Por qué el Estado no puede transigir con el Movimiento de Solidaridad con Gaza

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Y lo que eso significa para nosotras

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El 17 de abril, estudiantes de la Universidad de Columbia iniciaron una acampada en el campus en solidaridad con Gaza. Después de que la administración llamara al departamento de policía de Nueva York en un intento fallido de desalojar el campamento, estudiantes de todo el país establecieron campamentos y ocupaciones propias. En el siguiente análisis, los y las participantes en el movimiento exploran las cuestiones estratégicas a las que se enfrenta en la actualidad.


Por qué el Estado no puede transigir con el movimiento en solidaridad con Gaza

Después de que los estudiantes empezaran a ocupar Columbia en solidaridad con el pueblo palestino, las ocupaciones y acampadas estudiantiles se extendieron como la pólvora, ocupando más de cien universidades en todo el mundo. Más de dos mil estudiantes han sido detenidos. Cada día han surgido nuevas ocupaciones y nuevas tácticas. Una y otra vez, la represión policial ha indignado a estudiantes, profesores y miembros de la comunidad, atrayendo a un mayor número de personas a manifestaciones cada vez más militantes. El movimiento por la liberación de Palestina está creciendo a pasos agigantados en Estados Unidos como consecuencia de la valentía de los y las manifestantes y activistas de los últimos seis meses; más recientemente, gracias a los y las okupas que han estado dispuestas a arriesgarse a ser detenidas, a sufrir la brutalidad policial, a la difamación, al doxxing y a la expulsión.

El 30 de abril, la policía llevó a cabo una redada militarizada en la Universidad de Columbia, encerrando a estudiantes y profesores en dormitorios y viviendas del campus y manteniéndo a estas personas como rehenes mientras maltrataban y detenían a manifestantes. Escenas similares tuvieron lugar en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). La policía ha lanzado gases lacrimógenos contra estudiantes de la Universidad del Sur de Florida en Tampa, ha permitido que fascistas y sionistas atacaran un campamento en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) con gas pimienta y fuegos artificiales, y se ha enzarzado en escaramuzas con estudiantes de todo el país.

Sin embargo, a medida que ha aumentado la represión, también lo ha hecho la resistencia. El movimiento cobró su impulso inicial cuando los y las estudiantes de Columbia restablecieron inmediatamente un campamento después de que la policía desalojara el primero. Historias similares han tenido lugar desde Texas hasta California e Illinois. Cuando el Departamento de Policía de Los Ángeles se unió a los fascistas para intentar desalojar el campamento de solidaridad con Gaza en la UCLA, los manifestantes con cascos y escudos los mantuvieron a raya durante ocho horas.

¿Por qué se ensaña tanto la policía? ¿Por qué los medios de comunicación se retuercen en contradicciones cada vez más extrañas para condenar las protestas? ¿Por qué los demócratas y los republicanos están unidos en su oposición a estas protestas? ¿Y cómo es posible que, en su prisa por reprimir, las administraciones universitarias, los políticos y la policía parezcan haber olvidado los principios básicos de la gestión de protestas?

Manifestantes se enfrentan a la policía desde detrás de una barricada en el campus de UCLA el 1 de mayo de 2024.


Dónde estamos

Lo que sigue es un breve intento de abordar estas cuestiones, con la esperanza de orientarnos en el nuevo terreno que se abre ante nosotras.

La exigencia básica de ver a los y las palestinas como seres humanos es incompatible con las agendas del gobierno y las universidades de Estados Unidos.

Estados Unidos necesita a Israel como socio estratégico para mantenerse en Oriente Próximo; las universidades dependen de la financiación y de las relaciones en materia de investigación con el ejército, los fabricantes de armas y los sionistas1. Es imposible reconocer que las personas palestinas tienen derecho a los derechos humanos universales que constituyen la base de la pretensión de legitimidad moral del imperio estadounidense mientras se sigue suministrando el armamento, la financiación y la cobertura diplomática necesarios para que el ejército israelí siga matando a civiles y destruyendo sus hogares. Estas protestas revelan contradicciones profundamente arraigadas entre el discurso y la práctica que el gobierno, las plataformas mediáticas corporativas y las universidades se empeñan en ocultar.

Saben perfectamente que son cómplices de genocidio y, sin embargo, como cualquier matón, se reafirman en sus mentiras cuando se les confronta. Sencillamente, no hay espacio en el gobierno ni en los medios de comunicación estadounidenses para reconocer la oposición al colonialismo de colonos israelitas como una postura moralmente defendible. Esto explica la unificación de demócratas y republicanos en la oposición a las protestas, así como la intensa represión que las autoridades ejercieron inmediatamente. También explica las increíbles acrobacias retóricas que exhiben los medios de comunicación al excusar a la policía por golpear a un gran número de manifestantes -muchos de los y las cuales son judías- en nombre de la lucha contra el antisemitismo. Esto es especialmente atroz mientras se descubren fosas comunes en Gaza, continúan los bombardeos israelíes y Netanyahu sigue prometiendo una invasión terrestre de Rafah, incluso después de masacrar a más de 35.000 personas palestinas, más de dos tercios de los cuales eran mujeres y niños.

Las administraciones universitarias están atrapadas en una posición imposible.

Por un lado, a pesar de su inherente conservadurismo institucional, las universidades se enfrentan a una escalada de ataques frontales por parte de políticos de derechas tanto a nivel estatal como federal, por no mencionar la amenaza de fuga de capitales apalancada por donantes multimillonarios. Por otro lado, las universidades están experimentando una revuelta masiva de estudiantes y profesores que se movilizan en torno a la exigencia aparentemente razonable de que dejen de apoyar el asesinato masivo de niños y el intento de borrar a todo un pueblo. La única forma que se les ocurre a las administraciones para sobrevivir a lo primero es reprimir lo segundo con la mayor dureza posible.

Se ven obligados a justificar esto en nombre de la libertad de expresión y la seguridad, incluso cuando la policía que traen dispara balas reales al azar dentro de los edificios del campus. Del mismo modo, aunque muchos de los campamentos de protesta representan la colaboración voluntaria más exitosa entre estudiantes musulmanes y judíos que tiene lugar en cualquier parte del mundo hoy en día, las administraciones han afirmado que era necesario destruirlos para mantener la paz.

La policía lleva a cabo una redada militarizada en un campamento de solidaridad con Gaza para “mantener la paz” y proteger la “seguridad” de los y las estudiantes.

Las acusaciones de antisemitismo son cínicas mentiras procedentes de administradores y políticos que ya han demostrado que les importa un bledo proteger a los estudiantes de los verdaderos nacionalistas blancos.

Los mismos administradores universitarios que utilizaron la “libertad de expresión” como excusa para vilipendiar y detener a estudiantes por protestar contra nacionalistas blancos que hablaban en el campus, ahora atacan y brutalizan a manifestantes judíos y palestinos antisionistas en nombre de la protección de los estudiantes judíos contra el antisemitismo. La libertad de expresión y la seguridad de los y las estudiantes son falsas pretensiones: la verdad es que las administraciones universitarias y la policía tratarán de destruir cualquier fuerza que desafíe activamente su poder. Esto explica la alianza antes impensable entre los republicanos que se niegan a repudiar a los nacionalistas blancos de su propio partido, los demócratas que defienden el genocidio en nombre de la resistencia al antisemitismo y los administradores universitarios.

Los demócratas atacan estas luchas porque es imposible incorporarlas al ala izquierda del Partido Demócrata.

No hay forma de que los demócratas den carta blanca al gobierno israelí para llevar a cabo un genocidio mientras compran los votos de quienes creen que la vida de los palestinos tiene un valor inherente. Esto crea una situación que puede ser única entre todas las luchas de masas de la historia reciente.

Los medios de comunicación centristas y los políticos demócratas estaban dispuestos a tolerar el Levantamiento de George Floyd de 2020 con la esperanza de atraer a los activistas de nuevo al redil de las negociaciones políticas. Pensaban que podrían explotar esas protestas para construir una base electoral contra Trump durante un año electoral.

Este momento es diferente. Ahora es imposible que los demócratas cedan en absoluto porque ambos partidos han basado sus plataformas políticas en el apoyo inequívoco al gobierno israelí, condenando cualquier oposición como antisemita. Los políticos demócratas han continuado redoblando su apoyo a esta postura, incluso cuando se ha vuelto cada vez más absurda. El hecho de que los demócratas controlen ahora el gobierno federal les impide beneficiarse de la indignación contra lo que es efectivamente una política bipartidista.

En ese sentido, hay una especie de simetría aquí. Mientras que la (¿primera?) era Trump terminó con el levantamiento de George Floyd, consolidando el ascenso de las tácticas de acción directa en la culminación de cuatro años de resistencia a Trump, la era Biden parece estar terminando con una conflagración propia, lo que significa una ruptura irreparable entre los centristas y los movimientos autónomos que durante mucho tiempo han tratado de cooptar.

Las barricadas alrededor del campamento de solidaridad con Gaza en UCLA.

Debemos leer la represión violenta y la calumnia de los medios de comunicación como un signo de la rigidez y la vulnerabilidad de los que están en el poder.

Están defendiendo una posición fundamentalmente insostenible con una cantidad de violencia aparentemente irracional. Del mismo modo, los expertos de los medios de comunicación corporativos nos critican a pesar de que la demanda de detener el genocidio es más popular que cualquiera de los candidatos presidenciales: según una encuesta reciente, el 55% de los estadounidenses desaprueba las acciones militares de Israel, mientras que sólo el 36% las aprueba. El hecho de que el movimiento haya crecido en número y ferocidad a pesar de tanta represión es un signo de su vitalidad y fuerza.

Esta situación recuerda en cierto modo las circunstancias en las que el movimiento Black Lives despegó originalmente. Hace una década, cuando estalló la revuelta en Ferguson en respuesta al asesinato de Michael Brown, era difícil incluso obtener información sobre cuántas personas mataba la policía cada año; los abolicionistas eran de los únicos que abordaban la cuestión. Como consecuencia, el movimiento cobró impulso a medida que esa pregunta ganaba tracción entre el público en general, porque prácticamente nadie más ofrecía una explicación persuasiva de lo que estaba ocurriendo o por qué. Del mismo modo, el hecho de que ni republicanos ni demócratas estén dispuestos a reconocer la verdad sobre lo que está ocurriendo en Gaza, quién se opone al genocidio y por qué se oponen a él constituye una tremenda vulnerabilidad para ellos.

Los políticos están aterrorizados por las protestas, pero están aún más aterrorizados por la perspectiva de que las protestas puedan continuar más allá del final del curso escolar, desbordando los límites del campus y adentrándose en un largo y caluroso verano.

Es responsabilidad de cualquiera que intente detener este genocidio asegurarse de que su pesadilla se convierta en realidad. Y podría serlo: el levantamiento de George Floyd sigue vivo en la memoria de los millones de personas que participaron.

El Estado quiere aplastar estas protestas antes de que se expandan. Cualquiera que aspire realmente a poner fin al genocidio en Gaza debería desear que esta crisis política se extienda y profundice. A largo plazo, la única manera de acabar con el genocidio en Gaza será desmantelar la maquinaria bélica estadounidense y las salas de juntas corporativas que la dirigen.

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Peligros potenciales

Si las hipótesis anteriores son correctas, entonces hay varios escollos que los participantes en este movimiento deben tener cuidado de evitar.

Toda ocupación que se disuelva tras obtener concesiones menores sólo allanará el camino al genocidio.

El campamento original de solidaridad con Gaza en la Universidad de Columbia comenzó rechazando promesas vacías:

La administración envió representantes a negociar. En la primera ronda, ofrecieron un “referéndum de desinversión no vinculante en toda la universidad”, una oferta poco impresionante, ya que la universidad se había negado a tomar ninguna medida después de que un referéndum similar se aprobara en el Columbia College en 2020 con el 61% de los votos.

La oleada de acampadas en todo el país sólo fue posible porque los estudiantes de Columbia se negaron a caer de nuevo en esa trampa.

Abandonar las acampadas y el espíritu de confrontación que los ha hecho posibles significa cerrar el espacio de posibilidad política que necesitamos desesperadamente ahora mismo. Significa cerrar la zona de encuentros potenciales, donde los y las participantes pueden experimentar el tipo de desarrollo político y táctico que será necesario para construir una forma de vida post-imperial y anti-colonial.

Al mismo tiempo, la única manera de que estas ocupaciones puedan realmente detener el genocidio será catalizando una explosión social y una crisis política mucho mayores. El terreno que está en juego es mucho mayor que la universidad, y los y las participantes en cada ocupación deben actuar teniendo esto en cuenta. Nuestro objetivo no debería ser obtener promesas, o comités, o incluso la desinversión, per se; nuestro objetivo debería ser conseguir la liberación palestina como un aspecto de la liberación total. Debemos evaluar cada táctica en función de si puede permitirnos avanzar hacia esos objetivos, entendiendo que la liberación palestina sólo se producirá como resultado de una crisis política a gran escala en Estados Unidos.

No dejemos que “centrarnos en Palestina” nos sirva de justificación para ser menos perturbadoras.

La máquina de guerra que mata a los y las palestinas es una parte esencial de las instituciones bélicas del imperio estadounidense, que incluye no sólo a las universidades y a los contratistas de armas, sino a la propia economía. Todos ellos están interconectados con otros gobiernos y proyectos coloniales en todo el mundo. Detener el genocidio palestino significa desafiar todos los aspectos del orden mundial imperante.

Las voces de la mayoría de los que sufren como consecuencia de ese orden rara vez se escuchan entre los muros de las universidades.

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Esto también va por ti.

Como ha dejado claro la lucha contra Cop City en Atlanta, la opresión del pueblo palestino representa un anteproyecto de un posible futuro para todes nosotres. Al luchar por una Palestina libre, estamos luchando también por nuestro propio futuro. Reconocer esto debería reforzar nuestra determinación de poner fin inmediatamente al genocidio.

Los y las palestinas han sido firmes en su solidaridad con las luchas en Estados Unidos, desde Ferguson hasta el levantamiento de 2020 y más allá. Los y las estudiantes de la Universidad de Columbia articularon estas conexiones cuando empezaron a corear “Stop Cop City” durante la redada policial del 30 de abril. Cop City está en todas partes, las raíces del genocidio en Gaza están en todas partes, la resistencia está en todas partes.

Quienes se preocupan por su seguridad personal no deben negar a las demás personas la libertad de asumir los riesgos que están dispuestos a aceptar.

No es vergonzoso temer por tu seguridad. La situación es cada vez más aterradora. La cuestión es cómo podemos construir la capacidad colectiva para asumir los riesgos -y soportar las consecuencias- necesarios para crear un mundo sin terror de Estado. Una de las condiciones mínimas para esta empresa es que no debemos intentar dictar a las demás personas qué acciones deben ser posibles o aceptables.

Si no estás preparado para los riesgos que percibes asociados a una táctica o estrategia concreta, no intentes impedir que otras personas la empleen o la lleven a cabo. Simplemente busca otro papel que puedas desempeñar o una estrategia complementaria que puedas seguir.

“Lo que entiendo por ‘osadía’ es la disposición a adentrarse en un terreno que ninguna de nosotras ha explorado antes. Lo que quiero decir con ‘cautela’ es la percepción de que nuestra capacidad para acercarnos a este terreno crece sólo en la medida en que todas las personas que son como nosotras se acercan a él con igual osadía. Estamos alcanzando un campo de posibilidades al que sólo podemos llegar si nos movemos juntas como nunca antes nos hemos movido; procedemos con cautela porque las personas que se adelanten demasiado quedarán atrapadas sin salvavidas para el resto. Lo que creo que está ocurriendo a mi alrededor es un avance consistente en pequeños pasos dados por todas simultáneamente. Cada pequeño paso crea las condiciones para dar el siguiente. Cualquier movimiento que impida el avance continuado de todas las personas corta la posibilidad de que alguno siga avanzando”.

-Fredy Perlman

Esta matriz de evaluación de riesgos podría ayudarte a tomar decisiones sobre riesgos y consecuencias.

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Avanzando

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el genocidio se ha entendido como el ejemplo más claro del mal absoluto. “¡Nunca más!” se ha esgrimido como un imperativo moral. Aunque Estados Unidos ha utilizado cínicamente esta narrativa en numerosas ocasiones para justificar una intervención militar, no deja de expresar el loable juicio de las personas de conciencia de todo el mundo.

El conflicto actual equivale a lo siguiente: o se desmantela el imperio estadounidense o se destruirá la conciencia de toda una generación.

A la vista de lo que está en juego, las personas que participan en cada campamento y ocupación -incluidas las que han sido desalojadas por la fuerza- deberían plantearse las siguientes cuestiones estratégicas.

¿Cuál es el siguiente paso en la escalada? ¿Cómo responderán a una redada, un desalojo o una muerte lenta por comité? ¿Cuál es su plan si Israel inicia una invasión terrestre de Rafah? ¿Tomarás un edificio, marcharás al centro e impondrás consecuencias económicas, bloquearás carreteras y puertos, o algo totalmente nuevo? Si los campamentos se vuelven imposibles de defender, ¿cuál es el siguiente paso que permitiría a la gente seguir luchando junta?

¿Cómo podemos seguir creciendo cuando acabe el semestre? ¿Cómo pueden beneficiarse las luchas en el campus del apoyo de los no estudiantes? ¿Puede el poder construido en los campus desbordarse hacia las comunidades que los rodean?

¿Cómo podemos desplazar el antagonismo de los administradores universitarios, a quienes los políticos utilizan actualmente como escudos de sacrificio, hacia los adversarios cuya derrota obstaculizaría realmente la maquinaria de guerra? Desinvertir de los especuladores de la guerra es un buen primer paso; ocupar fábricas y bloquear puertos sería una escalada lógica. ¿Quiénes son los multimillonarios y los intereses económicos que están forzando la represión en los campus? ¿Quién tiene más que perder si se pone fin al apoyo incondicional de Estados Unidos a la violencia colonial del ejército israelí?

¿Cómo podemos actuar ahora de manera que nos prepare para hacer frente al probable regreso de Donald Trump al poder en enero de 2025? Necesitaremos cada innovación táctica, cada nueva relación, cada red y forma de infraestructura que podamos construir para hacer frente a toda la fuerza del fascismo de derechas que se cierne sobre nuestro futuro. Estamos en un momento en el que la historia se resquebraja y surgen innumerables posibilidades y peligros nuevos a medida que el viejo orden se desmorona.

Lo que viene a continuación puede ser aterrador. Pero nuestro papel en la historia depende de nosotras.

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  1. Mientras que los fascistas antisemitas han tratado de difundir la narrativa de que Israel controla Estados Unidos, es al revés: Israel es el socio menor en la relación, que sirve a un propósito para el gobierno de Estados Unidos, al igual que los nacionalistas cristianos en Estados Unidos tratan a los israelíes como peones dentro de su agenda.