Cómo (no) abolir la policía

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Una guía desde la ciudad de Minneapolis

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Ha habido mucha plática respecto a la abolición policial durante el último año y medio. Pero muchas propuestas muy diversas coinciden en su uso de este lenguaje. Los años venideros podrían ver la gradual desaparición de jefaturas policiales… y en su lugar, un amalgama de otras agencias, activistas, psiquiatras y organizaciones vecinales que impongan el mismo orden social, bajo nombres nuevos.

¿Abolición desde arriba?

En marzo de 1856, en respuesta a la agitación sentida a través del imperio ruso, el zar Alejandro se dirigió a sus nobles, proclamando que era mejor abolir la servidumbre desde arriba que esperar a que sea abolida desde abajo. En ese tiempo, pocxs rusxs podían imaginar la abolición de la servidumbre; muchxs creían que llevaría al caos y el crimen generalizado. Y sin embargo, al tomar la iniciativa de introducir las reformas él mismo, Alejandro fue capaz de terminar con la servidumbre sin abolir el golfo entre lxs pobres y la clase dominante. Esto dilató el cambio social verdadero en Rusia por medio siglo.

En Mineápolis, en respuesta al asesinato de George Floyd en mayo de 2020, la gente directamente se levantó y abolió la Seccional 3a. de la policía, corrió a los oficiales del edificio y lo prendió fuego. Eso fue abolición desde abajo. Los políticos siempre corretean tras los movimientos sociales, prometiendo concederles todo lo que estos demuestren que pueden conseguir por sí mismos a través de la acción directa. En consecuencia, algunxs políticxs de Mineápolis súbitamente se proclamaron defensorxs de la abolición policial, y muchxs críticxs de la policía depositaron sus esperanzas en el reformismo estatal una vez más.

Luego de un año y medio de obstáculos, la determinación de los medios para infundir terror, e incontables campañas de RR. PP. por departamentos de policía de todo el país, una propuesta para reemplazar el Departamento de Policía de Mineápolis con otras agencias fue presentada al público en un referéndum, el 2 de enero de 2021. En cualquier momento previo al 26 de mayo de 2020, si casi 44% de lxs votantes de cualquier área metropolitana de los Estados Unidos votara a favor de abolir la policía, esto hubiera sido reportado como un golpe significativo a la legitimidad de la Policía como institución. (Abraham Lincoln ganó las elecciones de 1860 con tan solo 39% de los votos, y ni siquiera tenía un programa abolicionista). Esta última semana, sin embargo, lxs centristas y conservadorxs presentaron el resultado del referéndum como una victoria.

Pero, ¿hubiera la reforma que estaba en la papeleta traído los cambios que lxs partidarixs de la abolición buscaban? En el siguiente análisis, un autor de Mineápolis reflexiona sobre las implicaciones de este intento de abolir la policía desde arriba.

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Cómo (no) abolir la policía

No estoy contra la brutalidad policial. Estoy contra la policía

–Frank B. Wilderson III

El departamento de Policía de Minneapolis (DPM) no ha sido abolido.

Pese al compromiso de una “mayoría a prueba de vetos” de miembros del consejo de la ciudad como consecuencia de la rebelión George Floyd de 2020, el DPM no ha sido abolido. Pese a la consiguiente embate de una santurrona cobertura mediática sobre como el gobierno de la ciudad iba a abolir la policía en plena ola de crímenes, el DPM no ha sido abolido. Finalmente, pese a la campaña masiva por la Pregunta No. 2, el referéndum sobre la reorganización y cambio de nombre del departamento, el DPM no ha sido abolido.

Sin embargo, era enteramente factible que la campaña por el referéndum hubiera sido exitosa y lxs miembros del consejo podrían haber cumplido su promesa original de desmantelar el departamento. Bien podemos ver esta campaña emerger una vez más durante el próximo ciclo electoral, tanto en Mineápolis como en otros rincones de los Estados Unidos. Es por esto que es importante examinar la premisa subyacente a estos intentos de “abolición policial”… y cómo pueden contribuir a un mayor atrincheramiento del poder y control policial, justo bajo nuestras narices.

Algo de contexto

Incluso lxs locales pueden ser disculpadxs por no estar al día con el último año y medio de discurso y políticas en torno a la abolición policial en Mineápolis. En junio de 2020, nueve de doce concejales anunciaron su intención de abolir el DPM. Esto tomaría la forma de una enmienda al Estatuto de la ciudad, que actualmente obliga a la ciudad a financiar un departamento de policía con un determinado número mínimo de oficiales. La Comisión de Estatuto de la ciudad intervino a la brevedad para vetar la enmienda, permitiéndo a lxs políticxs lavarse las manos.

Concejales de la Ciudad de Mineápolis se comprometen a desfinanciar la policía. Junio de 2020.

A fines de 2020, una petición comenzó a circular para buscar que la enmienda propuesta fuera promulgada a través de las elecciones de 2021. Pese a los muchos obstáculos, esta votación tuvo lugar el día de las elecciones municipales, 2 de noviembre de 2021. La enmienda en sí misma no habría abolido la policía. En cambio, hubiera reemplazado el DPM con un “Departamento de Seguridad Pública” y levantado el requisito estatutario de un número mínimo de oficiales.

La propuesta en la papeleta no fue exitosa, pero sí le fue relativamente bien para ser tan controversial; lo suficiente para que, probablemente, volvamos a verla pronto. Pero ya empezamos a ver qué tipo de “abolición policial” permitiría, y no es la abolición por la que tantxs de nosotrxs arriesgamos nuestra libertad en 2020.

Mientras estos debates seguían su curso (con cantidades tremendas de tinta derramada escribiendo estas políticas, impugnándolas en las cortes, y distorsionando su significado en los medios), el gobierno de Mineápolis comenzó a moldear cómo se verá la abolición desde arriba de ahora en adelante, sea esta introducida oficialmente o no. Podemos identificar dos factores característicos de este acercamiento; ambos están siendo implementados ahora mismo.

En primer lugar, introducen una colaboración más estrecha con otros departamentos de policía para un MPD que ya estaba logística y emocionalmente debilitado por la rebelión George Floyd, no por ningún supuesto “desfinanciamiento”, sino como la consecuencia práctica de la resistencia de base que sus múltiples asesinatos provocaron. En segundo lugar, están haciendo arreglos para que grupos no estatales hagan el trabajo de la policía por ellos, por medio de la Secretaría de Prevención de Violencia.

Una mano amiga

La primera estrategia debería ser familiar para cualquiera viviendo en un área metropolitana grande en los Estados Unidos. Hay numerosos departamentos de jurisdicciones mayormente superpuestas, todos capaces de ponerse al hombro las tareas represivas de la policía, incluso si uno de ellos desapareciera. La policía de parques, de tránsito, de la Universidad de Minnesota, del Condado de Hennepin, la patrulla estatal, los departamentos de policía de toda ciudad y suburbio circundante… todos ellos pueden hacerse cargo del trabajo del DPM; lo han estado haciendo todo este tiempo. Irónicamente, los marcos de colaboración interpoliciales en muchos lugares de los Estados Unidos son llamados “acuerdos de apoyo mutuo.

La represión de encuentros ilegales de autos durante el otoño pasado1, llamada “entretenimiento secundario”, es un ejemplo de este tipo de colaboración inter-agencias. Cuando el DPM trató de clausurar estos encuentros por sí solo tras reinciarse en la primavera de 2021, los oficiales fueron rápidamente forzados a retirarse.

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Al margen de si el DPM será alguna vez abolido, ya está siendo relegado a un segundo plano en gran parte del trabajo policial. El pasado invierno, un importante operativo policial oleada de robos a autos, se llevó a cabo con la asistencia de los Alguaciles del Condado y la Patrulla Estatal. Luego, de cara al juicio contra Derek Chauvin, Mineápolis movilizó a incontables agencias, además de la Guardia Nacional, para bloquear la ciudad… e incluso eso no fue suficiente cuando un policía de Brooklyn Center (no de Mineápolis) asesinó a Daunte Wright en Abril, desatando una semana de agitación. Fueron la Patrulla Estatal y la Guardia Nacional (y no el DPM) los que fueron enviados a responder a esta agitación.

En junio, un grupo de tareas conformado por sheriffs y alguaciles federales asesinaron a Winston Smith, mostrando el grado al que la actividad policial en las Twin Cities2. Esto ha sido especialmente necesario desde que cientos de oficiales del DPM abandonaran el departamento desde el alzamiento de 2020.

Un vistazo al futuro

La segunda estrategia es mucho más insidiosa. Varios grupos comunitarios preexistentes han sido sondeados como potenciales asistentes de la policía, e incluso como sustitutos plenos en situaciones que pudieran resultar sensibles para los uniformados. El ejemplo más burdo de esto pudimos verlo cuando el Movimiento Ágape, un colectivo devenido en ONG y subcontratado por la ciudad, ayudó a empleados municipales a desmantelar las barricadas alrededor de la Plaza George Floyd, el lugar donde Floyd murió y que quienes lo lloraron habían barricado para transformar en memorial. La policía ni siquiera tuvo que hacerse presente, aunque fueron avistados en áreas cercanas por si su intervención se volviera necesaria. Al final, resultó que no: todo lo que se precisó para profanar el memorial a George Floyd fue un grupo comunitario haciéndose cargo del rol de la policía.

Incidentes como este se han vuelto más y más frecuentes. En respuesta a los asesinatos policiales de abril y junio de este año, grupos comunitarios financiados por el estado como los Minnesota Freedom Fighters adoptaron violentamente el rol de “policía de la paz”, un término usado para describir a gente que interfiere y a veces agrede a quienes se resistan a la policía o tomen parte en otro tipo de confrontaciones.

Trabajadorxs municipales despejan las vías en la Plaza George Floyd gracias a la facilitación hecha por Ágape.

El aspecto más insidioso de este acercamiento es que las bases fueron sentadas por el mismo discurso abolicionista que emergió del levantamiento. Durante la rebelión, cuando miles de personas dejaron de tan solo dar por sentada la legitimidad de la policía, mucha gente y organizaciones se alzaron y tomaron su lugar, usando el lenguaje abolicionista para justificar su papel como “la comunidad vigilándose a sí misma”. Notoriamente, los Minnesota Freedom Fighters fueron uno de los grupos más destacados en hacerlo. La misma tendencia a la ‘auto”-vigilancia se hizo manifiesta en la Plaza George Floyd con el Movimiento Ágape; previo al retiro de las barricadas de Junio (e incluso tras ello), Ágape era claramente un componente de la toma. En la “Resolución de Justicia” hecha pública en agosto de 2020 por activistas buscando actuar en representación de la Plaza y el movimiento en torno a ella, Ágape es nombrado dos veces, una reconociendo su papel en “brindar seguridad” en la ausencia del DPM, y de nuevo en su demanda número 18 (de 24), que incluye darle al Movimiento un espacio permanente en la Plaza para continuar operando.

Esta idea de la auto-vigilancia, de la comunidad siendo su propia policía, es el nexo que permite que la abolición y la fuerza policial converjan y se fusionen en una sola cosa. Desafortunadamente para lxs abolicionistas honestxs, la ciudad está varios pasos por delante de nosotrxs en tanto al desarrollo de este modelo. Los años venideros podrían plausiblemente ver la desintegración del organismo llamado Departamento de Policía de Mineápolis… y en su lugar, un amalgama de policías de otras agencias, activistas, psiquiatras, organizaciones vecinales y otros tantos cuerpos, haciendo cumplir el mismo orden y las mismas leyes violentas que el DPM.

Si podemos reconocer eso ahora, podremos estar preparadxs para este potencial futuro. Necesitamos ser capaces de reconocer a la actividad policial, en cualquiera de sus formas y lleve el disfraz que lleve. Necesitamos un marco analítico y el vocabulario con el que señalar las nuevas formas de actuación policial en el momento en que sean introducidas. Necesitamos difundir visiones de lo que nuestras vidas podrían ser sin la policía y abrir espacios en donde experimentar cómo ponerlas en práctica para hacerlas realidad.

No son los uniformes ni las placas las que hacen a la policía tan destructiva para nuestras comunidades y nuestras aspiraciones. Es el rol que esta cumple, sosteniendo las estructuras de opresión, entre ellas la supremacía blanca. Es la forma en la que concentran el poder y la legitimidad, monopolizando la fuerza y usandola para imponer la agenda de la clase dominante, dirigiendo la violencia a comunidades específicas y a aquellxs que practican la autodeterminación en lugar de permitir a la clase dominante que dicte todo lo que pueden ser y hacer. Todos los roles que actualmente cumple la policía pueden pasarse a “grupos comunitarios”, sin placas ni uniformes, y los resultados no serían menos perniciosos. No queremos una sociedad en los que la policía fue formalmente abolida pero todo lo demás continúa igual que antes. Queremos abolir las disparidades y la alienación que la policía existe para perpetuar.

Un camino

Los movimientos abolicionistas se quedarán enpantanados en este lugar entretanto sigamos imaginando la abolición como una propuesta política a implementar por algún gobierno, si seguimos distinguiendo entre la policía y las leyes que esta hace cumplir. La real abolición policial que vimos prefigurarse durante la rebelión George Floyd no se manifestó en patrullas ciudadanas, sino que vimos destellos de ella en los grupos de agitadorxs y juerguistas que transformaron la ciudad en el curso de unos pocos días. Desafiando la ley, expresaron colectivamente que el poder para moldear nuestras vidas debería estar en nuestras manos, no monopolizado por un gobierno municipal, o especuladores inmobiliarios, o bancos, o quien sea. Todo lo que estamos acostumbradxs a pagar -necesidades, gustos, espacios, y la misma convivencia- fue liberado, y compartido con todxs.

Igualmente, la veradera abolición policial demanda un compromiso profundo con las ideas de transparencia, responsabilidad y de justicia transformativa3. La violencia horizontal no va a desaparecer mágicamente por desfinanciar o disolver la policía. Tenemos que abolir todos los demás sistemas que crean y perpetúan la desigualdad.

En último término, aspiramos a cultivar nuevas formas de vivir juntxs, que nos permita atender el daño sin reinventar leyes y policías con otros nombres. Esto debe darse en nuestras vidas cotidianas, no solamente en momentos de quiebre como la rebelión George Floyd. Si tenemos éxito en encontrar nuevas formas de responder al daño, seremos más capaces de defendernos contra la policía, y de ofrecer alternativas más concretas a quienes todavía se aferran al único orden que conocen. Solo construyendo comunidades dignas de ese nombre podremos abolir a la policía de una vez por todas.


Viviendas de lujo en contrucción comienzan a arder en Mineápolis durante la rebelión; mayo de 2020.

  1. Aprovechamos a lxs lectorxs del hemisferio Sur que las estaciones del Norte, a las que refiere el artículo son, en orden: primavera, de marzo a junio; verano, de junio a setiembre; otoño, de setiembre a diciembre; e invierno, de diciembre a marzo. 

  2. Twin Cities (ciudades gemelas) refiere a la conurbación de Minneapolis y St. Paul, ciudades a ambos lados del Río Mississippi en el estado de Minnesota, junto a otras tantas localidades más pequeñas. 

  3. Dejamos el artículo original, en inglés y otro en español, sobre Brasil. El segundo tiene la ventaja de estar en nuestra lengua, pero su perfil es bien distinto; animamos a lxs lectorxs a buscar otros y mejores ejemplos, no solo en internet o en la prensa, sino y sobre todo entre nuestrxs compañerxs y comunidades.