeo, ayudaron a perfeccionar TXTmob y más tarde se llevaron el modelo a las conversaciones con Dorsey que dieron lugar a Twitter2.
Si la implacable urgencia de las redes sociales en general y de Twitter en particular puede ser agotadora, eso es de esperar: la infraestructura de Twitter fue diseñada originalmente para comunicaciones callejeras durante movilizaciones masivas de alto riesgo en las que la información debe salir de inmediato, reducida a su más esencial expresión. No es una coincidencia que, a pesar de sus deficiencias, la plataforma haya seguido siendo útil para activistas callejeras y periodistas de conflictos.
La cuestión aquí es que los modelos innovadores no surgen necesariamente del emprendimiento comercial de los Grandes Hombres de la historia y la economía. Más a menudo, surgen en el curso de esfuerzos colectivos para resolver uno de los problemas creados por el orden capitalista. La resistencia es el motor de la historia. Después, oportunistas como Musk utilizan la enorme influencia económica que les otorga un mercado impulsado por los beneficios para comprar nuevas tecnologías y volverlas definitivamente contra los movimientos y los medios que las produjeron originalmente.
Podemos identificar dos fases en la apropiación capitalista del modelo TXTmob. En la primera, un marco diseñado originalmente por personas voluntarias para el uso de manifestantes normales se transformó en una empresa que cotiza en bolsa, más o menos al mismo tiempo que los espacios abiertos de los inicios de Internet estaban siendo colonizados por los sistemas de vigilancia con ánimo de lucro de la Web 2.0. En la segunda fase, esta empresa que cotiza en bolsa se ha transformado en el juguete privado de un magnate, con consecuencias que aún están por ver.
Musk afirma que su objetivo es abrir la plataforma a una mayor variedad de discursos. En la práctica, no existe la «libertad de expresión» en su forma pura: cada decisión que puede configurar las condiciones del diálogo tiene inevitablemente implicaciones sobre quién puede participar, quién puede ser escuchado y qué puede decirse. Por mucho que digamos en su contra, los anteriores moderadores de contenidos de Twitter no impidieron que la plataforma sirviera a los movimientos de base. Todavía tenemos que ver si Musk se dirigirá intencionadamente a activistas y organizadores o simplemente permitirá que los reaccionarios lo hagan de forma colaborativa, pero sería extremadamente ingenuo tomarle la palabra de que su objetivo es hacer Twitter más abierto.
twitter.com/Esqueer_/status/1583225288481046528
El multimillonario contra los y las anarquistas
Imagina que no crees que Elon Musk merezca tener más poder sobre lo que ocurre en Twitter que los aproximadamente 238 millones de personas que lo usan hoy en día. A efectos de este experimento mental, imagina que crees que nadie merece tener un poder tan desproporcionado sobre los medios a través de los cuales los seres humanos se comunican entre sí. En otras palabras, imagina que eres anarquista.
¿Qué puedes hacer para garantizar que la gente pueda controlar las tecnologías que nos conectan? ¿Puedes establecer nuevas plataformas que respondan directamente a quienes las utilizan? Más importante aún, ¿se pueden popularizar y alejar a usuarios y usuarias de los campos de juego cerrados de las redes sociales corporativas? ¿Puedes reunir a la gente en otros foros, espacios que los multimillonarios no pueden comprar ni controlar?
Efectivamente, la adquisición de Twitter por parte de Musk nos devuelve a la década de 1980, cuando los principales medios de comunicación estaban enteramente controlados por grandes corporaciones. La diferencia es que las tecnologías actuales son participativas y no unidireccionales: en lugar de simplemente ver presentadores de noticias y celebridades, vemos representaciones de cada uno de ellos, cuidadosamente seleccionadas por quienes dirigen las plataformas. En todo caso, esto hace que las pretensiones de las redes sociales de representar los deseos de la sociedad en su conjunto sean más insidiosamente persuasivas de lo que jamás podrían ser los espectáculos de las cadenas de televisión.
Twitter en sí es probablemente una causa perdida, pero no debemos ceder precipitadamente ningún territorio a través del cual podamos comunicarnos y organizarnos contra nuestros opresores. En un mundo globalmente interconectado, nuestros adversarios en gobiernos, corporaciones y movimientos reaccionarios seguirán aprovechando la tecnología digital para actuar con rapidez y coordinación. Nosotras no podemos permitirnos no hacer lo mismo, aunque a largo plazo busquemos formas de conexión mucho más ricas que cualquier cosa que pueda proporcionar la tecnología digital.
Eres tú contra los multimillonarios. Ellos tienen a su disposición toda la riqueza y el poder del imperio más formidable de la historia del sistema solar. Todo lo que tienes a tu favor es tu propio ingenio, la solidaridad de tus camaradas y la desesperación de millones de personas como tú. Los multimillonarios triunfan concentrando el poder en sus propias manos a costa de todos los demás. Para que tú triunfes, debes demostrar cómo todas las personas pueden ser más poderosos. En esta contienda se enfrentan dos principios: por un lado, el engrandecimiento individual a expensas de todos los seres vivos; por otro, el potencial del individuo para aumentar la autodeterminación de todos los seres humanos, de todas las criaturas vivas.
La buena noticia es que su narrativa sobre de dónde viene la innovación es mentira. Los y las anarquistas tuvieron más que ver con los orígenes de Twitter que plutócratas como Musk. Podemos crear nuevas plataformas, nuevos puntos de partida para la conexión, nuevas estrategias para cambiar el mundo. Debemos hacerlo.
twitter.com/rabble/status/1590853230208376832
twitter.com/blaine/status/1591189007798767616
Lectura adicional
- Sobreviviendo a la represión en las redes sociales
- From Indymedia to Tahrir Square-El origen revolucionario de las actualizaciones de estado en Twitter
- From TXTMob to Twitter
- TXTmob and Twitter
- Plantery.social
twitter.com/PaulbernalUK/status/1587353426484203521
twitter.com/stevekrenzel/status/1589700737407549440
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Podríamos remontarnos aún más atrás, a las protestas de la cumbre de la Unión Europea en Gotemburgo, del 14 al 16 de junio de 2001, durante las cuales algunas personas participantes organizaron una «central de comunicaciones» utilizando un burdo programa de distribución masiva de mensajes SMS. Todo el mundo podía suscribirse al servicio, pero la infraestructura no estaba descentralizada, lo que la hacía vulnerable. La policía llevó a cabo una redada y ocho personas cumplieron un año o más cada una entre rejas. A estas redadas siguieron otras similares durante las protestas de la Convención Nacional Republicana de 2008 en St. Paul y la cumbre del G20 de 2009 en Pittsburgh, antes de que las autoridades pasaran de intentar perseguir a quienes proporcionaban información al público en general durante las protestas, a perseguir a quienes inadvertidamente daban demasiada información sobre sí mismas a través de las redes sociales. ↩
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Según un relato de Evan Henshaw-Plath y Harry Halpin, «Aunque Twitter recibió una temprana cobertura favorable de revistas de capital riesgo como TechCrunch y un repunte de uso en torno al terremoto de San Francisco de agosto de 2006, en septiembre de 2006 sólo tenía 5.000 usuarios, los mismos que TxtMob». No despegó hasta la conferencia SXSW de 2007. ↩