Reflexiones sobre Occupy Wall Street, trece años después

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Hace trece años, un millar de manifestantes descendieron sobre Wall Street, ocupando el Parque Zuccotti y dando el pistoletazo de salida a lo que llegó a conocerse como el movimiento Occupy. Al revisar ese momento hoy, podemos ver cómo ha cambiado drásticamente el terreno de los movimientos sociales a medida que nuestra sociedad se ha polarizado. Los organizadores de Occupy Wall Street se propusieron crear un movimiento que uniera a toda la sociedad contra el orden imperante y los pocos que se benefician de él, movilizándose bajo el lema «Somos el 99%». Hoy en día, las divisiones que atraviesan nuestra sociedad no han hecho sino profundizarse, haciendo más difícil imaginar un cambio social. Sin embargo, esto sólo hace más importante el legado del movimiento Occupy.

Por invitación de Marisa Holmes, una de las organizadoras originales de Occupy Wall Street, presentamos aquí la conclusión de su libro Organizing Occupy Wall Street: Esto es solo práctica. Holmes sitúa el movimiento Occupy en el contexto del movimiento contra la globalización capitalista que lo precedió y de la oleada de movimientos similares desde Egipto y Túnez hasta España y Grecia.

En su punto álgido -discutiblemente, la huelga general del 2 de noviembre en Oakland- el movimiento que se extendió por todo el país desde Zuccotti Park fue, en palabras de un participante, «una fuerza colectiva con la ambición y la capacidad de transformar toda la ciudad». Al reinventar la huelga general, los y las participantes abrieron un nuevo horizonte para los movimientos del siglo XXI que aún está por explorar adecuadamente.

Aunque anarquistas como Marisa Holmes fueron fundamentales en los orígenes del movimiento Occupy, hubo un considerable debate entre anarquistas sobre la mejor manera de participar en el contexto que creó. Participantes de nuestro colectivo eran críticas con lo que considerábamos una tendencia a ocultar los conflictos y diferencias reales dentro de la sociedad en su conjunto. Reflexionando sobre el movimiento Occupy desde el punto de vista de 2014, argumentamos que el movimiento Occupy estaba limitado por factores estructurales:

¿Qué límites alcanzó el movimiento Occupy? ¿Por qué decayó sin lograr su objetivo de transformar la sociedad? En primer lugar, no ofreció casi ningún análisis del poder racializado, a pesar del papel central de la raza en la división de las luchas laborales y la resistencia de los pobres en EEUU. En segundo lugar, quizá no por casualidad, su discurso era en gran medida legalista y reformista: se basaba en el supuesto de que las leyes y las instituciones del Estado son fundamentalmente beneficiosas, o al menos legítimas. Por último, comenzó como un movimiento político más que social, de ahí la decisión de ocupar Wall Street en lugar de actuar en un terreno más cercano a la vida cotidiana de la mayoría de la gente, como si el capitalismo no fuera una relación omnipresente, sino algo que emana del mercado de valores. Como resultado de estos tres factores, la mayoría de los y las participantes en Occupy eran activistas, nuevos exiliados precarios de la clase media y miembros de la clase baja, más o menos en ese orden; los y las trabajadoras pobres estaban notablemente ausentes. Los eslóganes simplistas de Occupy ocultaron las líneas de conflicto que recorren nuestra sociedad de arriba abajo: «la policía forma parte del 99%» es técnicamente cierto, económicamente hablando, pero también lo son la mayoría de los violadores y los supremacistas blancos. Todo esto significó que cuando la policía llegó para desalojar los campamentos y acabar con el movimiento, Occupy no tenía ni los números, ni la ferocidad, ni el análisis que habría necesitado para defenderse.

Cuando un movimiento alcanza sus límites y cede, ilustra los obstáculos que los futuros movimientos tendrán que superar, y de hecho, desde el levantamiento de Ferguson hasta la ocupación de Standing Rock y la rebelión de George Floyd, todos los movimientos que siguieron a Occupy sirvieron para iluminar las fallas dentro del cuerpo social al que el movimiento Occupy se había dirigido.

Sin embargo, desde el punto de vista de 2024, la idea de un movimiento que aspirara a abarcar al 99% de la sociedad no sólo parece ingenuamente utópica, sino que podría decirse que es preferible a la situación irresoluble a la que nos enfrentamos. Hoy en día, todo el mundo en todos los ámbitos de la vida es demasiado consciente de las líneas de conflicto que atraviesan nuestra sociedad, y varias facciones políticas, desde el centro hasta la extrema derecha, se han posicionado para beneficiarse de esos conflictos, capturando energía de ellos como de una dinamo. Ahora, el orden capitalista no está estabilizado por la ilusión del consentimiento general, sino por la amenaza inminente del conflicto violento. Si de alguna manera pudiéramos iniciar un movimiento que reuniera a personas de todos los ámbitos de la vida para enfrentarse a la clase dominante y al capitalismo, eso nos permitiría trascender el antagonismo profundamente arraigado que ha atrapado en un callejón sin salida a los movimientos sociales de la última década.

Para lograrlo, tendremos que encontrar la manera de que quienes se benefician de un mínimo de privilegio en esta sociedad vean lo que pueden ganar actuando en solidaridad con quienes están en peor situación que ellos. Este es uno de los retos más importantes a los que nos enfrentamos hoy.

Aunque la mayoría de los participantes en el movimiento Occupy utilizaron el lenguaje de la democracia para describir la aspiración a establecer la solidaridad sobre la base de la toma de decisiones participativa, la democracia real existente siempre se ha caracterizado por conflictos campales entre bloques de poder rivales. Como sugerimos de cara a las elecciones de 2020,

La democracia se presenta a menudo como la alternativa a la guerra civil. La idea es que tenemos instituciones democráticas para que no se maten unos a otros en la búsqueda directa del poder. Este es el contrato social que los liberales acusan a Trump de violar.

Pero si, como dijo Carl von Clausewitz, la guerra es simplemente política por otros medios, deberíamos considerar qué tienen en común la democracia representativa y la guerra civil. Ambas son esencialmente luchas en las que el ganador se lo lleva todo y en las que los adversarios compiten por controlar el Estado.

El movimiento Occupy trató de desafiar a la democracia representativa a través de la democracia directa de base, intentando eliminar al Estado de la ecuación. Podríamos argumentar que los mejores elementos del experimento Occupy no fueron las formas en que intentó trasladar los procesos democráticos de toma de decisiones de los congresos y los parlamentos a los parques y las plazas, sino más bien las formas en que descentralizó la agencia, estableciendo nuevas relaciones sobre una base más o menos horizontal y voluntaria. Llamar a esto «democrático» creó una ambigüedad que permitió a los políticos, desde Syriza hasta Bernie Sanders, atraer a los participantes en los movimientos de 2011 de vuelta a la política estatal. Esta es la razón por la que utilizamos la palabra «anarquista» para describir lo que estamos tratando de hacer, y por qué es importante que los y las anarquistas fueran algunas de las personas participantes más influyentes en la puesta en marcha del movimiento Occupy en primer lugar.

Aquellas personas que tomaron conciencia política después del movimiento Occupy, que nunca experimentaron el momento de esperanza y posibilidad que representó, se beneficiarán de aprender sobre él y de inspirarse en su ejemplo en la experimentación política contemporánea. Sin más preámbulos, he aquí las conclusiones de Marisa Holmes basadas en su experiencia e investigación sobre el movimiento.

Una mirada a un tiempo más inocente.


Construyendo la Nueva Sociedad

Un extracto de un libro de Marisa Holmes.

La plaza encarna y simboliza físicamente la sociedad en su conjunto. Ocupar la plaza cuestiona el funcionamiento de la sociedad existente y abre la posibilidad de que una nueva ocupe su lugar. Quien controla la plaza controla el futuro. La pregunta es: ¿en qué tipo de sociedad queremos vivir nosotros, el 99%?

Por el momento, el statu quo del neoliberalismo se sostiene de un hilo muy delgado. Casi se salva de un golpe fascista el 6 de enero de 2021 en EEUU. En otros lugares, también hay movimientos contrarrevolucionarios y fascistas cada vez más violentos. La izquierda radical se encuentra en una lucha a tres bandas con el Estado por un lado y los fascistas por otro. Ambos colaboran a menudo contra nosotras. Como ha demostrado la historia, las reformas no nos sacarán de esta situación. No podemos seguir como si fueran tiempos normales, con la política de siempre. Debe haber un verdadero camino revolucionario hacia adelante contra y más allá del Estado y el capitalismo, así como todas las formas de dominación. Reflexionar sobre Occupy Wall Street (OWS) y los movimientos de 2011 puede informar sobre la dirección de este camino: como decía un cántico común en OWS, «Esto-es-solo-práctica».

En diferentes contextos, los movimientos de 2011 utilizaron los términos autónomo, horizontal y democrático para describir tanto sus prácticas como sus objetivos finales. La juventud revolucionaria de Egipto y Túnez era independiente, descentralizada y horizontal, y su objetivo era crear consejos democráticos regionales. Los cánticos comunes de la Primavera Árabe hablaban de pan, libertad y, sobre todo, dignidad. En España, en la Puerta del Sol, y en el 15M después, se oponían a toda forma de representación y practicaban lo que llamaban «democracia real». Se comprometieron en un proceso constituyente intencionado contra y más allá del Estado y tomaron la decisión estratégica de ir a los barrios donde okuparon nuevos centros sociales y defendieron a la gente de los desahucios. En Syntagma (Grecia), insistieron en la «democracia directa», crearon proyectos de ayuda mutua y defendieron el barrio semiautónomo de Exarchia.

La Asamblea General de la Ciudad de Nueva York (NYCGA), que organizó OWS, se definió a sí misma como «un proceso abierto, participativo y organizado horizontalmente». Durante la ocupación, la Declaración de la Ocupación hizo un llamamiento a la democracia directa, y la Declaración de Autonomía afirmó nuestra autonomía respecto a las estructuras políticas existentes. En una reunión de los movimientos de 2011 en Túnez en 2013, ocupamos el Foro Social Mundial, y establecimos un espacio autónomo, horizontal y democrático. Lo que más compartían los nuevos movimientos de 2011 eran nuestras prácticas de organización.

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Del Movimiento por la Justicia Global a Occupy Wall Street

Un importante precursor de OWS y otros movimientos de 2011 fue el Movimiento por la Justicia Global (MJG), a veces llamado movimiento altermundialista. Hubo muchas conexiones directas y conversaciones intergeneracionales entre ambos. Los marcos de acción, los acuerdos y los planes tácticos se inspiraron directamente en el GJM. Incluso el micrófono popular se adaptó de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle. Se puede trazar una genealogía desde el GJM hasta el OWS.

El Movimiento por la Justicia Global se organizó principalmente en torno a las cumbres de las principales organizaciones financieras como la OMC. Había muchos meses entre cumbre y cumbre, y tiempo para formación y desarrollo organizativo. Entonces, los que podían permitirse el lujo de ir, o estaban de alguna manera subvencionados para ir, descendían a las cumbres para participar en una variedad de acción directa y creativa. Cuando una cumbre terminaba, las personas asistentes volvían a casa. Las plazas eran convergencias en torno a espacios físicos, en oposición a un objetivo corporativo compartido, donde se creaban alternativas. Sin embargo no eran contracumbres. En primer lugar, no pretendían ser temporales, sino permanentes. Aunque al final se desalojaran, había una intención inicial de permanecer y mantener el espacio indefinidamente.

En segundo lugar, durante las cumbres del GJM habría espacios de convergencia para que los colectivos y grupos de trabajo se coordinaran. En estas convergencias se ofrecía comida, apoyo legal, atención médica, refugio, creación artística y planificación de acciones. Sin embargo, no eran muy abiertos. Durante la OWS y otras plazas, quienes participaban generaban organización en el transcurso de la ocupación. La práctica de la democracia directa se extendió al conjunto de la sociedad. Hubo una invitación a participar en las redes sociales, y en persona, en la cocreación de otro mundo. Este mundo era posible, porque se estaba desarrollando en tiempo real ante nuestros ojos.

En tercer lugar, en la GJM había coaliciones más formales entre socios institucionales como organizaciones sin ánimo de lucro, organizaciones comunitarias y sindicatos. En cambio, las plazas se organizaron en gran medida en torno a la participación individual y no a la afiliación de grupos. Jeffery Juris lo denomina «lógica de agregación» (2012). Esto permitió que las personas que aún no estaban organizadas pudieran participar, así como que los individuos desafiaran a las organizaciones más jerárquicas de las que podían haber formado parte. Por ejemplo, había personas trabajadoras de base organizadas, pero asfixiadas por la burocracia y la hipocresía de sus sindicatos. Había organizadoras que tenían trabajos en organizaciones sin ánimo de lucro, que tenían una política más radical. Podían encontrar una salida para sus verdaderos intereses y talentos en OWS. Organizar a las personas como individuos en un colectivo creó un espacio dinámico, en el que la participación de la ciudadanía era un factor clave. Organizar a las personas individualmente en un colectivo creó un espacio dinámico, en el que creció la participación en nuestras propias estructuras, mientras que la izquierda más institucional se vio presionada a responder.

En cuarto lugar, durante la GJM, la gente utilizó estructuras participativas y democráticas con procesos de toma de decisiones consensuados. Esto adoptó principalmente la forma de consejos, grupos de trabajo y grupos de afinidad. El consenso se construyó en grupos más pequeños, que luego se confederaron para adaptarse a la escala. En las plazas también se utilizó el consenso, pero empezó en asambleas y luego se trasladó a consejos. Los miembros solían rotar entre los grupos, y los límites eran fluidos. Esto permitió una organización más flexible y evitó un exceso de especialización o burocracia.

En general, OWS y las plazas pueden considerarse un paso posterior a la GJM. Gran parte de lo desarrollado en la GJM se adaptó y amplió. El mayor cambio consistió en actuar en público. Esto generó un movimiento que no sólo era internamente participativo o democrático, sino también abierto e invitador para todo persona que quisiera unirse. Los movimientos de 2011 fueron lo que yo llamo movimientos participativos.

Desafíos internos

Caminando por Wall Street, en el distrito financiero, uno se da cuenta de que hay una serie de cuadrados de madera en el suelo. Marcan el muro original construido por los colonos holandeses en el siglo XVII para mantener alejados a posibles invasores, ya fueran piratas, nativos o ingleses. A lo largo de este muro se compraban y vendían esclavos. Aquí se subyugaba y traficaba con mujeres. Aquí, JP Morgan Chase privatizó el sistema de aguas de Nueva York y construyó su primera sede. Aquí se estableció la aduana estadounidense y se promulgó la Carta de Derechos.

Durante Occupy Wall Street, practicamos una política de coalición que entretejía las identidades individuales en una colectiva: el 99%. Nosotros, el 99%, éramos las personas que habíamos perdido nuestras casas en ejecuciones hipotecarias, las que nos enfrentábamos al desempleo de larga duración o las que estábamos enterrados bajo la deuda estudiantil. Nosotros y nosotras, el 99%, éramos jornaleros y jornaleras, trabajadores de prisiones, empleadas domésticas y trabajadoras del sexo. Nosotros y nosotras, el 99%, fuimos maltratadas y asesinadas por la policía y detenidos en las fronteras. A nosotros y nosotras, el 99%, se nos disciplinó según binarios y roles de género. A nosotros y nosotras, el 99%, se nos negó la asistencia sanitaria. Nosotros y nosotras, el 99%, éramos todas aquellas personas oprimidas y explotadas durante tanto tiempo, que sencillamente habíamos tenido suficiente. Había un enemigo común, y estaba justo delante nuesotra: Wall Street. La solidaridad entre nosotras era poderosa. Era multirracial, multinacional y multigénero. Tenía mucho potencial, pero se vino abajo.

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El GJM y la OWS se enfrentaron a muchos de los mismos retos internos en torno a la raza y el género. Elizabeth Betita Martínez reflexionó sobre la composición racial de la convergencia contra la Organización Mundial del Comercio en Seattle, 1999. En su muy citado artículo «¿Dónde estaba el color en Seattle? Looking for reasons the Great Battle was so white» (2000) argumentaba que hubo múltiples factores que provocaron la falta de participación de personas de color en el evento. La solución que propuso Betita Martínez para abordar el problema demográfico de Seattle, y de la GJM en general, fue que las personas de color se organizaran mejor. Escribió: «Debe haber un seguimiento eficaz y una mayor comunicación entre la gente de color de todo el país: organizadores de base, activistas, trabajadores culturales y educadores. Tenemos que aprovechar los contactos hechos (o que hay que hacer) desde Seattle». Manissa McCleave Maharawal llegó a una conclusión similar.

Después de la GJM hubo un mayor compromiso en la izquierda radical para abordar la opresión con mayor seriedad. Parte de este trabajo se centró específicamente en la rendición de cuentas.

Gran parte del trabajo realizado en OWS en torno a la responsabilidad de la comunidad por el Comité de Espacios Más Seguros (SSC) se inspiró en INCITE! (2006) e impulsado por miembros de Support New York (2016). El SSC adoptó sistemáticamente un enfoque centrado en los supervivientes e interseccional que reconocía las múltiples formas en que opera el poder. No es que este trabajo no estuviera ocurriendo. Así era. Simplemente no era priori o valorado por todos en OWS. Si más gente hubiera escuchado al Comité de Espacios Más Seguros y éste hubiera tenido más influencia, nuestros espacios habrían estado mejor equipados para hacer frente a los daños y los conflictos.

Durante el parque, el Comité de Espacios Más Seguros, el Caucus de Personas de Color, Mujeres Ocupando Wall Street, el Caucus Queer de OWS y el Caucus de Discapacitados de OWS insistieron en un marco interseccional para nuestro trabajo y nos empujaron a todos a hacerlo mejor. Pidieron a OWS que fuera inclusiva en lugar de abierta, y que se comprometiera más seriamente con el poder. Aunque no resolvimos todos los problemas y no fuimos perfectos, aprendimos lecciones de los caucus en tiempo real, que dieron forma a la continuación de OWS. Durante el proceso de planificación del Primero de Mayo, hubo un análisis interseccional y un enfoque coalicional que se hicieron explícitos con la frase «Todas nuestras quejas están conectadas». La definición de trabajo se amplió para incluir el trabajo doméstico, el trabajo reproductivo, el trabajo sexual, el trabajo penitenciario y el trabajo no cualificado, formas de trabajo generalmente excluidas de la corriente principal del movimiento obrero y en las que trabajan más personas oprimidas. Durante el primer aniversario, utilizamos la frase «Todos los caminos conducen a Wall Street» y construimos un marco de acción para dar cabida a múltiples áreas de organización y tácticas. Esto no fue suficiente.

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Desafíos externos

Occupy Wall Street y los demás movimientos de 2011 fueron golpeados por todos lados por quienes querían derribarnos. Esto no se puede exagerar. La institucionalización, la cooptación, la represión y la contrarrevolución fueron fuertes fuerzas que trabajaron para impedir que se produjera una verdadera revolución social. Parte de la lucha actual contra estas fuerzas implica la redacción de un trabajo analítico desde dentro de nuestros movimientos. Si no se hace este trabajo, nuestros enemigos dirigirán las narrativas que las generaciones actuales y futuras dan por sentadas.

En OWS, hubo intentos de formas particulares de institucionalización. Algunos de los primeros ejemplos fueron la Oficina Occupy y el Grupo de Recursos del Movimiento. Estos proyectos consolidaron el acceso a recursos físicos y financieros sin ningún tipo de responsabilidad, transparencia o supervisión, e intentaron dirigir OWS y el movimiento en general hacia formas más aceptables y «razonables» de compromiso político. Las personas implicadas utilizaron el lenguaje de la afinidad para justificarse, distorsionándolo hasta hacerlo irreconocible.

Hubo élites informales a lo largo de OWS, pero se hicieron más prominentes en las últimas etapas de las ramificaciones. Strike Debt se enfrentó a múltiples juegos de poder por parte de bloques políticos que, de nuevo, utilizaron el lenguaje de la política horizontal, autónoma o democrática, pero impidieron que estas ideas se pusieran en práctica. En su lugar, trabajaron para crear jerarquías formalizadas con ellos mismos en la cima. Los de Occupy Sandy hablaban de ayuda mutua, no de caridad, pero los coordinadores estaban de hecho haciendo caridad. De nuevo se crearon jerarquías en torno a los recursos. En otras plazas se produjeron procesos similares. Dada la centralidad de las redes sociales, hubo brutales batallas por el control de las cuentas por parte de las élites informales.

Paralelamente a la institucionalización, se produjo un proceso más abierto de cooptación por parte de los partidos políticos. El Partido de las Familias Trabajadoras (PFT), un ala «progresista» del Partido Demócrata, se infiltró en OWS y trató de redirigir parte de su energía hacia un proceso electoral. Bill de Blasio, por ejemplo, visitó el parque, como Defensor del Pueblo de Nueva York, y más tarde se presentó a las elecciones utilizando la retórica del 99% y la «historia de dos ciudades». La campaña de Bernie Sanders fue aún más explícita sobre su estrategia e hizo constantes confusiones entre el movimiento y la campaña. Esto ocurrió en paralelo a SYRIZA y Podemos, que se consideraba a sí mismo un «partido-movimiento».

La represión estuvo marcada por el contexto de la Guerra contra el Terror. El Movimiento por la Justicia Global (MJG) había alcanzado su punto álgido antes del 11-S, antes de las guerras de Irak y Afganistán, y de la creación del Departamento de Seguridad Nacional. El GJM se disolvió, en parte, debido a la escalada represiva y a la creación de campañas contra el terrorismo. OWS llegó en un momento en que la Guerra contra el Terror estaba mucho más arraigada con campañas de aviones no tripulados golpeando a los mismos países del norte de África y Oriente Medio que se estaban levantando en 2011. El Departamento de Seguridad Nacional había desarrollado métodos mucho más extendidos e integrados de vigilancia y recopilación de datos, junto con la anticuada infiltración en persona. El GJM no pudo resistir la represión, y tampoco OWS.

La contrarrevolución que se afianzó tras OWS y Black Lives Matter fue mucho más intensa que cualquier cosa experimentada durante la GJM. Surgieron verdaderos supremacistas blancos y neonazis, utilizando muchas de las mismas herramientas digitales y de medios sociales, para integrarse y ampliar su alcance. También trataron de controlar en persona los espacios públicos. Charlottesville es un ejemplo clave. El neofascismo se desarrolló como un movimiento internacional en reacción a la posibilidad de que estallara una verdadera revolución. Ya estaba en marcha antes de que Donald Trump considerara presentarse a las elecciones, aunque su campaña y su victoria definitivamente echaron leña al fuego fascista.

Lecciones aprendidas

Las prácticas horizontales, autónomas y directamente democráticas se compartieron en todos los contextos; hicieron posible los movimientos de 2011. La gente tenía voz, muchos por primera vez en su vida. La energía y el entusiasmo eran palpables y hacían posibles nuevos mundos. Por desgracia, las plazas y la OWS se encontraron con muchos retos internos y externos y no pudieron abordarlos todos con eficacia. Esto nos lleva a un objetivo contemporáneo: construir movimientos más intencionales, interseccionales, responsables, equitativos y resistentes.

Establecer intenciones

No había una organización lo suficientemente fuerte en OWS o en las plazas a largo plazo. Estar en público y abiertos a nuevas personas significaba exponernos a muchas experiencias y formas de entender el mundo diferentes. Al principio, esto fue esencial y ayudó a impulsar nuestro crecimiento. Sin embargo, no todos los que pasaban por las plazas u otros espacios de organización entendían por qué estas prácticas eran importantes. Estaban adquiriendo algunas experiencias prácticas y se estaban volviendo muy hábiles, pero carecían de un sentido de la historia del movimiento o de cohesión ideológica. Sin un compromiso coherente con la educación política y la defensa colectiva de los principios, era mucho más fácil que otras tendencias políticas, con prácticas jerárquicas, se hicieran con el control. Los futuros movimientos deben estar preparados para pasar del momento inicial de crecimiento a una organización horizontal, autónoma y democrática más sostenida.

Trabajar en las intersecciones

La raza, el género, la clase y la capacidad no ocuparon un lugar suficientemente central en nuestro trabajo. Deberían haberse incorporado al trabajo desde el principio. Aprendiendo de esto, los futuros movimientos deben empezar con un análisis y una práctica interseccionales. Esto incluiría centrar a los oprimidos oprimidos en la toma de decisiones, en la planificación de acciones y en funciones visibles de cara al público. Significaría escuchar a las personas oprimidas y tomar en serio sus preocupaciones. Sobre todo, significaría reconocer que, mientras se construye el nuevo mundo, tendemos a reproducir patrones del viejo. Ninguna de nosotras es inmune a hacer cosas perjudiciales. Tampoco hay respuesta inmediata ni forma de arreglar sistemas y estructuras que están tan arraigados sin lucha. Deshacer el racismo, deshacer el sexismo, deshacer el clasismo y deshacer el capacitismo será un proceso constante de abolir lo que hay y crear lo que queremos.

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Rendir cuentas

No se hizo suficiente hincapié en la reducción de daños ni en abordar los conflictos. Todas íbamos un poco a ciegas ante las muchas maneras posibles en que la gente podía salir herida. Se creía ingenuamente que todos las personas participantes tenían buenas intenciones y estaban allí por las razones correctas. La mayoría lo eran, pero no hacen falta muchas personas -en realidad, sólo un puñado- para desbaratar por completo el trabajo de construir relaciones. Los futuros movimientos deben contar con procesos de rendición de cuentas para todos los casos de daño y conflicto. Debe haber expectativas compartidas de que todas las personas implicadas rindan cuentas a las demás y compartan el trabajo de rendir cuentas. Debe haber consecuencias cuando las personas se nieguen a rendir cuentas y perpetúen comportamientos perjudiciales. Excluir a algunas personas para que otras puedan seguir participando debe ser una opción.

Distribuir los recursos

Es esencial pensar detenidamente quién tiene acceso a los recursos, cuándo, dónde y por qué. Al igual que en la sociedad actual, los recursos se convierten en lugares de concentraciones informales y formales de poder sobre los demás. Puede tratarse de recursos financieros, culturales, sociales o de otro tipo. Dada la dependencia de las redes sociales en las plazas y en OWS, las cuentas eran recursos. Espero que los futuros movimientos se tomen muy en serio el uso de las redes sociales, y cómo pueden facilitar tanto las estructuras horizontales como las jerárquicas. Un movimiento no es una campaña de marketing. No puede reducirse a marcas, memes y hashtags. No se trata de celebridades individuales o de recaudación de fondos. Se trata de nuestras relaciones.

Volverse resiliente

Emprender una revolución social nos enfrenta inevitablemente a las fuerzas de las instituciones, los partidos políticos, el Estado y los movimientos contrarrevolucionarios. Es un paso esencial aceptar este hecho. Si no hay conflicto con fuerzas políticas opuestas, entonces no hay lucha. En realidad, la cuestión es cuándo y dónde trazar una línea divisoria entre amigos y enemigos. Una vez establecido esto, la siguiente cuestión es cómo ser lo suficientemente participativo y abierto a nuevas personas y, al mismo tiempo, proteger un proyecto contra los ataques. No hay una respuesta fácil que funcione en todos los casos. Puede haber diferentes estrategias y tácticas en función del contexto. Pero, en general, el objetivo debe ser minimizar la influencia de quienes tratan de institucionalizar, cooptar, reprimir o redirigir a favor de la contrarrevolución. Al mismo tiempo, debe aumentar la influencia de quienes buscan una revolución horizontal, autónoma y democrática.

Enfrentarse a nuestros enemigos fue física, emocional y mentalmente agotador en las plazas. Para evitarlo en el futuro, es necesario tomarse las cosas con calma cuando sea necesario. Debe haber un esfuerzo consciente por crear capacidad con personas normales que simpaticen, pero que no sean organizadores profesionales. Debe haber una forma holística de enfocar el trabajo e integrar prácticas curativas. Debemos construir una cultura del cuidado si queremos sobrevivir al fascismo.

Ocupar en todas partes

Dondequiera que haya personas que insisten en actuar como si ya fueran libres, el espíritu de OWS está presente. OWS vive en las ocupaciones del espacio público y en las casas ocupadas. Vive en acciones laborales independientes de base, como paros, huelgas y sabotajes. Vive en las acciones directas durante las campañas contra los oleoductos para proteger el agua. Vive en la negativa a pagar todas las deudas injustas, ya sean estudiantiles, médicas, de vivienda o de créditos personales. Vive en las personas presas que luchan dentro y en los que apoyan fuera. Vive en inmigrantes y refugiados que derriban fronteras. Vive en las acciones contra los asesinatos policiales, la abolición y la liberación de las personas negras. Vive en las luchas indígenas para defender y reclamar la tierra. Vive en quienes reclaman el Orgullo a las empresas y a la policía. Vive en la liberación LGBTQI+. Vive en las feministas que desafían todas las concentraciones de poder dominante, como el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Vive en las personas discapacitadas que reivindican su autonomía y luchan por la atención sanitaria. Vive en la gente neurodivergente que luchan por la salud mental. Vive, quizás sobre todo, en las redes de ayuda mutua en constante expansión que se prestan asistencia material y cuidados mutuos. OWS vive, si no siempre de nombre, en la práctica.

La cuestión ahora es cómo entrelazar todas estas luchas. ¿Cómo podemos emular lo que fue eficaz de OWS y de las plazas? ¿Cómo podemos superar todos los retos a los que nos enfrentamos? Lo que comenzó en 2011 en OWS sigue siendo posible, ahora, en el presente. Dejemos de pensar en el mundo tal y como es e imaginemos lo que podría ser. Entonces, podremos realmente ocupar todas partes.