Solidaridad entre las personas desplazadas

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Cómo les anarquistas ruses en el exilio apoyaron a los y las okupas refugiadas armenias

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En todo el mundo, los desplazamientos masivos se aceleran a medida que la catástrofe climática, la crisis económica y la guerra empujan a millones de personas al exilio, tanto dentro de sus propios países como a través de las fronteras. Estas migraciones masivas están exacerbando el aburguesamiento, aumentando el coste de la vivienda al tiempo que la especulación inmobiliaria deja a más y más personas sin hogar. ¿Cómo pueden las personas desplazadas seguir actuando políticamente en sus nuevos hogares, estableciendo la solidaridad a través de líneas étnicas en entornos desconocidos? En Armenia, los y las anarquistas rusas que viven en el exilio dieron ejemplo, apoyando a las personas refugiadas armenias que habían ocupado el abandonado Ministerio de Defensa.

Para más información sobre los recientes movimientos sociales en Armenia, puedes empezar aquí. Otro ejemplo de cómo los desplazados se organizan políticamente en un nuevo contexto es aquí.

Las ventanas vacías del antiguo edificio del Ministerio de Defensa desalojado en Ereván.


Antecedentes

Los territorios que en su día fueron designados por las superpotencias mundiales como el Bloque del Este tienen cada uno su propia trayectoria histórica, social y política. Durante siglos se ha disputado aquí la línea orientalista entre el “civilizado” Occidente y el “bárbaro” Oriente. En estos territorios, los imperios han conquistado y se han desmoronado, la guerra y el genocidio han trazado y re-dibujado las fronteras.

A finales del siglo XIX y principios del XX, el anarquismo protagonizó algunas de las luchas más encarnizadas en estas regiones. Desde entonces, las consecuencias de décadas de régimen socialista, represión estatal y la brutal privatización económica capitalista de los años 90 han creado un panorama político difícil. Mantener la organización anarquista en este contexto ha sido desde difícil (como en Polonia) hasta extremadamente peligroso (como en Rusia o Bielorrusia).

La historia del anarquismo en Armenia se remonta a finales del siglo XIX. Uno de los anarquistas armenios más famosos fue Alexander Movsesi Atabekian, que se inspiró en los escritos de Peter Kropotkin. Fue uno de los primeros críticos de la Revolución de Octubre en Rusia, postura que le costó la libertad, ya que las autoridades soviéticas lo detuvieron varias veces. Su obra sigue siendo influyente, ya que creó una de las pocas publicaciones periódicas anarquistas de la época en armenio.

Tras décadas de régimen autoritario, Armenia obtuvo la independencia en 1991, con la disolución de la Unión Soviética. Los primeros años de independencia estuvieron marcados por la guerra, ya que Armenia se enfrentó a Azerbaiyán por el territorio aún sin resolver de Nagorno-Karabaj.

Las dos décadas transcurridas desde entonces han sido testigo de repetidos brotes de agitación social. En 2013, surgió un movimiento masivo descentralizado en la capital, Ereván, contra el aumento del coste del transporte público. Un año después, estallaron protestas autoorganizadas contra la reforma del sistema de pensiones. Anarquistas participaron en ambos movimientos y en las protestas contra la demolición de la histórica casa Afrikyan Club en Ereván. En 2015, el aumento del coste de la electricidad atrajo a más gente a las calles, una vez más incluidas anarquistas.

En Armenia, como en muchos otros países postsocialistas de la región, es difícil distinguir claramente entre las protestas desencadenadas por presiones sociales y económicas y los movimientos que buscan un cambio de régimen. No obstante, en los años anteriores a 2016 se produjo un aumento de los grupos de afinidad y de las pequeñas organizaciones anarquistas, incluidas las iniciativas feministas y queer.

Sin embargo, en 2016, reflejando los cambios que se estaban produciendo en todo el mundo, el terreno político empezó a cambiar, ya que las milicias de derechas arrebataron la iniciativa a los anarquistas. En julio, tomaron la comisaría de policía más grande de Ereván, intentando sin éxito precipitar una insurrección armada. Al mismo tiempo, la emigración estaba erosionando los logros que habían conseguido los anarquistas. Como un anarquista armenio nos dijo entonces, “Abandonar Armenia y unirse a las filas de los inmigrantes es actualmente la forma más extendida de radicalización.”

En 2020, se reanudó la guerra con Azerbaiyán. Durante los años anteriores, Rusia había obtenido beneficios vendiendo armas a ambos países. Vladimir Putin acabó negociando un alto el fuego entre las dos naciones, pero el conflicto militar continuó durante los años siguientes, intensificándose de nuevo después de que Rusia se enfrascara en su invasión de Ucrania. La guerra suele fomentar el desarrollo de políticas reaccionarias y grupos de extrema derecha, al tiempo que desgarra el tejido social que antes facilitaba la organización de las bases.

En este contexto, es especialmente importante encontrar ejemplos de cómo las personas refugiadas que se han visto desplazados de sus hogares y patrias pueden organizarse juntos, incluso cuando los movimientos sociales anteriores se derrumbaron.

El antiguo edificio del Ministerio de Defensa en Ereván.

Anarquistas rusos solidarios con los y las okupas armenias: Una entrevista

Las siguientes respuestas fueron proporcionadas por un anarquista ruso que vive en Ereván.

Háblanos de la crisis de la vivienda en Armenia.

Ya antes de la invasión de Ucrania, las autoridades municipales de Ereván estaban re-urbanizando la ciudad, desmantelando edificios antiguos, incluidos lugares históricos, y sustituyéndolos por las nuevas estructuras, tiendas y restaurantes que son los motores de la creciente crisis de aburguesamiento de la ciudad.

Después de que Rusia invadiera Ucrania el 24 de febrero de 2022, más de 100.000 rusos y rusas emigraron a Armenia, incluidas anarquistas. Pero resultó que también había una guerra en la propia Armenia. Mientras Putin es reconocido oficialmente como criminal de guerra en La Haya, Ilham Aliyev y Recep Tayyip Erdoğan, los presidentes de Azerbaiyán y Turquía, matan y bombardean armenios, destruyen monumentos culturales armenios y bloquean Artsaj, privando de alimentos y medicinas a una población de 120.000 personas sin que la comunidad mundial oponga resistencia alguna.

Como consecuencia, además de los expatriados rusos, Armenia se ha visto inundada por un número masivo de personas refugiadas internas, y el Estado ha hecho muy poco por ayudarles.

Los caseros y los agentes inmobiliarios se aprovecharon de la situación para aumentar drásticamente los alquileres. Los medios de comunicación armenios publicaron historias sobre cómo los refugiados de Artsaj se veían obligados a pagar una vez y media más de alquiler que una familia de cinco miembros en un apartamento. Los caseros les llamaban y amenazaban con instalar a rusos en su lugar, a pesar de que las condiciones del contrato de alquiler se habían discutido de antemano. A veces, cuando instalaban personas rusas, no retiraban el anuncio que anunciaba que el espacio estaba disponible, sino que subían el precio del mismo, amenazando con desalojar a los nuevos inquilinos si recibían una oferta mejor. Esto contribuyó a la espiral de subida de precios.

En su mayoría, los propietarios no firman contratos formales con los inquilinos, para poder cambiar las condiciones del alquiler en cualquier momento, fijar un nuevo precio o echar a los inquilinos. Esto también les permite evitar pagar impuestos al gobierno. Como resultado, los inquilinos se ven abandonados a su suerte. Tienen que luchar solos, por un lado, con los propietarios que intentan sacarles el máximo beneficio y, por otro, con las consecuencias económicas de la reciente guerra.

La crisis de la vivienda ha afectado a muchos grupos demográficos diferentes: estudiantes, trabajadores de otras regiones de Armenia que se trasladaron a la capital, refugiados de Nagorno-Karabaj y armenios de otros estratos sociales.

Cuando se anunció la movilización militar parcial en Rusia en septiembre de 2022, llegó a Armenia una segunda oleada de emigrantes rusos. Esta vez, incluía no sólo a rusos étnicos, sino también a armenios étnicos con pasaporte ruso. Como resultado, incluso garajes y sótanos están siendo convertidos apresuradamente en apartamentos y alquilados en el mercado de Ereván, y los precios inmobiliarios en las grandes ciudades regionales de Armenia (como Gyumri, Vanadzor, Kapan o Dilijan) han alcanzado el nivel que alcanzaron los precios en Ereván el febrero anterior.

Según mi propia experiencia, el problema de la vivienda es acuciante para muchas personas reubicadas. Hay algunos programadores informáticos que pueden permitirse un apartamento caro, pero la mayoría de los inmigrantes no.

En Ereván sólo hay un albergue para personas sin hogar, con capacidad para 100 personas, mientras que en la calle duermen unas cuatro veces más. A algunas personas han tenido que amputarles miembros por congelación. Sin embargo, oficialmente, en Armenia no hay personas sin hogar.

Hoguera encendida por okupas desalojadas frente al antiguo edificio del Ministerio de Defensa en Ereván. Foto de Samson Martirosyan.

¿Qué relación tiene esto con el desalojo de la ocupación de viviendas en el antiguo Ministerio de Defensa?

En 2018, cientos de personas ocuparon un antiguo edificio de 13 plantas del Ministerio de Defensa situado cerca de la autopista de Ereván. Llevaba vacío desde 2008. Muchas de las personas participantes eran familias con niños, veteranos de guerra, ancianos y pobres. Algunos eran veteranos de tres o cuatro guerras. Repararon el edificio, plantaron árboles y gestionaron una granja.

Las autoridades decidieron renovar el espacio y cedérselo a la agencia tributaria estatal, que debe trasladarse allí en 2027. La idea era crear un “Centro Económico Exterior” en el lugar de la okupa desalojada.

Semanas antes de desalojar la ocupación, cortaron la electricidad, creando unas condiciones de vida muy difíciles para las personas residentes. El 16 de febrero de 2023, la policía armenia acudió al edificio y obligó a salir a todos las personas ocupantes. Para entonces, había al menos 150 familias viviendo allí. Muchos de los y las ocupantes se defendieron; 26 personas fueron detenidas en el acto. Tras traer a miles de policías, las autoridades empezaron a saquear, destruyendo la granja y robando cosas de los desalojados, incluidos uniformes militares.

Las autoridades han permitido a veinte familias vivir en un dormitorio, mientras que otras viven con parientes. Pero muchas se negaron a abandonar su hogar, montando un campamento en los terrenos cercanos al edificio y exigiendo que se les permitiera seguir viviendo allí.

Nosotras, representantes de un círculo anarquista que se reúne periódicamente en un bar anarquista, decidimos no mantenernos al margen.

Hoguera encendida por los okupas desalojados frente al antiguo edificio del Ministerio de Defensa en Ereván. Foto de Samson Martirosyan.

¿Cuál fue la respuesta al desalojo y a sus esfuerzos de solidaridad?.

El desalojo y nuestras actividades en solidaridad con las okupas han provocado cierto debate entre la comunidad de emigrantes. Alguien en una de las salas de chat de emigrantes escribió que estas personas refugiadas y veteranos eran “unos vagos que se apoderaron de una propiedad estatal”, y él, como contribuyente, se indignó enormemente por ello. En respuesta, otros esgrimieron argumentos sobre derechos humanos. Algunos liberales empezaron a argumentar que “en Alemania o Suecia, preservar el derecho a la vivienda y a una vida digna es un deber de un funcionario”.

Para mí, como anarquista, la historia de la ocupación es una vívida ilustración de cómo la propia gente, con su propio trabajo e ingenio, puede resolver los problemas sociales a nivel de base. Al garantizar los derechos sociales por medios no estatales, este proyecto social evita la burocracia y el paternalismo, los principales inconvenientes del sistema de bienestar.

En muchos sentidos, experimentos sociales como la okupación también pueden poner en tela de juicio la existencia de los terratenientes. Al igual que los señores feudales medievales, los terratenientes no crean nada de valor para la sociedad, pero aún así se les permite beneficiarse del trabajo de otros. Como dijo uno de los okupas: “Si el Estado no puede ayudarnos, que Dios nos ayude, al menos que deje de interferir y deje de robar y destruir lo que hemos construido”.

Lavandería de las personas okupas desalojadas acampadas frente al antiguo edificio del Ministerio de Defensa en Ereván.

En la última década, Ereván fue testigo de varias oleadas de protestas. ¿Ves a la gente acumulando conocimientos históricos y experiencia de una lucha a otra?.

Con respecto al movimiento de la década de 2010 en Ereván, realmente hubo un movimiento callejero en el que participaron los y las anarquistas armenias. Hubo protestas contra el aumento de los precios de la electricidad, un bloque anarquista participó en una manifestación el día de los derechos humanos, hubo una acción contra el aburguesamiento de Ereván y una acción de anarcofeministas. Pero, por desgracia, toda la gente de esa generación ha abandonado la política, se ha afiliado a partidos políticos o se ha marchado al extranjero, a Rusia o a Europa.

Hoy, los y las anarquistas de Armenia son en su mayoría emigrantes de la Federación Rusa. De hecho, sólo conozco a dos anarquistas armenios: N-, un músico punk (que se hizo anarquista a principios de la década de 2020), y S-, una anarcofeminista que da conferencias en nuestro espacio y publica ocasionalmente en revistas de izquierda y anarquistas (que también se hizo anarquista por esa época). Ninguno de los dos, por desgracia, estaba relacionado con los movimientos y grupos de afinidad de la década de 2010.

También hay una anarquista de Israel: Y-, una mujer judía que dio a luz en Crimea, se repatrió a Israel, vivió allí durante 18 años en kibutzim y participó en el movimiento anarquista de allí (incluido el contacto con “Anarquistas contra el Muro”), se casó con un armenio y se trasladó a Ereván, donde decidió establecer un café de temática anarquista y feminista. El café se convirtió en un lugar de encuentro para la comunidad judía local (por ejemplo, en las celebraciones del Shabat todos los sábados), así como para la intelectualidad creativa, que celebraba allí lecturas públicas.

Todo esto continuó hasta que Rusia invadió Ucrania, tras lo cual las autoridades rusas empezaron a perseguir aún más a sus ciudadanos, y cientos de miles de rusos contrarios a la guerra (incluidos anarquistas) huyeron del país.

Como resultado, Armenia, que fue monoétnica durante casi todos los años de su independencia, es ahora más diversa.

Posteriormente, muchos representantes de opiniones izquierdistas y antiautoritarias se convirtieron en visitantes habituales del café Mama-jan. Esto ofreció un terreno fértil para la formación, por iniciativa de Y-, S- (de quien he hablado antes) y el anarquista ruso S-, de lo que se llamó la Escuela Pública Emma Goldman. En la práctica, se trataba de una reunión semanal de anarquistas y simpatizantes en una pequeña sala del café para discutir los nuevos artículos que aparecían en las revistas anarquistas.

La puerta del café Mama-jan. La segunda pegatina dice “No a la guerra” en ruso.

Así se formó nuestro pequeño círculo, que ahora representa a todo el movimiento anarquista de Armenia.

Hay muchas personas diferentes entre nosotras. Uno participa activamente en el veganismo e incluso fundó su propia cooperativa vegana (a la que yo también me uní). Otros, como un amigo anarquista cristiano, recogen ayuda humanitaria para las víctimas de la guerra. Hay un grupo anarquista queer que sigue haciendo activismo de calle.

El café se convirtió en un espacio social en el que empezamos a organizar activamente conferencias públicas sobre diversos temas, como el legado del anarquista armenio Alexander Atabekian (una conferencia que yo presenté), anarquismo y ecología, el movimiento zapatista y más.

Una presentación en Ereván sobre Alexander Atabekian.

Un acto en Ereván para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

¿Cómo apoyó a los ocupantes ilegales?

En cuanto supimos que habían sido desalojados por la fuerza, decidimos ir a ayudarles. Fuimos a verles varias veces y, a pesar de cierta desconfianza inicial, mis amigos consiguieron encontrar un lenguaje común con ellos.

Como resultado, en la siguiente reunión semanal, discutimos cómo seguir apoyándoles. Uno de los simpatizantes de las ideas anarquistas, visitante de nuestro círculo, se encargó de suministrarles leña para que utilizaran chimeneas salamandra para calentar sus tiendas. Además, como activista antibelicista con ciertos contactos, conseguí invitar allí a un amigo periodista. En una visita posterior, nos recibieron muy hospitalariamente. Ayudamos a descargar la leña, nos dieron de comer y nos enseñaron a jugar al backgammon.

Hicimos un reportaje sobre la situación para los medios de comunicación emigrantes en lengua rusa, que más tarde desempeñó un papel muy importante. También establecimos contacto con la organización benéfica “Ethos”, fundada por reubicados en Ereván y que se dedica a ayudar tanto a refugiados ucranianos como armenios.

Gracias a que aparecieron noticias sobre el desalojo que fueron reenviadas por iniciativa nuestra a través de varias editoriales (por ejemplo, en “Doxa”, que cubrió activamente la persecución de anarquistas y manifestantes contra la guerra), pudimos iniciar una colecta de alimentos, medicinas y combustible en Ethos. Al final, ¡recogimos 60.000 drams más de lo previsto! [El equivalente a unos 157 dólares, que sigue siendo una cantidad importante de dinero para personas refugiadas en Armenia.]

Además, los y las okupas empezaron a invitarnos activamente a sus protestas: las celebraban todos los jueves y todos los lunes cerca del edificio del gobierno y del Comité de Gastos del Estado. Mis amigas y yo sosteníamos un cartel en el que se leía “Estado, ¿por qué le has quitado la vivienda a la gente?”, con símbolos anarquistas.

Los y las okupas estaban muy contentos con nuestro apoyo, e incluso nos invitaban a barbacoas, lo que resultaba especialmente irónico en el caso de nuestro amigo vegano.

Ahora su lucha continúa, y mantenemos el contacto con ellos.

Condiciones de acampada frente al antiguo edificio del Ministerio de Defensa en Ereván.

¿Qué pueden ofrecer los anarquistas a las luchas por la vivienda?

El anarquismo, en principio, a lo largo de su historia, ha estado muy interesado en la cuestión de la vivienda. No en vano, durante la Comuna de París, una de las decisiones revolucionarias del consejo fue instalar a los parisinos sin techo en los apartamentos de los emigrantes burgueses que habían huido a Versalles, y establecer la prohibición de desalojar a los inquilinos por impago de alquiler. La inseguridad de la vivienda es un aspecto importante de la sociedad moderna, un reto al que los anarquistas deben responder.

El ejemplo de este desahucio es especialmente llamativo. Pone de manifiesto el absurdo y la inmoralidad de una civilización basada en la propiedad privada.

Es necesario aquí establecer paralelismos entre cómo Azerbaiyán está tratando de expulsar a los armenios y llevar a cabo una limpieza étnica en Artsakh, utilizando tácticas como el establecimiento de un bloqueo y el corte de la electricidad, y cómo ocurrió lo mismo en Ereván, con el gobierno armenio cortando la electricidad a los okupas y creando condiciones insoportables para ellos.

Okupas acampadas frente al antiguo edificio del Ministerio de Defensa en Ereván.


La casa no fue construida por su propietario. La construyeron, decoraron y amueblaron innumerables trabajadores del aserradero, la fábrica de ladrillos y el taller, esforzándose por ganarse la vida con un salario mínimo…

¿Quién puede apropiarse del más pequeño terreno o del más insignificante edificio sin cometer una flagrante injusticia? ¿Quién, entonces, tiene derecho a vender a cualquier postor la más pequeña porción del patrimonio común?

En este punto, como hemos dicho, los trabajadores están de acuerdo. La idea de la vivienda libre se manifestó claramente durante el sitio de París, cuando se pedía una reducción pura y simple de las condiciones exigidas por los terratenientes. Apareció de nuevo durante la Comuna de 1871, cuando los obreros de París esperaban que el Consejo Comunal decidiera audazmente la abolición de los alquileres. Y cuando llegue la Nueva Revolución, será la primera cuestión que preocupe a los pobres.

Tanto en tiempos de revolución como en tiempos de paz, el obrero debe tener una vivienda, un techo. Pero, por muy destartalada y miserable que sea su vivienda, siempre hay un propietario que puede desahuciarle…

Rechazando uniformes e insignias -esos signos externos de autoridad y servidumbre- y permaneciendo como pueblo entre el pueblo, los revolucionarios sinceros trabajarán codo con codo con las masas, para que la abolición de los alquileres, la expropiación de las casas, se conviertan en un hecho consumado. Prepararán el terreno y alentarán las ideas para que crezcan en esta dirección; y cuando el fruto de su trabajo esté maduro, el pueblo procederá a expropiar las casas sin prestar atención a las teorías que ciertamente se le impondrán: teorías sobre el pago de indemnizaciones a los propietarios y la búsqueda previa de los fondos necesarios.

El día en que se produzca la expropiación de las casas, ese día, los y las trabajadoras explotadas se habrán dado cuenta de que han llegado los nuevos tiempos, de que el Trabajo ya no tendrá que soportar el yugo de los ricos y poderosos, de que la Igualdad ha sido proclamada abiertamente, de que esta Revolución es un hecho real, y no una farsa teatral, como tantas otras que la han precedido.

-Peter Kropotkin, La conquista del pan

Okupas acampadas frente al antiguo edificio del Ministerio de Defensa en Ereván.